Ir con Brandt
La cena transcurre con normalidad, Rogue y Johnny sentados a un lado de la mesa, y Anne y Joshua al otro. El local se comienza a vaciar, no sin antes, parar junto la mesa de Johnny Silverhand y pedirle un autógrafo. Al acabar de cenar, Johnny mira a Anne.
– Bueno, ¿sabes qué vas a hacer? – Johnny le da un trago a su bebida.
– Voy con Joshua.
Joshua abre los ojos como platos y mira a Anne.
– Que queden las cosas en la pareja, lo pillo. – Rogue sonríe y se reclina en el asiento. – Aún así, estaremos en tu Times Square, escuchando cómo va todo, ¿te parece bien?
– Pensé que la netrunner era yo.
– Vale. – Dice Johnny entre risas. – ¿Cuándo irás?
– Mañana, hoy quiero darme una ducha y descansar. – Anne se rasca la nariz. – ¿Pagamos?
El cocinero sale de la cocina y se acerca a la mesa donde está el grupo.
– Señor Sliverhand, ¿podría sacarme una foto con usted?
– Claro, siéntese con nosotros.
El cocinero se sienta entre Rogue y Johnny, uno de los ayudantes coge una cámara y saca una foto. Tras dispararse el flash y que el chico diese el visto bueno a la imagen, el cocinero comienza a hablar con el grupo.
– ¿Cómo estuvo la comida? No suele venir una celebridad como usted, Johnny.
– Me halaga su comentario.
La conversación se extiende hasta altas horas de la madrugada, acompañada de aperitivos y bebidas alcohólicas tradicionales italianas. Tras la visita del cocinero, el intercambio de halagos y alcohol, el grupo sale, dando tumbos, de Beppo’s.
– Bueno. – Johnny eructa. – Perdón. Nos vemos mañana.
Johnny y Rogue piden un taxi y se quedan esperando, mientras que Joshua y Anne vuelven al coche para ir a casa y descansar.
A la mañana siguiente, Anne se levanta y coge su ropa de “trabajo”, chaqueta larga, pantalones con pistolera para llevar la pistola, botas altas y una camiseta de Samurai. Mira a su marido y levanta la persiana.
– Venga, a trabajar, bello durmiente.
– Cinco minutos más…
– Tenemos que hablar con la Techie.
– Ve tú.
– Has cenado con Silverhand, ahora te toca currar.
– Está bien. – Joshua se despereza.
– Te espero en la entrada del edificio.
Anne, sentada en uno de los sofás de la entrada, está leyendo las noticias de los screamsheets, cuando una llamada de Johnny Silverhand aparece en el Times Square de Anne.
– Hey, Anne, ¿cómo ha ido?
– Acabamos de despertar, Johnny, y Joshua aún se tiene que vestir.
– Vale, avisa cuando vayáis a ir para poder llamarte otra vez.
Joshua sale del ascensor y le hace un gesto a Anne con la mano para emprender el camino a la casa de la Techie. Anne se levanta y salen los dos del edificio.
– No hace falta que cuelgues, Johnny, ya vamos para allí.
– Perfecto, estaremos atentos.
Anne y Joshua entran en el coche y salen del garaje, en dirección al apartamento de la techie. Durante el camino, Joshua recibe una llamada de su jefe.
– Inspector Brandt, ¿dónde coño está? Debería haber llegado hace una hora. – La voz grave del jefe de Brandt suena por el coche.
– He encontrado una pista sobre el caso de la ciberpsicosis, no puedo perderla.
– Ese caso está perdido, Brandt. Y ya le he dicho que lo deje de una maldita vez.
– Tengo una corazonada, jefe.
– Espero que estés en lo cierto, Brandt.
El jefe cuelga la llamada y Brandt sigue conduciendo sin decir nada hasta llegar a la dirección que le había dado Johnny. Al bajar del coche, Anne puede ver el maltrecho edificio. Frente a ella, la puerta, carcomida por el tiempo, y pintarrajeada por los pandilleros.
– Vayámonos, Anne. Este sitio me da mal rollo.
– Menudo mierdas de policía estás hecho, Joshua.
Anne entra en el edificio a medida que desenfunda su pistola. En las paredes se pueden ver grafittis de bandas locales, algún que otro “No hay futuro” y garabatos varios. El ruido de soldadura y los haces de luces esporádicos salen del fondo del pasillo. Joshua, pistola en alto, camina detrás de Anne. Al llegar a la puerta se puede ver un pequeño cartel de “Prohibido el paso”. Golpea tres veces la puerta. Los chispazos de soldadura dejan de oírse. La puerta se abre, dejando paso a una mujer joven, afroamericana.
– ¿Sí?
– H-hola, hemos venido a hablar.
– No os conozco, marchaos.
– Venimos de parte de Silverhand. Tenemos un trabajo para ti.
La cena transcurre con normalidad, Rogue y Johnny sentados a un lado de la mesa, y Anne y Joshua al otro. El local se comienza a vaciar, no sin antes, parar junto la mesa de Johnny Silverhand y pedirle un autógrafo. Al acabar de cenar, Johnny mira a Anne.
– Bueno, ¿sabes qué vas a hacer? – Johnny le da un trago a su bebida.
– Voy con Joshua.
Joshua abre los ojos como platos y mira a Anne.
– Que queden las cosas en la pareja, lo pillo. – Rogue sonríe y se reclina en el asiento. – Aún así, estaremos en tu Times Square, escuchando cómo va todo, ¿te parece bien?
– Pensé que la netrunner era yo.
– Vale. – Dice Johnny entre risas. – ¿Cuándo irás?
– Mañana, hoy quiero darme una ducha y descansar. – Anne se rasca la nariz. – ¿Pagamos?
El cocinero sale de la cocina y se acerca a la mesa donde está el grupo.
– Señor Sliverhand, ¿podría sacarme una foto con usted?
– Claro, siéntese con nosotros.
El cocinero se sienta entre Rogue y Johnny, uno de los ayudantes coge una cámara y saca una foto. Tras dispararse el flash y que el chico diese el visto bueno a la imagen, el cocinero comienza a hablar con el grupo.
– ¿Cómo estuvo la comida? No suele venir una celebridad como usted, Johnny.
– Me halaga su comentario.
La conversación se extiende hasta altas horas de la madrugada, acompañada de aperitivos y bebidas alcohólicas tradicionales italianas. Tras la visita del cocinero, el intercambio de halagos y alcohol, el grupo sale, dando tumbos, de Beppo’s.
– Bueno. – Johnny eructa. – Perdón. Nos vemos mañana.
Johnny y Rogue piden un taxi y se quedan esperando, mientras que Joshua y Anne vuelven al coche para ir a casa y descansar.
A la mañana siguiente, Anne se levanta y coge su ropa de “trabajo”, chaqueta larga, pantalones con pistolera para llevar la pistola, botas altas y una camiseta de Samurai. Mira a su marido y levanta la persiana.
– Venga, a trabajar, bello durmiente.
– Cinco minutos más…
– Tenemos que hablar con la Techie.
– Ve tú.
– Has cenado con Silverhand, ahora te toca currar.
– Está bien. – Joshua se despereza.
– Te espero en la entrada del edificio.
Anne, sentada en uno de los sofás de la entrada, está leyendo las noticias de los screamsheets, cuando una llamada de Johnny Silverhand aparece en el Times Square de Anne.
– Hey, Anne, ¿cómo ha ido?
– Acabamos de despertar, Johnny, y Joshua aún se tiene que vestir.
– Vale, avisa cuando vayáis a ir para poder llamarte otra vez.
Joshua sale del ascensor y le hace un gesto a Anne con la mano para emprender el camino a la casa de la Techie. Anne se levanta y salen los dos del edificio.
– No hace falta que cuelgues, Johnny, ya vamos para allí.
– Perfecto, estaremos atentos.
Anne y Joshua entran en el coche y salen del garaje, en dirección al apartamento de la techie. Durante el camino, Joshua recibe una llamada de su jefe.
– Inspector Brandt, ¿dónde coño está? Debería haber llegado hace una hora. – La voz grave del jefe de Brandt suena por el coche.
– He encontrado una pista sobre el caso de la ciberpsicosis, no puedo perderla.
– Ese caso está perdido, Brandt. Y ya le he dicho que lo deje de una maldita vez.
– Tengo una corazonada, jefe.
– Espero que estés en lo cierto, Brandt.
El jefe cuelga la llamada y Brandt sigue conduciendo sin decir nada hasta llegar a la dirección que le había dado Johnny. Al bajar del coche, Anne puede ver el maltrecho edificio. Frente a ella, la puerta, carcomida por el tiempo, y pintarrajeada por los pandilleros.
– Vayámonos, Anne. Este sitio me da mal rollo.
– Menudo mierdas de policía estás hecho, Joshua.
Anne entra en el edificio a medida que desenfunda su pistola. En las paredes se pueden ver grafittis de bandas locales, algún que otro “No hay futuro” y garabatos varios. El ruido de soldadura y los haces de luces esporádicos salen del fondo del pasillo. Joshua, pistola en alto, camina detrás de Anne. Al llegar a la puerta se puede ver un pequeño cartel de “Prohibido el paso”. Golpea tres veces la puerta. Los chispazos de soldadura dejan de oírse. La puerta se abre, dejando paso a una mujer joven, afroamericana.
– ¿Sí?
– H-hola, hemos venido a hablar.
– No os conozco, marchaos.
– Venimos de parte de Silverhand. Tenemos un trabajo para ti.