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Ir con Brandt




La cena transcurre con normalidad, Rogue y Johnny sentados a un lado de la mesa, y Anne y Joshua al otro. El local se comienza a vaciar, no sin antes, parar junto la mesa de Johnny Silverhand y pedirle un autógrafo. Al acabar de cenar, Johnny mira a Anne.

– Bueno, ¿sabes qué vas a hacer? – Johnny le da un trago a su bebida.
– Voy con Joshua.

Joshua abre los ojos como platos y mira a Anne.

– Que queden las cosas en la pareja, lo pillo. – Rogue sonríe y se reclina en el asiento. – Aún así, estaremos en tu Times Square, escuchando cómo va todo, ¿te parece bien?
– Pensé que la netrunner era yo.
– Vale. – Dice Johnny entre risas. – ¿Cuándo irás?
– Mañana, hoy quiero darme una ducha y descansar. – Anne se rasca la nariz. – ¿Pagamos?

El cocinero sale de la cocina y se acerca a la mesa donde está el grupo.


– Señor Sliverhand, ¿podría sacarme una foto con usted?
– Claro, siéntese con nosotros.

El cocinero se sienta entre Rogue y Johnny, uno de los ayudantes coge una cámara y saca una foto. Tras dispararse el flash y que el chico diese el visto bueno a la imagen, el cocinero comienza a hablar con el grupo.

– ¿Cómo estuvo la comida? No suele venir una celebridad como usted, Johnny.
– Me halaga su comentario.


La conversación se extiende hasta altas horas de la madrugada, acompañada de aperitivos y bebidas alcohólicas tradicionales italianas. Tras la visita del cocinero, el intercambio de halagos y alcohol, el grupo sale, dando tumbos, de Beppo’s.

– Bueno. – Johnny eructa. – Perdón. Nos vemos mañana.


Johnny y Rogue piden un taxi y se quedan esperando, mientras que Joshua y Anne vuelven al coche para ir a casa y descansar.


A la mañana siguiente, Anne se levanta y coge su ropa de “trabajo”, chaqueta larga, pantalones con pistolera para llevar la pistola, botas altas y una camiseta de Samurai. Mira a su marido y levanta la persiana.


– Venga, a trabajar, bello durmiente.
– Cinco minutos más…
– Tenemos que hablar con la Techie.
– Ve tú.
– Has cenado con Silverhand, ahora te toca currar.
– Está bien. – Joshua se despereza.
– Te espero en la entrada del edificio.


Anne, sentada en uno de los sofás de la entrada, está leyendo las noticias de los screamsheets, cuando una llamada de Johnny Silverhand aparece en el Times Square de Anne.

– Hey, Anne, ¿cómo ha ido?
– Acabamos de despertar, Johnny, y Joshua aún se tiene que vestir.
– Vale, avisa cuando vayáis a ir para poder llamarte otra vez.


Joshua sale del ascensor y le hace un gesto a Anne con la mano para emprender el camino a la casa de la Techie. Anne se levanta y salen los dos del edificio.


– No hace falta que cuelgues, Johnny, ya vamos para allí.
– Perfecto, estaremos atentos.


Anne y Joshua entran en el coche y salen del garaje, en dirección al apartamento de la techie. Durante el camino, Joshua recibe una llamada de su jefe.

– Inspector Brandt, ¿dónde coño está? Debería haber llegado hace una hora. – La voz grave del jefe de Brandt suena por el coche.
– He encontrado una pista sobre el caso de la ciberpsicosis, no puedo perderla.
– Ese caso está perdido, Brandt. Y ya le he dicho que lo deje de una maldita vez.
– Tengo una corazonada, jefe.
– Espero que estés en lo cierto, Brandt.


El jefe cuelga la llamada y Brandt sigue conduciendo sin decir nada hasta llegar a la dirección que le había dado Johnny. Al bajar del coche, Anne puede ver el maltrecho edificio. Frente a ella, la puerta, carcomida por el tiempo, y pintarrajeada por los pandilleros.


– Vayámonos, Anne. Este sitio me da mal rollo.
– Menudo mierdas de policía estás hecho, Joshua.

Anne entra en el edificio a medida que desenfunda su pistola. En las paredes se pueden ver grafittis de bandas locales, algún que otro “No hay futuro” y garabatos varios. El ruido de soldadura y los haces de luces esporádicos salen del fondo del pasillo. Joshua, pistola en alto, camina detrás de Anne. Al llegar a la puerta se puede ver un pequeño cartel de “Prohibido el paso”. Golpea tres veces la puerta. Los chispazos de soldadura dejan de oírse. La puerta se abre, dejando paso a una mujer joven, afroamericana.


– ¿Sí?
– H-hola, hemos venido a hablar.
– No os conozco, marchaos.
– Venimos de parte de Silverhand. Tenemos un trabajo para ti.
 
La chica saca la cabeza para ver que no hay nadie más, acto seguido invita a Anne y a Joshua a entrar a su apartamento. Ambos entran, para ver el desorden de piezas, herramientas, manchas de aceite y latas de cerveza tiradas por el suelo. La propia chica no tiene su atuendo de trabajo limpio, con manchas de aceite y desteñido. Se sienta en un taburete.


– Hablad, ¿quiénes sois?
– Lo único que necesitas saber es mi nombre, él viene por si acaso.
– Entonces, ¿quién eres?
– Anne. Trabajo junto a Silverhand. Necesitamos de tus dotes.
– ¿Silverhand? ¿Johnny Silverhand? – La mujer se levanta de su taburete.
– ¿Acaso conoces otro?
– ¿Por qué va a querer alguien como él a alguien como yo? Sólo hago cachivaches.
– Eso se lo puedes preguntar a él cuando lo veas.


El Times Square de Anne comienza a sonar, interrumpiendo la conversación.

– Un momento, me están llamando.


Anne sale de la habitación y contesta la llamada. La voz de Yoru suena por el otro lado de la línea.


– Se le está acabando el tiempo, señorita Bird.
– Déjese de cuentos, Yoru.
– Mate a Mahan, o lamentará haber dejado de lado su misión.


Yoru cuelga la llamada y vuelve a entrar en la habitación. Una bomba de humo explota de algún lado en el interior del apartamento. Los tres comienzan a toser y a desplomarse en el suelo de la habitación. Una vez el humo se disipa, varias figuras entran en la habitación, llevándose a los cuerpos inconscientes.


El olor del pescado y el ruido de los barcos despierta a Anne, quien, aún atontada, intenta reconocer el lugar en el que está. Al levantarse de la silla, siente que está maniatada al respaldo de la silla. Mueve la cabeza a su derecha y ve a la Techie, también maniatada. Mueve la cabeza a su zurda y ve a Joshua. El silencio de la estancia lo rompe un golpeteo de botas. Anne levanta la cabeza, viendo la imponente figura de Mahan.


– Así que tú eres la famosa asesina de Arasaka. – La voz ronca de Mahan deja escapar una risa. – Me esperaba otra cosa.
– ¿Qué… – Anne tose. – ¿Qué quieres?
– ¿Que qué quiero? – Mahan estalla en risas. – Muchacha, parece que no me conocieras.
– Vete a la mierda, Mahan. – Anne vuelve a toser. – No tengo tiempo para tus tonterías.
– Al contrario, Anne, tienes todo el tiempo del mundo. – Hace un ademán a cada lado de Anne, señalando a Joshua y a la chica. – Tu amiguita y tu marido están aquí.
– Déjalos ir, ellos no te interesan, sólo yo.
– ¿Y cómo voy a poder hacerte sufrir y extorsionarte?
– Te las arreglarás, Mahan. Siempre lo haces.
– Muchachos, sacad a estos dos de aquí. – Dice a sus espaldas. – Llévalos a mi oficina.


Dos figuras grotescas salen de las tinieblas, levantando las sillas en las que están los inconscientes y llevándolos a la oficina de Mahan. Anne mira como se los llevan. Mahan se acerca a Anne con aire inquisitivo y se pone de cuclillas frente a ella.


– ¿Qué es lo que te motiva a hacer esto, Anne?
– Lo que nos motiva a todos. – Toma aire. – El dinero.
– Ah, el dinero. – Prolonga las vocales de la palabra a medida que se levanta. – El mal de esta ciudad.
– Déjate de cuentos. – Anne vuelve a toser. – Incluso tú trabajas por dinero.
– Lo mío, querida Anne, no es por el dinero. Lo mío es por el deber.
– Si tanto sabes de deber, ¿por qué me tienes atada a esta silla en un hangar junto al puerto?
– Trabajas para las corporaciones, el cáncer de esta ciudad,
– Yo sólo soy una mercenaria. Trabajo para mí.
– ¿Y por qué trabas para Arasaka?
– Yo necesito el dinero que ellos me ofrecen, ellos necesitan alguien que haga un trabajo. Una vez termine el contrato, cada uno se va por su lado.
– Como si fuese tan sencillo, Anne.
– Si tanto sabes de mí, sabrás que no estoy sola en esto.
– Has llegado a lo que quería hablar. Tu nuevo coleguilla, el rockero Johnny Silverhand. – Mahan carraspea para aclararse la garganta. – ¿Qué es lo que te motiva a trabajar con él
– SI de verdad supieses lo que me motiva, no lo estarías preguntando.
– Acabar con Arasaka suena… estúpido e imposible.
– ¿De verdad crees que Johnny quiere acabar con Arasaka? Hasta el dorfinómano más colocado de Los Ángeles sabe que es imposible hacer eso.
– ¿Entonces qué es?
– Déjame hacer una llamada a Johnny. – Tose. – Podrás escucharla.
– ¿Para qué?
– ¿No eres tú el justiciero que va contra las corporaciones?
– ¿Me estás chantajeando?
– Quítame las esposas para poder hacer la maldita llamada.


Mahan le quita las esposas a Anne. Esta, al levantarse, mira a Mahan.


– Bueno, estoy esperando. – Mahan se cruza de brazos.

Aprovechando el momento, Anne le propina un puñetazo a Mahan, quien se cae contra el duro suelo y queda inconsciente. Ella le apunta a la cara con la mano, y, de uno de los dedos se dispara una bala, matando a Mahan. Anne sopla su dedo y se desata las ataduras de los tobillos.

– Sabía que eso me iba a venir como anillo al dedo.

Anne llama a Yoru usando el Times Square.


– Señorita Bird, ¿qué desea?
– Mahan ha muerto.
– Excelente, le ingresaré el dinero en su cuenta en cuanto pueda.
– ¿Siguiente objetivo?
– Antes encárguese de salir de donde está.

Yoru cuelga la llamada y la alarma de incendios comienza a sonar por todo el edificio. Los pasos de la gente corriendo suenan por fuera de la habitación en la que está Anne. Unas voces rompen la monotonía de los pasos.

– ¿Qué hacemos con los rehenes?
– Déjalos que mueran.


Anne sale de la habitación, una vez todo el mundo había evacuado el edificio. Unos gritos lejanos indican donde están Joshua y la Techie. Las llamas comenzaban a engullir el edificio y a dificultar la respiración. Al llegar a la oficina de Mahan, Anne puede ver a Joshua y a la Techie removiéndose en sus sillas.


– ¡Anne! – Grita Joshua.
– ¡Rápido! Hay que irse. – Dice mientras se acerca a los dos.

Una viga en llamas cae sobre la puerta por la que acababa de entrar Anne. La única salida que queda es la ventana. Una caída de unos 10 metros. Anne se acerca a la ventana para ver que hay un contenedor con bolsas de basura.

– Os voy a sacar de aquí. Espero que no os importe caer sobre basura.


Anne se acerca a Brandt y, entre desatarlo de la silla, ve que tiene una mancha de sangre en la espalda, y un corte profundo.

– No quería que te preocupases por mí.
– ¿Cuándo pasó eso?
– Supongo que con la bomba de humo, alguna pieza habrá saltado hacia mí.
– ¿Podéis dejar la cháchara para luego? – Grita la Techie.
– Déjame aquí, Anne, salva a la chica.
– Antes muerta, Joshua.
– No me discutas, sólo hazlo.



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Intentar salvar a Brandt




– Lo siento, Joshua, pero no te pienso perder.
– Anne, ¿qué coño estás haciendo? – Joshua mira hacia atrás mientras su mujer le intenta quitar las esposas. – Déjame.
– Jamás, Joshua. – La voz de Anne suena quebrada y las lágrimas salen de sus ojos, mezcla de desesperación y el humo del ambiente.
– Anne, por favor, deja de perder el tiempo. Déjame aquí.
– ¡Nunca! – Anne se deshace en lágrimas mientras intenta quitarle las esposas a Joshua.


Mientras tanto, la Techie se había quitado las esposas. Otra viga del techo estaba a punto de ceder sobre sus cabezas.


– Anne, rápido, vámonos. – Grita la Techie.
– ¿Y dejar a Joshua aquí?
– No tenemos tiempo para sacarlo de aquí. Tenemos que irnos, ya.


La Techie agarra a Anne del brazo y salta por la ventana, arrojándose hacia el contenedor de basura. Instantes más tarde, se puede escuchar un gran estruendo al caer la viga sobre el suelo de la oficina de Mahan. Anne y la Techie están entre las bolsas de basura, viendo cómo las llamas engullen el edificio. Las sirenas de la policía y los bomberos suenan desde la lejanía de Night City, acercándose a su objetivo. Johnny llama a Anne a su Times Square.


– Anne, hemos perdido la conexión con tu llamada hace horas. Hemos estado llamándote pero no nos daba señal. ¿Qué ha pasado? – La voz de Johnny suena preocupada.
– Joshua… Él está… – Anne está llorando desconsoladamente.
– Anne, ¿dónde estáis ahora mismo?
– Él… Él está…
– Hay un incendio en los muelles. – Dice Rogue, sonando por la llamada.
– No os mováis de allí, vamos a buscaros. – Johnny cuelga la llamada.


El golpeteo de botas pesadas chocando contra el asfalto suenan a lo largo y ancho del muelle. Unos bomberos encuentran a Anne y a la Techie en el contenedor de la basura.


– ¡Hey! Tenemos a dos personas aquí. – Grita uno de los bomberos. – ¿Estáis bien? ¿Os habéis hecho daño?
– ¿Qué pasa ahí, Thompson?
– Hay dos personas en este contenedor de basura, llamad a una ambulancia o algo.


La Techie sale del contenedor de basura, cogiendo a Anne y sacándola de allí. Anne sigue llorando desconsoladamente. El bombero que se había acercado antes al contenedor se acerca a Anne.


– ¿Qué ha ocurrido? – Pregunta, preocupado por el estado de Anne.
– Ha quedado alguien adentro, su marido. – Dice la Techie. – Vendrán unos amigos a buscarla, no se preocupe.


La Techie lleva a rastras a Anne hasta la entrada del edificio, donde, entre los camiones de los bomberos y los coches de la policía, se ve la figura de una furgoneta de la que salen Johnny y Rogue.

– Anne, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está Joshua? – Johnny abraza a Anne.
– Él… Joshua… – La voz de Anne sale de su boca entrecortada y muy baja.
– No me jodas que está ahí dentro. – Dice Rogue.


Anne asiente y comienza a llorar descontroladamente sobre Johnny. Este se limita a mantener el abrazo y tranquilizarla. La Techie se acerca a Rogue y le pone una mano sobre su hombro.


– Creo que será mejor que nos vayamos de aquí. – Dice, con su voz grave y quebrada. – Por cierto, soy Gwen, la Techie que andabais buscando.
– Te llamaremos cuando tengamos a Anne recuperada. – Rogue quita la mano de Gwen de su hombro. – Soy Rogue.


Johnny, Rogue y Anne entran en la furgoneta, dejando el incendiado edificio detrás suya.

Anne se encuentra durmiendo en su cama, la ropa del día anterior tirada por el suelo, aún oliendo a humo. Johnny y Rogue están tumbados en el sofá del salón, él roncando a viva voz, ella, limpiando su fiel pistola. Anne recibe una llamada de Yoru. Se despierta sobresaltada y contesta adormecida.


– Señorita Bird, he oído lo de su marido. – Yoru toma aire. – Quería darle el pésame.
– Muchas gracias, Yoru. – La voz de Anne suena ronca, producto de gritar e inhalar humo.
– La llamaba para informarle de que el dinero por el asesinato de Mahan ya está en su cuenta, además de un extra por la pérdida de su marido. Sé lo que se siente al perder a un ser amado. – La voz de Yoru suena cortada. – Sea como fuere, mis chicos se han encargado de otros posibles afectados, reduciendo la lista drásticamente.
– Me alegra saber eso. – Tose. – ¿Quién es el siguiente objetivo?
– Por ahora no se preocupe de eso, Señorita Bird. Tómese unos días de descanso, ya recibirá la información.
– Gracias, Yoru. Hasta luego.

Anne cuelga la llamada y vuelve a cerrar los ojos. Rogue, al acabar de pasar el trapo por la culata del arma, la deja sobre la mesa, se levanta del sofá y va a la habitación de Anne.


– Hey, Anne, ¿estás despierta? – Pregunta Rogue, apoyada en el marco de la puerta.
– No.
– Eso es un sí para mí. – Rogue rie por lo bajo. – ¿Cómo va todo?
– Me acaban de pagar y dar un par de días libres.
– ¿Arasaka?
– Correcto. – Dice entre bostezos.
– Bien, eso está bien. – Rogue chasquea. – Iba a llamar a Gwen y a Santiago para poder comenzar con el plan, ¿crees que podrás estar con nosotros o prefieres que nos vayamos a otro lado?
– No os preocupeis, ahora voy con vosotros.
– Vale, sin prisas. – Rogue se marcha del marco de la puerta, de vuelta al salón.


Anne, después de dar vueltas sobre la cama durante unos minutos, se levanta y se viste con la ropa del día anterior, aún oliendo a humo. Levanta la persiana de la habitación, viendo los edificios de Night City. Anne resopla y se va de la habitación. En la cocina, Rogue está preparando tazas de café, y Johnny sigue durmiendo en el sofá.


– Anda, despierta al cantante. – Dice Rogue.


Anne se acerca a Johnny y le da una palmada en las rodillas. Este se despierta sobresaltado.


– ¿Qué? ¿Quién? – Pregunta antes de ver a Anne. – ¡Anne! – Johnny la abraza. – Me habías preocupado, netrunner.
– ¿Ahora me llamas así? – Dice Anne entre risas.
– ¿Cómo te sientes?
– Mal, claramente, pero lo superaré.
– No pasa nada, nos tienes a nosotros si necesitas algo. – Johnny sonríe. – He llamado a Gwen y a Santiago para poder comenzar a planear el ataque a Arasaka.
– No mientas, rockero. – Dice Rogue desde la cocina.
– Bueno, vale, quizás fue Rogue quien llamó.


Anne ríe y se sienta junto a Johnny. Pasado un rato, alguien llama a la puerta. Rogue la abre, revelando las figuras de Santiago y de Gwen. Este se abalanza sobre Anne para darle un abrazo.


– Anne, me habías preocupado mucho.
– Estoy bien, Santiago, no te preocupes.
– Lo siento por lo de tu marido, fue mi culpa. – Dice Gwen.
– No lo fue, él había tomado esa decisión.


Johnny da un par de palmadas para llamar la atención de todo el mundo.


– Bueno, vamos a planear, ¿os parece?


Todo el mundo se sienta en el salón, Rogue bebiendo de su taza de café.


– Como todos sabréis, vamos a vengarnos contra Arasaka por lo que le hicieron a Alt.
– Veo que aún no lo ha superado. – Murmura Rogue.
– Lamentablemente, no podemos repetir la jugada del concierto, ya se la esperan. – Johnny aspira. – ¿A alguien se le ocurre algo?
– A mí. – Dice Anne, levantando la mano.


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Entrar en Arasaka desde el helipuerto



– Vale, el plan consiste en lo siguiente. – Anne se estira. – Buscamos a un dorfinómano para convencerle de que se una a nosotros.
– ¿Para qué? – Pregunta Johnny.
– Necesitaremos una distracción para movilizar tropas de Arasaka.
– ¿Y cómo se supone que nos va a ayudar un drogata? – Rogue mueve la mano de un lado para el otro.
– Irá a la entrada para armar un escándalo, yo qué sé, que se ponga a pegar tiros a alguien. Mientras tanto, nosotros nos metemos en el edificio por el helipuerto.


Anne sigue explicando su plan bajo la mirada atenta de Johnny, Rogue y Gwen. A falta de planos de la Torre Arasaka, Anne muestra una imagen de la Torre usando su ciberterminal.


La tarde cae y el grupo consigue terminar de esbozar su plan.


– Vale, ahora necesitamos armas y al drogata. – Dice Johnny, juntando sus manos.
– Encargaos vosotros dos de buscar al tío. – Anne señala a Johnny y a Rogue. – Gwen, encárgate de crear pequeñas cargas de explosivos, muchas, a poder ser. Serán útiles. – Gwen asiente. – Yo me encargaré de buscar las armas.


Johnny, Rogue y Gwen salen del piso, dejando a Anne sola. Esta llama a Bobby Tiberio, el fixer que le había encargado buscar información sobre los ataques.


– Bird, ¿a qué se debe este placer?
– Tenemos que hablar, ¿nos vemos en el Cortocircuito?
– Allí nos veremos.


Anne se pone su chaqueta, guarda su pistola y sale del piso, cerrando con llave antes de marchar al garaje para coger la moto. En el trayecto de ida, ve múltiples grupos de AV-4 de Trauma Team y coches de la policía de Night City en distintos lugares.


– Asumo que los chicos de Yoru serán los culpables de todo esto.


Al llegar al Cortocircuito, Anne encuentra a Bobby junto a la barra, tomándose una bebida. Se acerca y le hace un gesto al camarero para que le sirva lo mismo. Bobby se gira y sonríe al ver a Anne.


– Bird, ¿cómo va el curro?
– Con altibajos. – Se aprieta el puente de la nariz mientras el camarero le sirve un vaso de vodka. – El trabajo era más complicado de lo que me imaginaba. Arasaka está metido en todo esto.
– Me lo esperaba. – Bobby le da un trago a su bebida. – Todo comenzó por ese chip de braindance de Ralton. ¿Sabes algo sobre eso?
– El chip ese en cuestión era el que provocaba los ataques. Pude encargarme de unos cuantos, y Arasaka acabó con otros. Según lo que he oído, aún quedan otros cuantos por ahí.
– ¿Se sabe quienes son?
– Nuh uh. – Anne le da un trago a su bebida. – Sigo buscando información pero no hay nada. Supongo que Arasaka se querrá encargar de los últimos personalmente.
– He oído lo de tu marido, Bird. – Bobby apoya su rolliza mano izquierda en el hombro derecho de Anne. – Lo siento, debe ser duro.
– ¿Para qué llorar sobre la leche derramada, Bobby? – Anne le da vueltas al vaso, viendo como el líquido. – Esto es Night City, toca olvidar a los que nos dejaron.
– Veo que lo estás superando. – Bobby sonríe levemente. – Por cierto, ¿sabes cómo vas a conseguir que Arasaka hable?
– Silverhand busca venganza. – Anne se termina el vaso de vodka y pide que se lo llenen. – En uno de los ciberpsicópatas que tuve que matar me encontré a Silverhand, hablando sobre qué hacía allí y cómo sabía lo que iba a ocurrir, me contó lo que quería hacer. – Anne mira a Bobby. – Necesitamos armas, de las buenas.
– Te buscaré lo mejor que haya en el mercado. – Bobby termina de beber su bebida y pide para pagar. – Por cierto, esto es para ti. – Le entrega un chip de créditos. – Misión cumplida, Bird. Ahora me toca trabajar para ti.


Anne apura su bebida y saluda a Bobby, quien se iba a quedar otro poco en el bar, hablando con los parroquianos. Anne, al subir a su moto, recibe una llamada de la policía de Night City.


– ¿Sí?
– ¿Es usted Anne Bird, viuda de Joshua Brandt? – Una voz grave suena por el otro lado de la llamada.
– Es correcto. ¿Quién es usted?
– Intendente Donnelly. Requiero de su atención en la estación número 2 de la Policía de Night City. ¿Está ocupada actualmente?
– Tengo un hueco en la agenda, me paso por allí ahora.
– Hasta ahora, señora Bird.


El Intendente Donnelly cuelga la llamada y Anne enciende su moto.


Al llegar a la estación nº 2 de la policía de Night City, Anne puede ver que el interior está completamente ordenado, y que un hombre bajito y gordo la está esperando.


– Señora Bird, soy el Intendente Donnelly. – Donnelly le extiende la mano.


Anne se acerca a Donnelly, revelando que, aparte de ser bajito y gordo, suda como un cerdo. La diferencia de estatura es notable entre Anne y Donnelly. Este no le llega a la altura del abdomen a Anne.


– Pase a mi oficina, hablaremos allí.


Donnelly da media vuelta sobre sus talones y se dirige, con paso decidido, a su oficina. Su manera de caminar recuerda a un pingüino. Anne resopla y se dirige hacia la oficina. Una vez allí, Donnelly invita a Anne a sentarse en una de las sillas frente al escritorio. Donnelly saca una pila de archivos y unos cuantos chips de datos.


– Todo esto lo obtuvo tu marido sobre los ataques de ciberpsicosis. – Donnelly apoya su rolliza sobre la pila de archivos. – No sé si te servirá de algo, pero nosotros dejamos el caso hace tiempo.
– Si podéis pasarme los archivos a un chip, os lo agradecería.
– Está todo en estos chips de aquí. – Donnelly coge, con gran dificultad, los chips de datos. – Las ediciones en papel tienen un par de manchas de taza de café, nada más.
– Me llevaré los chips, si podéis guardar los archivos en papel hasta que el caso se termine os lo agradecería.
– Por supuesto, Señora Bird.


Anne coge los chips, guardandolos en el bolsillo de su chaqueta y se marcha de la estación.


Al entrar al piso, el aroma de Brandt entra por la nariz de Anne, recordando los primeros días de noviazgo, todas las veces que había llegado tarde a sus citas por culpa del trabajo, las noches viendo películas de miedo en el sofá del salón. El hilo de pensamientos sobre Joshua se ve interrumpido cuando Bobby Tiberio llama a Anne.


– Bird, he encontrado material para la misión.
– Genial, ¿dónde?
– Maelstrom ha atacado un convoy de Arasaka, se han quedado las armas. Están en Barley’s, allí podrás encontrar a Martillo, su líder. Por el precio justo, podrás pillar las armas y atacar Arasaka. Tú decides qué hacer.


Bobby cuelga y Anne se queda pensando qué hacer. Llamar a alguien e ir en compañía, o ir sola.



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Llamar a Johnny e ir con él a por las armas



Anne se sienta en el sofá del salón, pensando qué hacer. Tras un largo tiempo de cavilar, decide llamar a Johnny. Alguien tan famoso podría echarle una mano en la adquisición de las armas. Anne llama a Johnny usando su Times Square.


– Silverhand. – Johnny responde tras dos pitidos.
– Johnny, soy yo, Anne.
– Anda, Anne, ¿qué tal? ¿Pasó algo?
– ¿Te apetece hablar con una banda peligrosa?
– ¿Banda de música?
– Nah ah. – Anne chasquea con la lengua. – Maelstrom.
– Oh señor, esto pinta interesante. ¿Dónde nos encontramos?
– En Guevara’s. Desde allí, nos movemos hasta donde estén Maelstrom.
– Recibido. Nos vemos ahora.


Johnny cuelga y Anne se prepara para ir a Guevara’s cuando Yoru la llama.


— Señorita Bird, ¿no querrá obtener un ingreso extra?
— Pensé que estaba de vacaciones.
— Es un asunto extremadamente delicado que requiere de sus habilidades.
— ¿Ah, sí? — Dice de manera egocéntrica. — Estoy interesada, cuénteme más.
— Maelstrom ha robado un destacamento de armas y quiero recuperarlas.
— Tengo un plan. Nos vemos en su oficina.


Anne cuelga, coge la pistola que está sobre la mesa del salón y sale del piso, dirección al garaje. Allí, un grupo de personas están acosando a un joven.


— Tú, mascachapas, ¿te crees que puedes pelear contra nosotros? — Dice uno de ellos, que tiene una cresta de colores cambiantes.
— Maldito niño de las narices.
— Dejadme, no os he hecho nada. — Grita el muchacho, atrapado entre la pared y los tres camorristas de pelos de colores.
— Eso es lo que tú te crees, muchacho. — El más grande de los tres, que, casualmente, lleva más pinchos en los hombros que sus compañeros, agarra al muchacho del brazo. — ¿Quieres bailar, niño bonito?


Anne desenfunda la pistola y apunta al grandullón.


— Ey, grandullón, deja al niño de una vez y pírate. — Dice de manera agresiva.
— ¡Jajajaja! — Ríen los camorristas. — Ha venido la justiciera. ¿Qué nos vas a hacer?
— No estoy de humor para vuestras mierdas. U os vais vivos o en una bolsa. Vosotros decidís.
— Cuidado chicos, que nos va a hacer daño. — Los camorristas se ríen a carcajadas. — No has matado a alguien en tu vida, mocosa. Vete antes de que hagas daño a ti misma.


Anne apunta a la cabeza del camorrista más grande y aprieta el gatillo. Una ráfaga de tres balas salen por el cañón del arma, impactando en el objetivo. La mole que antes era un camorrista cae al suelo haciendo un estruendo horrible y levantando una polvareda densa. Los otros dos desenfundan sus pistolas, pero, por la polvareda en la que se encuentran metidos, comienzan a toser descontroladamente. Anne, aprovechando esa situación, saca su ciberterminal para piratear la conexión neuronal arma-cerebro, imposibilitando que las armas disparen. Una vez la nube se va disipando, los dos camorristas, aún tosiendo, apuntan a Anne. Uno de ellos aprieta el gatillo y ve que, contra todo pronóstico, su arma no dispara.


— ¿Qué coño? — El hombre dice. — ¡Me ha atascado el arma!
— No digas gilipolleces. — El otro intenta disparar, con el mismo resultado que su compañero.
— Os dije que os teníais que ir. — Anne apunta a uno y dispara, apunta al otro y dispara. — Y va a ser en una bolsa de plástico.


Anne se acerca al muchacho que sigue contra la pared.


— ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?
— No… Estoy bien.


El muchacho se va corriendo del garaje, y Anne sube a su moto y se marcha a la Torre Arasaka.



Una vez allí, Yoru la espera con la puerta abierta del despacho.


— Hola, Yoru.
— ¿Cuál es tu plan, Anne?
— Vaya, ¿y su cortesía?
— Junto al Yoru que no estaba de mierda hasta el cuello. — Coge el vaso de alcohol de la mesa y se lo acaba de un trago. — Un donnadie se cree que puede ocupar mi cargo. — Yoru se gira y mira a Anne. — ¿De qué va tu plan, netrunner? Más te vale que me saque de este problema.
— Quiero un chip con el valor de las armas. Instalo una puerta trasera para que tus chicos frían a todo Maelstrom que encuentren en la Red. Los que sigan vivos son asunto mío.


Yoru se acerca al escritorio y abre un cajón del que saca un chip rectangular de color verde.


— Aquí tienes medio millón de eurodólares. — Se lo deja sobre la mesa. — Espero que tu plan sirva, Anne. Porque de lo contrario, te vienes conmigo al séptimo círculo del mismísimo infierno. Estaremos en contacto.


Anne sale del despacho de Yoru, cruzándose con la asistenta de Yoru. Al poner un pie en la calle, una tormenta comienza a caer sobre Night City. Anne corre hasta su moto para llegar lo antes posible a Guevara’s. Al llegar allí, el ambiente cálido del restaurante despierta levemente a Anne. Una mano metálica se levanta entre las cabezas de las personas. Es Johnny.

— Hey, Anne, ¡aquí! — Dice.


Anne se acerca al lugar donde está Johnny y se sienta junto a él.


— Estás empapada, ¿te ha pillado de lleno la tormenta?
— Sí, un maldito camión volcó cerca del centro y tuve que tomar otro camino.
— Bueno, pidamos algo de comer y planeemos todo.


Johnny llama a uno de los camareros, y, con su mejor español posible, intenta pedir la comida.


— Hola, buenos días, unos tacos, por favor.
— Claro que sí, señor. — Le contesta el camarero.


Mientras en la cocina están preparando la comida de Anne y Johnny, estos dialogan sobre las opciones que tienen para entrar.


— Vale, si me has llamado es porque quieres aprovechar que soy famoso. — Dice Johnny.
— Me has pillado. — Anne da un trago a su bebida. — Preferiría ir de manera pacífica, si es posible, pero, todo depende de qué otras opciones tenemos.
— Podemos entrar en sigilo. Barley’s está destrozado, muchos huecos que podemos usar para entrar y salir sin que nos detecten. — Johnny se rasca la cara. — O, por el contrario, entramos por la puerta grande, con las armas desenfundadas y buscando lío.
— Suena prometedor, la verdad.
— La decisión es tuya, Anne. — Johnny es interrumpido por el camarero que trae una bandeja de tacos. — Gracias. — Johnny coge uno de los tacos y se lo come. — Joder… Están de muerte. Pero bueno, dime, ¿qué quieres hacer? Yo me amoldo al plan.



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Entrar en sigilo



Anne y Johnny siguen cenando. La gente pasa a su lado, mirándolos. Los tacos y nachos van disminuyendo a medida que ambos comensales engullen la comida. Al terminar el último taco, Johnny mira a Anne.


— Bueno, ¿qué tienes en mente? — Johnny se apoya en el respaldo del asiento. — Has estado callada todo la cena, ¿va todo bien?
— Sí, todo bien. No te preocupes. — Anne se limpia la boca con una servilleta. — Intentemos entrar de manera pacífica. Tenemos el chip de dinero, podemos aprovecharlo.
— ¿Estás segura?


Una llamada de Bobby interrumpe la conversación entre Johnny y Anne.


— Al habla Anne.
— Anne, soy Bobby. — Se escucha como Bobby da un trago a su bebida. — Maelstrom está vendiendo el armamento robado cerca de Guevara’s.
— ¿Sigue todo en su base?
— Sí. Aún no lo han vendido.
— Perfecto, luego te llamo.


Anne cuelga y mira a Johnny con una sonrisa pícara.


— ¿Qué pasa? — Pregunta Johnny.
— Cambio de planes. Entramos en sigilo.
— ¿Y eso?
— Barley’s está vacío, me lo acaban de decir.
— Vale, ¿lista?
— Nací lista, Silverhand.


Anne sale de Guevara’s mientras Johnny paga la cena. Al salir este del restaurante, un grupo de Maelstroms aparecen por el final de la calle. El golpeteo de sus pies metálicos resuena por toda la calle. A medida que se acercan los pandilleros, estos reconocen a Silverhand.


— Ey, rockero. — Grita uno de los Maelstroms. — ¿Nos firmas unos autógrafos?


Johnny se gira al origen de la voz. Levanta su mano metálica y les saluda.


— Claro, ¿dónde queréis que os lo firme?
— En el brazo. — Dice el primero de los Maelstroms.
— Yo en el pecho. — Otro de los pandilleros se abre la camiseta.
— Yo en la frente.


Johnny saca un rotulador negro de uno de los bolsillos del pantalón, abre la tapa y comienza a firmar donde los pandilleros pidieron. Al tener todos un autógrafo de Johnny, chocan los cincos entre ellos.

— Gracias, rockero. Nos vemos. — Dice uno de ellos, y los tres se marchan.


Anne y Johnny los miran hasta que tuercen en la esquina. Al ver que desaparecen, Anne y Johnny se dirigen hacia Barley’s, como si estuviesen dando un paseo. Al llegar allí, pueden ver el edificio medio demolido, las puertas de entrada destruidas, cámaras de seguridad en el portón principal. Anne ve un par de bloques de piedra que sirven como cobertura, golpea a Johnny en el brazo y le hace un gesto con la cabeza para que se cubran en las piedras. Ambos corren y se parapetan allí.


— Vale, ¿cuál es el plan? — Pregunta Johnny.
— Entro en su circuito cerrado e intento conseguir acceso a su red. Desde ahí, ya veré qué hago.
— Me parece bien. Haz tu magia, netrunner.


Anne sonríe de medio lado mientras saca su ciberterminal. Con el teclado incorporado del ciberterminal consigue entrar en menos de lo que canta un gallo a la red de Barley’s, una vez allí, se percata de la poca seguridad que tiene y de que no hay nadie conectado.


— No hay ningún Maelstrom conectado a la red privada de Barley’s.
— ¿No había dicho tu contacto que estaban vendiendo las armas de Arasaka?
— Por eso me parece extraño. Esperaría mucha más seguridad si la mayoría no están aquí.
— Aprovéchate de la situación, Anne.


Anne sigue tecleando, desgranando la poca seguridad interna del circuito cerrado. Primero, poder tener control de las torretas instaladas, luego, congelar la imagen de todas las cámaras. Y, por último, las luces. Todo bajo el control de los poderes de netrunner de Anne.


— Vale, ya tengo acceso a toda la red y lo que esté conectado.
— ¿Algún Maelstrom está conectado?
— Nuh-uh. Habrá que ir con mucho cuidado.


Anne guarda el ciberterminal en uno de los bolsillos del abrigo, y, de otro bolsillo, este es uno del interior, saca dos pistolas con silenciador. Le entrega una a Johnny y la otra se la queda ella.


— Necesitaremos esto si no queremos ser oídos. — Anne le dice mientras se asegura de que hay una bala en la recámara.
— ¿Y si nos descubren?
— Bueno… Espero que te hayas traído un arma, porque yo solo tengo un fusil.
— Pues esperemos que todo salga bien.
— Yo solo espero que no haya muchas armas, porque no sabré como nos las llevamos. — Dice Anne.


Anne hace un gesto con la mano para entrar en silencio. Sale de la cobertura en cuclillas y con el arma levantada. Al acercarse al portón principal, puede ver como está abierto y hay dos torretas apuntando a la nada. Johnny asoma la cabeza y rápidamente vuelve a cubrirse.


— ¿Cómo vamos a pasar por ahí?
— Con esto. — Anne saca el ciberterminal, enseñando que en la pantalla hay un texto en rojo sobre fondo negro con el texto “APAGAR TORRETAS”.
— Ah, muy lista.
— Se aprecia el halago. — Anne le da a un botón del teclado y las torretas se apagan. — Vamos, despejado.


Ambos pasan por delante de las torretas a una pequeña zona donde se ven mesas con unas cuantas armas, al parecer de Arasaka, y a dos Maelstroms hablando entre ellos.


— Joder, nos vamos a perder toda la diversión. — Dice uno de los Maelstroms, con toda la cabeza cromada, al igual que los brazos y las piernas.
— Yo solo espero que todo vaya bien.
— Bah, Martillo está en el trato con el tío ese, todo estará bajo control.
— Se nota que es importante, este antro está vacío.
— Piensa que con la pasta que nos saquemos de esto, nos vamos a poder pillar otro sitio, más protección y más cromo.
— Y esos sacos de carne van a estar enfundados con armas de última generación. Equipamiento militar.
— Los japos se van a partir la caja cuando le salgan esos chalados nómadas con armas militares.


Anne y Johnny están cubiertos en la misma pared, escuchando la conversación de los dos pandilleros.


— ¿Qué quieres hacer, Anne? — Susurra Johnny. — ¿Les metemos un tiro a cada uno y nos pillamos las armas? ¿O solo a uno e interrogamos al otro?
— ¿Y si los dos tienen información que nos pueda servir? — Pregunta Anne, quitándole el seguro a la pistola.
— Tienes razón, netrunner. ¿Qué quieres hacer?



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Disparar a un Maelstrom e interrogar al otro




Anne mira a Johnny, quien está desenfundando la pistola. Señala con la mano al Maelstrom de la izquierda y luego hace el gesto de disparar. Johnny se prepara para disparar y mira a Anne. Esta hace una cuenta atrás con las manos. Tres dedos levantados. Dos dedos levantados. Un dedo levantado. El puño cerrado. Johnny se levanta y le dispara en la cabeza al Maelstrom que Anne le había señalado. Esta sale de la cobertura y dispara en la rodilla del otro Maelstrom. Dos golpes secos resuenan por la sala, seguido de un gruñido de dolor. Anne y Johnny se acercan al pandillero que sigue vivo, quien se está sujetando la rodilla, retorciéndose de dolor.


— ¡Mi rodilla! — Grita. — ¡Ahora ya no podré ser un aventurero!
— Cierra la boca antes de que te haga un agujero en la cabeza. — Anne apunta a la cabeza del Maelstrom. — Y ahora, dinos, ¿dónde tenéis las armas?
— ¡Jajaja! ¿De verdad te crees que te lo voy a decir?
—¿Y si te lo pregunto yo? — Dice Johnny.
— ¡Ja! Si es Johnny Silverhand. — El pandillero escupe en el suelo. — ¿Vuelves a las andadas?
— Dinos dónde están las armas.
— Ni loco, rockero. — Ríe a carcajadas. — Además, disparaste al que no era. Brandon sabía dónde están las armas.
— Calla de una vez, amasijo de metal. — Dice Anne, con rabia en la voz.
— ¿Algún problema, encanto? — Lanza unos besos a Anne. — ¿No podías entrar y pagar por ellas?
— He dicho que te calles.
— ¿Y qué harás si no lo hago, carita bonita? ¿Pedirle a Silverhand que te cante una canción? — El pandillero se rie a carcajadas mientras se retuerce en el suelo.



Anne, con la paciencia agotada, apunta la pistola hacia la cabeza del pandillero, aprieta el gatillo, y deja que la bala haga el resto. Los pocos trozos de carne y el metal del cráneo del Maelstrom se esparcen por el suelo, junto a una masa grisácea y la poca sangre que tenía allí. Johnny mira el cuerpo y luego a Anne.


— Te noto un poquito tensa. ¿Va todo bien?
— Todo bien, busquemos las armas y vayámonos de aquí.


Johnny y Anne pasan por encima de los cadáveres de los Maelstroms y entran en la sala contigua, equipada con unos sofás, un par de neveras y muchas latas de cervezas desperdigadas por el suelo. Junto a Anne, una puerta cerrada; frente a ellos, un enorme pasillo; y, junto a Johnny, otra habitación. Anne mira para un lado y para el otro. Tras eso, le da un golpe en el hombro a su compañero.


— Tú mira esa habitación de ahí, yo haré lo mismo con esta otra.


Johnny se adentra en las paredes de la otra habitación, explorando para buscar las armas de Arasaka, mientras que Anne abre la puerta y descubre una habitación llena de terminales y pantallas, todas encendidas y funcionando. Se acerca a uno de los terminales e intenta acceder a él. Una vez dentro del terminal, explora los recovecos del circuito cerrado de Barley’s para poder encontrar las armas usando las cámaras. Al ver que en una de las salas que da al exterior hay una furgoneta con unos maletines de Arasaka, Anne se desconecta del terminal, no sin antes, ver algo que la desconcierta. Johnny vuelve a la sala donde estaban él y Anne antes.


— Aquella habitación está vacía, solo latas de cerveza y un par de revistas de adultos. ¿Has encontrado algo por allí?


Anne vuelve a la habitación junto a Johnny.


— Sí, ya sé donde están las armas.
— Genial, ¿dónde?
— Por aqu…


Anne deja de hablar al ver que, al fondo del pasillo que hay frente a la habitación, se encuentra Brandt, mirando a ambos.


— Anne, ¿qué pasa?
— Joshua, está ahí. — Señala al pasillo.
— No hay nadie ahí, Anne. Joshua está muerto.
— Pero, si está ahí.
— No, no está. Está muerto.


Anne comienza a caminar para perseguir a Brandt, y Johnny la sigue. Atraviesan el angosto y poco iluminado pasillo hasta llegar a la sala que Anne había visto antes. La furgoneta blanca, con las puertas traseras abiertas, se encontraba en medio de la habitación. Anne mira de un lado para el otro de la habitación, buscando a algo o a alguien.


— Brandt, ¿dónde estás? — Pregunta de manera desesperada. — ¡Brandt!
— Anne, rápido, sube a la furgo. — Johnny está junto a la puerta del piloto de la furgoneta.
— ¡Brandt! ¡¿¿Brandt?!
— Anne, Brandt está muerto, lo sabes perfectamente, maldita sea.
— ¡Brandt! ¡Joshua!


Johnny se acerca a Anne para llevarla a la furgoneta y poder salir de Barley’s antes de que los Maelstrom vuelvan de la venta de las armas. Al tocar el hombre de esta, Anne salta hacia atrás, desenfundando la pistola.


— ¿Qué haces, Anne? Tenemos que marcharnos.
— ¡No me toques! — Apunta a Johnny.
— Soy yo, Anne, recapacita. Soy Johnny.
— Yo no conozco ningún Johnny, y será mejor que te metas en la parte de atrás de esa furgoneta antes de que lo hagas con un agujero en la cabeza.
— Anne, recapacita, Brandt está muerto y nosotros nos tenemos que ir de aquí. — Da un paso hacia adelante.
— ¡No des un paso más o te vuelo la maldita cabeza! — Dispara junto al pie de su compañero. — Ahora da media vuelta y métete en la maldita furgoneta.


Johnny, viendo que es imposible hacer que Anne recapacite, decide obedecerla y entrar en la parte trasera de la furgoneta. Al ver que las puertas traseras se cerraban, Anne se sube a la cabina del vehículo y arranca el motor. Con un chirrido incesante producido por las ruedas, la furgoneta sale disparada, abandonando el recinto de Barley’s. Anne callejea un poco hasta alejarse del lugar y poder aparcar. Sale de la furgoneta y abre la puerta trasera, viendo que Johnny está sentado sobre una de los maletines que portan armas de Arasaka.


— ¿Qué? ¿Te ha gustado mi interpretación?
— ¿Cómo? ¿Estabas actuando?
— Exactamente. — Anne pone los brazos en jarra. — En la habitación que había entrado, pude ver que habían desactivado la imagen estática de las cámaras. Por eso hice todo esto de ver a Brandt y hacerme la loca.
— Entonces, ¿no estás loca?
— Un poco, tantos aumentos te terminan jorobando un rato.
— ¿Y qué hacemos?
— Prepara las armas. — Anne se acerca a uno de los maletines y le da un par de golpes con la palma de la mano. — Igual viene compañía.
— ¿Y nos vamos a quedar aquí?
— Si quieres, sí. Pero podemos movernos y llegar hasta mi apartamento.
— ¿Pero cómo?
— Callejones, o vamos a lo loco y por la calle principal.
— Me parece peligroso, pero como tú decidas, al fin y al cabo, eres quien nos consiguió los contactos y las armas.




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Esperar a que vengan pandilleros de Maelstrom



Anne saca uno de los fusiles de las cajas de armas. Johnny se queda dentro de la furgoneta, con el fusil en las manos, esperando a que lleguen los Maelstrom. Pasan los minutos y los únicos vehículos que pasan son un par de coches de la policía de Night City. Al ver que ningún pandillero cromado y al borde de la ciberpsicosis aparecía, Anne deja el arma dentro de la caja de la que la sacó, sube al asiento del conductor y enciende el motor.


— No parece que vengan. — Dice Anne, abrochándose el cinturón. — Vámonos a casa ya, así podemos preparar todo para vengarnos de Arasaka.
— Me parece perfecto. — Johnny deja el arma dentro de la furgoneta.


Anne acelera la furgoneta y recorre las calles hasta llegar a la Plaza Corporativa, donde un grupo de 6 pandilleros de Maelstrom aparecen por una callejuela, intentando cerrar el paso a la furgoneta de Anne. Esta, con un rápido movimiento de volante, consigue esquivar a 5 de los 6 pandilleros y pisar a fondo el acelerador.


— Johnny, abre la puerta y ponte a disparar. — Grita Anne entre el chirrido de las ruedas. — Tenemos compañía.


Johnny abre una de las puertas traseras de la furgoneta y apunta a las ruedas de las Harley en la que están montados. Un par de las motos se caen, arrollando a las demás y a algunos transeúntes que pasaban por allí. Aprovechando el caos de las motos en el suelo, Anne entra en un callejón y frena la furgoneta. Sale de ella y entra en la parte trasera, junto a Johnny.


— Coge un par de armas, nos vamos sin la furgo.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Vamos a quemarla.
— ¿Te has vuelto loca?
— No podemos dejar que esos locos cibernéticos tengan de vuelta estas armas. Pilla un par, yo hago lo mismo y luego quemamos la furgo.
— Si tú lo dices.


Ambos cogen un par de fusiles, colocándoselos en la espalda, y unas pistolas en los bolsillos del abrigo. Luego, Anne prende fuego el interior de la furgoneta y, rápidamente, engrana la marcha atrás y pisa el acelerador, bloqueándolo para que se dé marcha atrás hasta que choque con un coche o un edificio. Las ruedas del vehículo en llamas chirrían hasta que comienza a moverse hacia la calle, arrollando a unas personas y empotrándose contra un coche que estaba parado. Anne y Johnny comienzan a correr, huyendo del lugar de los incidentes con la furgoneta y los pandilleros de Maelstrom. A medida que los dos huyen, se puede escuchar como la furgoneta explota, y las sirenas lejanas de la policía y los bomberos comienzan a sonar. Unos cuantos AV-4 de Trauma Team sobrevuelan las cabezas de la netrunner y el rockero.



Al llegar al piso de Anne, pueden ver a Bobby sentado en frente a la mesa, con Santiago y Rogue a los lados.


— Je. — Bobby deja un cigarro en la mesa. — Veo que tenéis las armas.
— Tuvimos complicaciones por el camino, la verdad. — Anne deja las armas sobre la mesa, al igual que lo hace Johnny.
— ¿Como esa de ahí? — Bobby señala la televisión, que está retransmitiendo la explosión de la furgoneta.
— Teníamos que quitárnoslos de alguna manera, ¿de acuerdo?
— Lo entiendo, Anne. — Bobby mueve la mano derecha de lado a lado. — Pero bueno, eso ahora da igual, ¿cuándo queréis empezar con el ataque?


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Comenzar ahora, ya hay una distración





— Comencemos ahora. — Dice Anne, poniendo los brazos en jarra. — Ya tenemos una distracción preparada. La aprovechamos para entrar, pero tenemos que hacer un par de cosas antes.
— ¿Qué cosas? — Pregunta Johnny.
— Primero, el drogata para centrar la atención en la entrada. Supongo que será fácil encontrar a un tío que se drogue en esta ciudad de mala muerte.
— ¿Y qué es lo segundo, Anne? — Rogue apoya sus manos en la mesa.
— Hacer que el drogata vaya hasta Arasaka y monte un escándalo.


Bobby gira la cabeza ante los colores cambiantes de la televisión del salón. Al intentar entender lo que salía por los altavoces de la televisión, Bobby se gira ante el grupo que discute sobre el plan que tienen que llevar a cabo.


— Silencio, está pasando algo.


El grupo se calla y mira a la televisión, quien inunda la estancia con las noticias.


— Acaban de confirmar que las oficinas de Arasaka en Night City están siendo atacadas. Pasamos la conexión con Bes Isis.


La imagen cambia a la de Bes Isis frente a la entrada de la Torre Arasaka. Detrás de esta, un grupo numeroso de soldados de Militech, esperando la señal para entrar en la torre.

— Como podéis ver, tropas de Militech están intentando asediar la Torre Arasaka. No sabemos el motivo por el que Militech está haciendo esto…
— Por favor, que todo el mundo se aleje. — Uno de los soldados se acerca a la cámara y al grupo de gente que estaba congregada. — No está ocurriendo nada.


Anne apaga el televisor y coge una de los fusiles y una de las pistolas. El grupo la mira con cara de preocupación.


— ¿Quién se apunta a patearle el culo a Arasaka y a Militech a la vez?


Los demás se encuentran dubitativos. No se esperaban que dos corporaciones tan grandes entrasen en guerra en medio de la ciudad. Rogue es la primera persona que coge uno de los fusiles, poniéndoselo sobre el hombro derecho.


— Yo me apunto.
— Hay que vengarse por lo de Alt, y no pienso quedarme sentado. — Johnny coge una de las pistolas que estaban sobre la mesa.
— Nada como el olor de la pólvora y la sangre por la mañana. — Santiago recarga su escopeta y mira a Anne con una sonrisa bobalicona.
— Yo… me quedo aquí. — Bobby coge un cigarrillo y se lo lleva a la boca. — Y, Anne. No te olvides de esto, encanto. — Le pasa su ciberterminal.


Anne lo coge y lo guarda en uno de los bolsillos del abrigo. Con todo el grupo preparado, Anne ya se estaba encaminando hacia la puerta cuando Bobby masculla algo.


— ¿Pasa algo, Bobby? — Pregunta Anne, sin girarse.
— Tenéis transporte aéreo preparado.
— ¿Qué? — Se gira. — ¿Dónde?
— Donde trabajaba tu marido. Es un detalle que quiere hacer la policía.
— Vamos, gente. A la estación de policía.


El grupo, a excepción de Bobby Tiberio, salen del apartamento. Durante el viaje, el grupo podía ver como grandes transportes blindados pasan junto a ellos a velocidades muy por encima de lo permitido. A medida que se acercaban a la estación de policía, podían ver como más y más coches de policía salían de los garajes, algún que otro AV-4 de MaxTac remontando vuelo para dirigirse a algún lado de la ciudad. Al entrar en la comisaría, un hombre enfundado con el traje de SWAT y un fusil de asalto a la espalda.


— Asumo que usted es Anne Bird, ¿cierto? — El agente extiende la mano.
— Ahórrate las formalidades, no tenemos tiempo. — Anne cruje sus nudillos.
— Claro, claro. — El agente carraspea. — Por aquí.


El grupo sube al tejado de la comisaría, donde un AV-4 les espera con las puertas laterales abiertas. El agente abre la puerta del piloto, Anne por la del copiloto y los demás en la parte trasera.


— Llegaremos en unos 5 minutos. Poneos los cascos. — El motor del AV-4 comienza a encender. — ¿Alguien tiene que ir al baño?

Al ver que nadie contestaba, el agente tira hacia él el volante del AV-4 y este despega. Durante el viaje, Anne puede ver como ciertas partes de la ciudad tienen humo, sin contar donde está la furgoneta.


— ¿Qué coño está pasando ahí abajo? — Le pregunta Anne al piloto.
— La explosión de la furgoneta con armas de Arasaka y el consiguiente ataque a su sede ha provocado que la gente entre en un estado de guerra civil. — El piloto enfila hacia el helipuerto de la Torre Arasaka. — No os podré dejar sobre el helipuerto, os tendréis que tirar. Hay paracaídas en el techo, tanto aquí como en la parte trasera.
— ¿Cómo vamos, Anne? — Pregunta Johnny. — ¿Todos juntos o por grupos?



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Todos juntos




— Vamos todos juntos, prefiero no perder a nadie por el camino. — Anne dice por el micrófono de los auriculares mientras saca un paracaídas del techo del AV-4.


El vehículo se acerca a gran velocidad a la Torre Arasaka, de la cual sale una columna de humo por uno de los pisos medios. En las calles, el caos reina a sus anchas. Soldados de Militech y Arasaka combatiendo entre ellos, agentes de la policía intentando controlar a las multitudes, columnas de llamas y humo suben por el horizonte citadino. Anne mira hacia el suelo desde la ventanilla del AV-4.


— ¿Cómo es que hemos llegado hasta este punto? — Dice Anne por lo bajo.
— Las acciones que hacemos no están aisladas, señorita Bird. — El piloto desacelera el AV-4 lentamente. — Todo lo que hacemos y dejamos de hacer afecta al futuro. Algunos dirán que es una responsabilidad personal.


El AV-4 comienza a bajar de altura al encontrarse cerca de la plataforma de aterrizaje de la Torre Arasaka. Anne se mueve un poco hacia adelante para colocarse el paracaídas. Puede oír como el panel lateral del AV-4 se abre, dejando vía libre para poder saltar.


— ¿No hay posibilidad de que nos dejes más abajo? — Pregunta Anne.
— Negativo. Suficiente suerte hemos tenido con que estamos relativamente cerca de la plataforma de aterrizaje. Tendréis tiempo para poder abrir el paracaídas a los tres segundos de tiraros del AV-4. Desde ahí, os toca dirigiros a la torre por vuestra cuenta. Esto es todo cuanto puedo hacer por vosotros.
— No te preocupes. Ya me encargaré yo del resto.


Anne se coloca los auriculares para poder comunicarse con lo que estaban en la parte trasera del AV-4.


— Vale, nos tendremos que tirar y abrir el paracaídas en cuanto nos tiramos. Desde ahí, dirigirnos hacia la Torre Arasaka. No nos puede acercar más por precaución. ¿Todos listos?
— Todos listos, Anne. — Dice Rogue. — A tu señal.
— ¡Ya!


Anne abre la puerta del AV-4 y se lanza al vacío. A su derecha, puede ver como Johnny, Rogue y Santiago están saltando del AV-4 y preparándose para abrir el paracaídas. Un par de helicópteros sobrevuelan la zona, uno de ellos es un helicóptero de News 54. El grupo abre sus respectivos paracaídas para poder dirigirse a la plataforma de aterrizaje de vehículos aéreos de la Torre Arasaka. Al caer sobre la “H” gigante, el grupo se deshace de sus paracaídas, comprueba que todas las armas están cargadas y listas para usar y se encaminan hacia la pequeña caseta de hormigón para bajar al edificio como tal. Una vez allí, sobrios pasillos con escasa decoración los rodean. El sonido de los disparos y de esporádicas pero brutales explosiones resuenan por los pasillos. Anne, liderando el grupo, fusil en mano, da una señal para que el grupo se mueva. Comienzan a moverse, en formación de rombo, Anne liderando, Santiago y Rogue a los lados, y Johnny al final. Comprueban cada puerta abierta para ver si hay empleados de Arasaka. En una de las habitaciones, Anne puede ver un grupo de cuerpos apilados, unos encimas de otros. Todo el grupo entra para ver con más detalle los cuerpos. Al acercarse, se pueden ver que todos están muertos, con disparos repartidos por el cuerpo.


— Esto es una masacre. — Masculla Santiago.
— Anne, ¿qué está pasando aquí? — Pregunta Johnny.
— ¿Crees que lo sé? — Anne baja el arma y mira a Johnny. — Estaría encantada de saber qué coño está pasando en esta ciudad.


En el pasillo se escucha un repiqueteo de pasos pesados y el tintineo de piezas metálicas chocando. El grupo levanta las armas, busca cobertura en el monte de cuerpos y en el escritorio que hay en la habitación y apunta a la puerta abierta. Momentos más tardes, un grupo de tres soldados de Militech entra por la puerta. Uno de ellos, con pequeños detalles en amarillo sobre los hombros, mira a su grupo.


— He oído voces en esta habitación. Encontrad a quienes hayan hablado y metedle un tiro en la cabeza. — Su voz suena enmascarada. — Yo iré buscar al japonés ese.
— Recibido. — Uno de los soldados dice, levantando el arma.


El soldado con detalles amarillos se va, dejando a los otros dos en la puerta. Anne, a cubierto en la mesa, junto con Rogue, se miran.


— Vale, ¿tienes granadas? — Susurra Anne.
— Siempre tengo, ¿lanzo una?
— Sí.


Rogue le quita la anilla a la granada y la lanza, usándola como sonido para que los soldados se acerquen. Al oír el tintineo de la anilla, ambos soldados, armas levantadas, se acercan al ruido. Rogue, unos segundos más tarde, lanza la granada.


— ¡Granada! ¡Cuerpo a tierra! — Grita uno de los soldados.


Ambos se tiran al suelo, cubriéndose la cabeza con los brazos. Al explotar la granada, se puede oír como uno de los soldados grita, presumiblemente de dolor. Rogue y Anne salen de su cobertura, con las armas levantadas y apuntando a los soldados. Ambas disparan, impactando tanto a los cuerpos como al suelo. Santiago y Johnny están en su cobertura, esperando a que los disparos remitan para poder salir de sus coberturas. Al oír el “clack” de los cargadores vacíos, los dos hombres salen de sus coberturas, viendo a los soldados que se acababan de convertir en un par de coladores.


— Wow, eso ha sido pasarse, ¿no creéis? — Dice Santiago, moviendo a uno de los cuerpos con el pie derecho.
— Nos iban a matar si nos encontraban. — Anne recarga su fusil. — Creo que fui justa vaciando el cargador en él.
— Ya, pero la granada sobraba bastante, la verdad.
— Nah, fue todo necesario. — Anne se acerca al otro cadáver. — Mirad, escuadrón de élite de Militech.
— Joder, ¿qué coño está pasando? — Rogue mira hacia el enorme ventanal que tienen a sus espaldas.


Una enorme columna de humo negro y denso se eleva desde el nivel de la calle. Las sirenas de los camiones de bomberos suenan por todo el edificio. Anne investiga un poco los cuerpos de los agentes de Militech. Johnny se queda junto a ella mientras Santiago mira alrededor de la habitación.


— ¿Encuentras algo? — Pregunta Johnny.
— Aparte de un montón de agujeros de balas, no. — Anne mueve uno de los cuerpos. — Sigamos bajando por el edificio, igual nos encontramos al tío que nos tenemos que cargar.
— Por mí, vale.


Anne, Rogue, Johnny y Santiago vuelven a entrar en formación de rombo y salen al pasillo. Lo recorren sin ningún tipo de incidencias. Al bajar las escaleras para llegar al piso de la oficina de Yoru, pueden oír el repiqueteo de la madera ardiendo, aparte de una capa de humo.


— Vale. — Anne tose. — Tened cuidado.


El grupo entra en el pasillo, donde el calor abrasador envuelve al grupo. Al entrar en el despacho de Yoru, pueden ver como un montículo está prendido fuego, sin ningún tipo de rastro de Yoru. El grupo se dispersa en la habitación, viendo si hay algún tipo de pista sobre el paradero del japonés.


— Nada. — Dice Santiago. — Es como si el tío fuese un fantasma.


En ese momento, un ruido se escucha por el pasillo. El ruido de unos zapatos corriendo, y, entre ellos, se puede distinguir un grito de un hombre. Rogue, Johnny y Santiago miran a Anne, esperando a una respuesta.




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Mandar a Johnny y a Santiago a buscar los sonidos




Anne mira a Johnny y a Santiago y, haciendo una seña con la mano, les indica que vayan a buscar el sonido. Ambos salen de la habitación con las armas en alto. Luego, mira a Rogue y salen de la habitación también, cruzando el pasillo y bajando las escaleras.


Johnny y Santiago siguen la fuente de los pasos, que, de vez en cuando, deja escapar un grito de dolor. De fondo, pueden oír disparos y algún que otro aviso por radio. Siguiendo el sonido de pasos, pueden percatarse de que los disparos suenan más fuertes, más potentes y más letales. Al girar en una esquina, Johnny y Santiago se topan de frente con los disparos. Arasaka y Militech peleando entre ellos, disparando hacia el contrario. Uno de los soldados de Militech se percata de que hay dos intrusos a sus espaldas, y comienza a disparar.


— ¡Intrusos! — Grita el hombre. — ¡Disparad!


Tres soldados de Militech cambian de objetivo para atacar a Johnny y a Santiago. Ambos corren a ponerse a cubierto detrás de unas columnas y comienzan a disparar. Entre el ataque de Arasaka y el del rockero y el nómada, los soldados de Militech comienzan a caer de manera abrumadora. Aprovechando este momento, un pequeño grupo de soldados de Arasaka se separa y rodea a Johnny y a Santiago para tenderles una emboscada. Johnny se da cuenta de lo que está haciendo Arasaka y se prepara para dispararles. Al cruzar uno de los soldados la esquina, Johnny abre fuego. Los otros dos soldados se cubren y disparan sin apuntar ni saber a quien le están dando, hasta que oyen como uno de los dos intrusos grita de dolor. Johnny corre hasta tener campo visual con los soldados de Arasaka y les dispara, haciendo que sus cuerpos sin vida se desplomen en el suelo. El sonido de los disparos ahora es lejano y apagado. Un golpe seco suena detrás de Johnny, haciendo que este se gire, viendo como su compañero Santiago se encuentra en el suelo, boqueando y con un disparo en el abdomen.



Anne y Rogue bajan las escaleras con las armas en alto, encontrándose con un grupo de 6 soldados de Militech que estaba de espalda a ellas.


— Lanza una granada, intenta que queden pocos o ninguno. — Susurra Anne.


Rogue saca una granada de su bolsillo, quita la anilla y la arroja hacia el grupo de soldados. Uno de ellos se da cuenta del artefacto y se intenta alejar. La granada explota, llevándose por delante a 4 soldados y dejando a 2 gravemente heridos. Anne y Rogue salen de la cobertura con las armas en alto. Uno de los soldados de Militech saca una pistola y dispara a Rogue, impactando en el brazo derecho. Anne aprieta el gatillo y mata a los dos soldados que habían sobrevivido a la explosión de la granada.


— ¿Estás bien? — Pregunta Anne, bajando el arma.

— Sí. — Rogue se mira el brazo ensangrentado. — Vamos a ver este piso y volvemos a la habitación de la que nos fuimos.





Johnny intenta parar el flujo de sangre saliendo por la herida de Santiago. Este intenta apartar a Johnny con las pocas fuerzas que le quedan. La barba se le comienza a llenar de sangre.


— Johnny… — Balbucea Santiago. — Déjame… Ya estoy perdido.
— ¡Jamás! — Johnny intenta cortar el flujo de sangre. — Te necesitamos vivo, Santiago.
— Cuida… de Rogue… Johnny…



Los ojos de Santiago se apagan y Johnny se aleja del cuerpo de Santiago, procediendo a gritar desde lo más profundo de sus pulmones, eclipsando el sonido de los disparos. Dos soldados de Militech aparecen con las armas en alto, y, al ver a Johnny, se quedan perplejos. Este se gira, pistola en mano, y los mira.


— Lo… ¡Lo habéis matado! — Grita, con furia en la voz.
— Qué… Quédese donde está. — Dice uno de los soldados.


Johnny levanta la pistola y dispara a uno de los soldados. El otro, abrumado por la velocidad de reacción del rockero, dispara hacia la pierna. Johnny responde con un disparo en la cabeza. Acto seguido, vuelve a la habitación de la que habían salido.



Rogue se sujeta el brazo, viendo que sangra un poco. Anne la mira y se acerca.


— ¿Quieres volver y te intentas curar o algo?
— No, deja, exploremos este piso y luego volvemos.


Rogue comienza a caminar, seguida de Anne. Todas las oficinas se encuentran vacías y a medio destruir, exceptuando una que tiene un montículo prendido fuego. Anne entra en la oficina y mira bien qué es lo que se está quemando, revelando que son chips de Braindance de Delores Ralton.


— No hay nada que hacer aquí, volvamos. — Anne sale de la habitación. — Espero que Johnny y Santiago hayan encontrado quien hacía el ruido.


Anne y Rogue se dirigen hacia las escaleras cuando ven a un soldado de Arasaka malherido. Rogue levanta el arma y dispara, cayéndose al suelo por el dolor del brazo debido al retroceso del disparo. Anne la levanta y la lleva sobre sus hombros.



Al llegar a la oficina de Yoru, Anne y Rogue ven como Johnny está sentado en el suelo con la espalda apoyada en el escritorio. El fuego crepita junto la pared, casi extinto ya.


— ¿Dónde está Santiago? — Pregunta Rogue.
— Lo mataron. — Dice Johnny con el tono de voz muy bajo, casi como si estuviera afónico.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Arasaka, lo han matado. Primero a Alt, — Se levanta del suelo. — , luego a Santiago, ¿quién coño será el siguiente?


Anne deja a Rogue junto a Johnny para que pueda descansar. En ese momento, por el marco de la puerta, un hombre aparece, completamente ensangrentado y con un arma en la mano. Anne lo reconoce, es Yoru.


— Bueno, bueno, bueno. — Dice Yoru, extenuado. — ¿Pero qué tenemos aquí? Una netrunner, una mercenaria y un rockero. Pero faltan dos personas, ¿no creéis?
— Johnny, no. — Anne mueve el brazo hacia Johnny para que no se mueva. — ¿Qué quieres, Yoru?
— Hablar, como siempre, no hace falta ser agresivo. La violencia engendra más violencia, ¿no crees?


Yoru se había acercado al grupo y se encontraba en medio de la sala, con el fuego a su diestra.


— ¿Qué está pasando ahí fuera? — Pregunta Anne, cortando el silencio.
— No lo sé, señorita Bird, y, créame, me gustaría saberlo.
— Entonces, sin ningún motivo aparente, ¿has decidido ponerte a matar gente?
— Yo me estoy defendiendo, es humano, al fin y al cabo. — Yoru pone los brazos en jarra. — Todo será por el dinero, seguramente. El dinero corrompe a la gente, a la sociedad y al mundo entero.
— Lo dice el tío que trabaja para una corporación, muy bonito. — Dice Rogue. — Ahora vete antes de que te pegue un tiro entre ceja y ceja.
— Ah, la agresividad, que atributo humano más bonito. Una IA no podría ser así, tomar en cuenta la situación que la rodea y actuar en consecuencia, no es más que unos y ceros, un… un programa a seguir, líneas de código que determinan su personalidad.


Rogue se acerca un poco a Anne.


— Anne. — Susurra Rogue. — Mátalo, o deja que lo mate, no me importa, pero haz que se calle.


Yoru sigue hablando.


— Es en estos momentos, en los que no sabemos qué nos va a ocurrir, en los que el dinero es nuestro salvoconducto. Ten dinero, y tendrás la libertad.




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Amagar con disparar a Yoru



— ¿No podrías dejar de hablar por una maldita vez?


Anne comienza a levantar el brazo en el que tiene el arma. Yoru reacciona rápidamente y dispara a la mano con la que Anne sujeta la pistola. Al impactar la bala, deja caer la pistola.


— La violencia engendra violencia que a su vez engendra violencia. — Dice Yoru, acercándose al grupo, con el arma bajada. — No creas que me gusta hacer esto.

— Eres un corporativo, claro que te gusta hacer esto.
— Esa es la imagen que se da de nosotros, desalmados que solo se preocupan por ellos mismos y el dinero que ganamos.


Johnny tose y mira a Yoru, con un hilo de sangre recorriendo su cara. En los ojos del rockero fulguraba el odio acumulado al conocer quien se había encargado de asesinar a su amada.


— Vosotros… — La voz de Johnny suena cansada y entrecortada. — Matasteis a Alt… Y a Santiago.
— Johnny, déjalo. — Dice Rogue.
— Y ahora… — Johnny se levanta tras trastabillar. — ¿Nos vienes con este cuento?


Yoru, al ver que Johnny se estaba acercando, le apunta con la pistola. En la cara del asiático se esboza una sonrisa malévola, casi maquiavélica.


— Vaya, vaya, vaya. Pero si el rockero habla, más allá de en sus canciones.
— Yo… Me dedico a exponer la verdad. — Johnny se tropieza, pero vuelve a levantarse. — No como tú.
— Entonces muéstrame eso que tanto sabes. — Yoru aprieta la mano con la que sujeta la pistola. — ¿Cuál es esa verdad de la que tanto hablas?
— Alt Cunnhingham. ¿Te suena? — Johnny se yergue. — Vosotros la matasteis, y nadie le importó.
— Una vez dejó de ser vital para nosotros, nos encargamos de ella. Así es como funcionan las corporaciones.


Johnny, movido por la furia interna, cierra los puños y salta sobre Yoru. Rogue, en un acto extremadamente rápido, gracias a su potenciador Sandévistan, se consigue interponer entre el rockero y el asiático. Un disparo resuena por la habitación y el tiempo parece ralentizarse. Las marcas de impasibilidad de Yoru al haber disparado a una persona, el odio que consume a Johnny, el estado de aturdimiento de Anne, el dolor que siente Rogue. Todo ello se puede sentir con observar la estancia. El tiempo comienza a volver a su estado natural. El cuerpo de Rogue cae el suelo, con una mancha de color rojiza sobre su camiseta blanca. El cañón de la pistola de Yoru humea tras disparar. Un gruñido de dolor sale de la boca de la mercenaria.


— Rogue, ¡no! — Grita Anne, quien se encuentra estupefacta.


El asiático baja el arma, al ver que quien había disparado no era quien tenía en mente. Johnny, aprovechando que Yoru no estaba atento, salta sobre él, comenzando así una pelea encarnizada, mano a mano, metal contra carne. Gotas de sangre saltan de las narices de ambos, y de la boca del asiático. Mientras tanto, Rogue se arrastra por el suelo, lenta y dolorosamente, acercándose a Anne. Esta se percata de lo que está haciendo la mercenaria y decide acercarse a ella.


— Anne, escucha, corre. — Rogue tose y escupe sangre. — Vete de aquí.
— No, Rogue. No te voy a dejar morir. — Anne coge una de las manos de Rogue. — Estaré aquí contigo, aunque sea lo último que haga en mi vida.
— Escucha, netrunner… Debes irte, tienes que cumplir con la misión que te hemos encomendado… — Rogue vuelve a toser sangre. — Aprovecha que Johnny lo está debilitando.


Anne se levanta y camina lentamente hacia la salida, mientras escucha como Johnny y Yoru se golpean. En el fulgor de la batalla, Johnny consigue levantar a Yoru un poco del suelo, dándole una ventaja momentánea, con lo que aprovecha para tirar al contrincante.


— Anne, huye. Difunde la verdad.


Un alarido resuena por la estancia, a la vez que Yoru corre en dirección a Johnny para continuar atacando. Anne sale corriendo de la habitación y, en el pasillo frente a ella, dividido por un panel de cristal, puede ver la lucha encarnizada que se disputa entre los dos bandos. El sonido de los disparos y las explosiones tapa por completo los pasos rápidos de Anne, quien comienza a subir las escaleras del edificio, buscando una salida rápida. Al pasar unos segundos, los disparos cesan, escuchando, de fondo, el sonido de las sirenas de los camiones de bomberos. Aprovechando el cese del fuego, Anne deja de subir las escaleras y se queda quieta, retomando el aire. El silencio se resquebraja por el fuerte alarido de un hombre, seguido por dos disparos. Como si de un muelle se tratase, Anne vuelve a ponerse de pie y sigue subiendo las escaleras, hasta llegar al helipuerto del que habían descendido un par de horas atrás. El panorama que presentaba la ciudad era desolador. El caos reinaba en Night City, edificios en llamas, coches volcados y quemados, guerras entre bandas, guerras entre las corporaciones, miles de bajas civiles, helicópteros de prensa internacional rondando por el aire, grabando y retransmitiendo el caos en el que está sumida la ciudad. Densos nubarrones se comienzan a formar sobre el cielo citadino.


— ¿Cómo es que hemos llegado a este punto? — Anne suelta su arma y se lleva una mano a la cabeza.



Detrás suya, un taconeo irregular suena. Anne se gira, viendo que se trata de Yoru, quien, cabizbajo, presenta grandes marcas de golpes y puñetazos, algún que otro hilo de sangre recorre su cabeza y, lo más notorio, es que parece cojear. Una de sus manos está apoyada en su abdomen, del cual parece tener un corte. La otra, al aire, sujeta una pistola. De los densos nubarrones comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, una lluvia que más de una persona espera que limpie el daño que acababa de sufrir la ciudad. Yoru levanta la cabeza y mira a Anne.


— Se acabó, Bird. — Grita. — El trabajo ha sido un éxito… Bien hecho al traer a los tres objetivos finales a la propia sede de Arasaka.
— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?
 
La lluvia, al principio ligera, cae con mayor fuerza en el helipuerto de la Torre Arasaka comienza a soplar un fuerte viento. La ropa que ambos interlocutores llevaba en aquel momento comenzaba a mojarse y a pegarse a la piel. El pelo, que se removía por el fuerte viento, se empapaba por la lluvia. Grandes goterones del cielo recorrían los rostros de los dos. Yoru, cuya expresión mezclaba la dulzura de la victoria con la amargura del dolor, tenía un río de sangre, diluido con las gotas de lluvia, recorriendo el lado derecho de su cara.


— Ellos tres… Eran los últimos objetivos de tu misión… Nngh… — Yoru se queja mientras se acerca a Anne, quien se encuentra cerca del borde del helipuerto. — Y traerlos hasta aquí ha sido una jugada maestra.
— Nunca me dijiste que ellos eran los últimos objetivos.
— Por supuesto que no. Sabía perfectamente de la manera que ibas a reaccionar si lo hacía. — Un rayo resquebraja el cielo encapotado. — Por eso me lo mantuve como un secreto. Sé que comenzaste a hacer migas con esos tres, por eso nunca los mencioné.
— ¡Me has engañado!
— Claro, Bird. — Yoru extiende los brazos. — Las corporaciones siempre ganan.


La furia de Anne comenzaba a hacerse notoria, las venas del cuello se le estaban marcando cada vez más y más, apretaba los puños con una fuerza sobrehumana. Aún así, eso no parecía importarle a Yoru.


— Deja que te haga una pregunta, netrunner. — Yoru deja caer los brazos. — ¿Quién es el verdadero culpable de todo esto?
— Tú. — Gruñe.
— No, Bird. — Yoru niega con la cabeza. — La gente. Es la fe ciega con la que nos seguís, como ovejas a un pastor. Es por ese motivo por el que nadie quiere liderar un cambio. Es por eso, por lo que os estancáis en encontrar cualquier trabajucho de poca monta para llegar a fin de mes.
— ¿Y tú qué sabrás de eso? Vives como un rey, pisoteas a los demás, haces lo que te venga en gana.
— Al contrario, Bird. Vosotros me obligasteis a hacer esto. Es la culpa del ciudadano, corrupto por la sobrecarga mental de información y chips de braindance, es por eso por lo que nadie está dispuesto a liderar un cambio para destronar a las corporaciones. ¿O igual sí que hay alguien?


Anne pestañea rápidamente, perpleja por ese cambio de tono en el discurso de Yoru.


— Ah, no te esperabas que supiese de alguien que pudiese liderar un cambio. — Yoru se ríe. — Los ciberpsicópatas. Personas alienadas de la sociedad, mejoradas hasta extremos inimaginables, solo por el afán de ser mejores que los demás. Ellos, si pudiesen mantener algo de cordura en su lento proceso de deshumanización, serían quienes liderarán un posible grupo revolucionario en contra de las corporaciones. Pero no, están demasiado locos como para poder hacer semejante acción.

— ¿Alguna vez escuchas lo que dices, maldito loco?
— Sí, Bird. Yo siempre escucho, pero, ¿y tú?


Yoru levanta la mano con la que sujetaba la pistola y apunta a Anne, quien está al borde del abismo.


— Este es tu final, Bird. Te aliaste con quien no debías. Deberías haberte unido a mí. Habrías llegado alto.
— ¿Para qué? — Grita. — Mi marido está muerto. — La voz de Anne se comienza a entrecortar. — Quienes me apoyaban en esta cruzada han muerto.
— ¿Y todo el dinero que has conseguido, qué? ¿Acaso no te importa el dinero?
— Me importa una mierda el dinero. — Anne saca una pistola de su chaqueta. — Eso no hará que recupere a las personas a las que amaba. — Levanta el arma, apuntando a la cabeza de Yoru. — Y tampoco permitiré que tú sigas respirando.


Las gotas de lluvia caen con fuerza sobre la ciudad. Las dos figuras, ambas cansadas y malheridas, sobre la azotea de la Torre Arasaka, mantienen el contacto visual. Los rayos rompen el negro cielo, remarcando ciertos detalles de los dos contrincantes. En un abrir y cerrar de ojos, Yoru y Anne disparan. El disparo de Anne impacta en la cabeza de Yoru, quien cae en el suelo del helipuerto, completamente muerto, formando una mancha diluida de sangre en el techo. El disparo de Yoru, por otra parte, impacta en el hombro de Anne, provocando que esta trastabille y se precipite al vacío.


— Parece que aquí acaba todo.


Anne cierra los ojos a medida que cae. Como si de una película se tratase, puede ver todos los momentos de su vida pasar por sus ojos. El momento en el que nace, con sus extremadamente jóvenes y felices padres. La primera vez que va a clase. Las rabietas que tenía por las decisiones que tomaban sus padres. La primera vez que viajó al extranjero. Su época del instituto, con sus altibajos, novios y fiestas. El momento en el que decidió dedicarse en cuerpo y alma a ser una netrunner. Los trabajos con la policía, o los que encontraba en la Red. El día en el que conoció a Joshua, quien aún era un joven apuesto. Cuando confesó su amor por él, cuando se casaron. Y el trabajo que acababa de terminar. Las vidas que había sesgado, las amistades que había perdido.




En el despacho más alto de la Torre Arasaka se pueden ver dos figuras, Yoru Tomobiki y otra, vestida con un caro traje de color negro. Entre ellos, una mesa de cristal. Sobre la mesa, una caja transparente con la forma de un chip de braindance. Yoru se quita el chip de su zócalo y lo deja en su recipiente.


— ¿Y? ¿Qué le ha parecido? — Pregunta el hombre del traje.
— Ingenioso. — Yoru sonríe. — Me gusta. Haz que mis chicos le metan el Soulkiller y dáselo a nuestro objetivo.
— Por supuesto, señor. Ahora mismo lo hago.


El hombre del traje negro se levanta del asiento y se marcha de la sala, dejando a Yoru solo. Este se gira para ver la silueta de la ciudad por el enorme ventanal que tiene frente suya. En su cara se pueden ver rasgos de agotamiento y de tristeza. Se levanta del asiento y sale de la sala. Al llegar a la recepción de la Torre, se encuentra con un grupo de periodistas hablando con las recepcionistas. Yoru reconoce a una de las periodistas, Bes Isis.


– Por favor, necesitamos hablar con el señor Tomobiki. – Dice Bes.
– El señor Tomobiki tiene una agenda bastante apretada y no creo que pueda contestar a ninguna de las preguntas que quiere hacerle.
– Volveré.


Bes se da media vuelta y sale de la torre, acompañada por su grupo de periodistas, completamente enfadada. Yoru se acerca al mostrador y sonríe a la recepcionista.


– Gracias por la ayuda, no debía hacerlo.
– No es molestia, sé como son los periodistas. – La recepcionista sonríe. – Pase un buen día.
– Igualmente.


El asiático se aleja de la recepción y sale por la puerta, frenando en seco. Se da media vuelta y vuelve a acercarse a la recepcionista. Esta, al volver a ver a Yoru, se sorprende pero sonríe.


– ¿Tienes algo que hacer luego? – Pregunta Yoru. – Digamos sobre las 6 de la tarde.
– ¿Me está invitando a una cita?
– Considéralo un detalle por el trabajo que tienes que soportar. – Sonríe.
– Oh vaya, que amable. – La chica se sonroja un poco. – Estaré preparada a las 6, le espero aquí.
– Nos veremos aquí, entonces.


Yoru saluda a la recepcionista y vuelve a salir del edificio, esta vez, dirigiéndose al garaje de la empresa. Allí, al entrar, saluda a los de seguridad y se sube a su Toyota Avante negro. Al acercarse a la garita de los de seguridad, frena y baja la ventanilla.


– Pasen una buena tarde, caballeros.
– Pase una buena tarde usted también, señor Tomobiki.



Bobby Tiberio entra en una tienda con el nombre medio cubierto. El escaparate está lleno de urnas de distintos tamaños, colores y diseños, aparte de tener un enorme cartel con las palabras “Para quienes nos han abandonado.”. Un hombre de avanzada edad, calvo y con manos metálicas, se encontraba terminando de tallar una urna. Al ver que Bobby entra le saluda con la cabeza.


— En un momento le atiendo, buen señor.


Las manos metálicas del señor vuelven a centrarse en acabar de tallar la urna que tenía frente a él. Bobby se sienta en uno de los asientos de terciopelo que hay junto a una de las paredes. Una vez sentado allí, se percata de una esbelta figura que se encuentra apoyado en la pared de enfrente, leyendo una revista. Este levanta la mirada y saluda. Bobby comienza a inspeccionar los rasgos de la persona que tenía delante.


— ¿Qué hace un hombre como usted en un lugar como este? — Pregunta Bobby, un tanto extrañado. – No suele ser normal ver a corporativos de la talla del señor Yoru Tomobiki por aquí.
— Vengo a buscar los restos de alguien.
— ¿Una amante, quizás?
— No.
— ¿Familiar?
— Mi hija. — Yoru suspira. — ¿Y usted?
— Alguien en quien confiaba mucho. — Una lágrima se resbala por la mejilla de Bobby.


El hombre mayor, quien ya había terminado de tallar la urna que tenía entre las manos, se acerca a los dos hombres, con una taza en cada mano.


– Ahora les traigo las urnas, caballeros. Mientras tanto, disfruten de la bebida. – El hombre les da la bebida con una amplia sonrisa en la cara.


Tanto Yoru como Bobby cogen la taza y beben el líquido. El hombre, mientras tanto, buscaba las urnas de los clientes.


– Es una lástima que gente que queremos tanto muera de un momento para otro. – Bobby rompe el silencio. – Nos enseña la fragilidad de la vida, la necesidad de vivir la vida mientras podamos.


El anciano se acerca a Yoru y a Bobby, urnas en mano. Le entrega la suya a Bobby y luego a Yoru. Con un fuerte apretón de manos, Bobby y el anciano se despiden. Luego, mira al asiático.


– Recuerde, Yoru. Nunca sabe cuando se nos acaba el chollo. – Saluda con la cabeza. – Hasta más ver.


Bobby sale de la tienda, dejando a Yoru de pie, en medio de la tienda, pensativo.



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