Juego de rol creado por la comunidad.

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El siguiente es un juego creado exclusivamente por los compañeros de Discord Ben (@AroundR) y Mancore (@Manko_2) , con la inestimable ayuda de @MadqueenShow y el apoyo de @haldQQ.
Es un juego muy sencillo en el que debéis elegir qué queréis que haga el personaje en cuestión.

Si queréis, estáis invitados a uniros a nuestro canal oficial de Discord de Cyberpunk 2077.

Esperamos que lo paséis en grande jugando y descubriendo la historia que han preparado.
 
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20 de julio de 2020

– Hoy, lunes 20 de julio, presentaremos el nuevo trabajo de Delores Ralton, Hitting Hard, un chip de Braindance donde Delores mezcla sus grandes éxitos con deportes de combate. – El hombre trajeado comenta, haciendo grandes aspavientos con sus brazos metálicos. – Desde hoy a la tarde, podréis comprar Hitting Hard, el nuevo trabajo de Delores Ralton, la nueva Johnny Silverhand.

El televisor donde se estaba retransmitiendo el anuncio del chip de Braindance se apaga. Frente a este está sentada una mujer, Delores Ralton, quien está fumando un cigarrillo.

– ¿No crees que deberías pedir que dejen de llamarte así? – Dijo una voz neutral.
– Te quejas demasiado, encanto. ¿Te programaron así? – Delores da una calada al cigarrillo.

21 de julio de 2020

En las noticias musicales sólo se habla del enorme éxito del chip de Braindance de Delores Ralton. El asistente de Delores, una IA, está en el camerino de Delores, esperando a que ella llegue. El televisor está encendido, y las noticias que narran los presentadores es lo único que suena en toda la habitación. “El gran éxito de Delores Ralton, la nueva Johnny Silverhand”.

– Lo que no saben es de lo que puede ser capaz esos “grandes éxitos”. – Dice la IA en voz alta, sola en la habitación.

23 de julio de 2020

En el canal de News 54 se reporta un ataque de ciberpsicosis, entrevistando al Sargento Max Hammerman, de la Policía de Night City.

– Bes Isis informando desde el lugar de los hechos. – En el fondo se pueden observar varios AV-4 de Trauma Team, un furgón de MaxTac y varios vehículos de la Policía de Night City. – Nos encontramos frente a Producciones Billi G, en el cruce entre la Calle Zelazny y la Tercera, donde ha ocurrido un ataque de ciberpsicópata hace menos de una hora. Con nosotros tenemos al Sargento Hammerman, de la Policía de Night City. – Bes se gira para encarar al Sargento Hammerman. – ¿Qué nos puede decir sobre el ataque, Sargento?

– Hemos confirmado una docena y media de muertos, más una veintena de heridos, algunos de ellos, graves.
– ¿Sabemos algo sobre el ciberpsicópata?
– Eso es información clasificada, señora.

En el fondo se ve a un agente haciendo aspavientos para llamar a Hammerman.

– ¡Hammerman, venga aquí! – Grita su compañero desde la escena del crimen.

Hammerman se aleja de la cámara al trote, dejando a Bes Isis sola.

– Esto ha sido todo lo que hemos podido sacar del Sargento Max Hammerman, de la Policía de Night City. Mi nombre es Bes Isis y usted está viendo News 54.

El televisor de la habitación de Delores Ralton se apaga, y esta se levanta del asiento para buscar la ropa al armario.

– Es horrible lo que ha sucedido, ¿no crees? – Pregunta a su IA asistente.
– Es lo que ocurre cuando excedes tu límite de aumentos. MaxTac le habría advertido pero el atacante decidió continuar modificándose.
– Supongo que tienes razón. – Dice Delores.
 
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24 de julio de 2020

– News 54 informando sobre el ataque del ciberpsicópata de ayer. – Dice el presentador, Chuck Jameson, con su pelo repeinado y su traje beige. – La Policía de Night City ha confirmado que se trataba de un ajuste de cuentas entre las bandas de The Moh y Tango.

26 de julio de 2020

A la salida de las clases en la Universidad de Night City, un hombre que vestía una gabardina larga, y tenía en la mano derecha una BudgetArms C-13 y en la izquierda una sierra mecánica. A la par de este incidente, se produce otro en el Megacentro Comercial de Night City, donde una mujer comienza a disparar con un Kalashnikov A-80.

Dos horas más tardes, equipos de Trauma Team, MaxTac y la Policía de Night City se encuentran desplegados en los dos lugares. Bes Isis aparece en la Universidad de Night City, junto a su compañero.

– Graba aquí, Miles, empieza. – Le dice Bes.

Miles le levanta el pulgar derecho indicando que la cámara ya está encendida y lista para comenzar a retransmitir en cuanto News 54 le avise del cambio de cámara. El auricular de Bes crepita indicando que ya le toca a ella hablar.

– Aquí Bes Isis, informando desde la Universidad de Night City, donde se ha producido un ataque de ciberpsicosis. Los agentes de MaxTac han reducido al ciberpsicópata hace escasos minutos, y Trauma Team se está encargando de sanar a los vivos y guardar a los muertos. Junto a nosotros se encuentra el Teniente Strawberry Morressey, de la Policía de Night City. – Se gira para hablar con el Teniente. – ¿Qué nos puede decir de este ataque? ¿Está relacionado con el ataque del otro día y con el que ha sucedido a la misma hora en el Megacentro Comercial?

– Querida conciudadana, lo único que se me permite decir es que la Policía de Night City tiene la situación bajo control. El ciberpsicópata ha sido reducido y no es un problema en estos momentos.

Al fondo se puede ver como dos enfermeros de Trauma Team suben a un herido al AV-4. Junto al AV-4 se encuentra un grupo de MaxTac, hablando y con las armas enfundadas. Las luces de los vehículos se mezclan con la luz del sol.

– ¿Puede decir a cuánto sube la cifra de muertes?
– Eso es información clasificada que se hará pública cuando sea necesario y tengamos las cifras reales. Por ahora sólo podemos hacer estimaciones.
– ¿Es cierto que el atacante portaba una pistola y una sierra mecánica?
– Como bien he dicho, eso es información clasificada. Y, si me disculpa, tengo trabajo que hacer.

El Teniente Strawberry Morressey vuelve a la escena del crimen, donde se pone a colocar cartelitos numerados. Bes se gira hacia la cámara y sonríe.

– Mi nombre es Bes Isis, y usted está viendo News 54.

27 de julio de 2020

El periodista Pablo González está sentado en su apartamento en Pacifica, ojeando el periódico cuando lee la noticia de la segunda oleada de ataques de ciberpsicosis. Deja el periódico sobre la mesa y comienza a buscar en su lista de contactos a gente que pueda saber sobre el tema.

Al otro lado de la bahía Del Coronado, en una pocilga de habitación en Marina Este, la netrunner Anne Bird encuentra en la Red algunos datos sobre los ataques de ciberpsicosis. Lo único que encuentra son palabras sueltas. “Braindance” “Ralton”.

29 de julio de 2020

Dentro de los Pasillos Libertine, un grupo de jóvenes criminales se están chutando unas sustancias extrañas que les habían comprado a un dorfinómano que había allí, aparte, otro grupo está jugando a los bolos, y una pareja de universitarios están en el salón de holojuegos. De repente, entra al local un hombre encapuchado y saca de su abrigo una Glock Thirty. En menos de media hora, un equipo de Trauma Team, uno de MaxTac y tres coches patrulla de la Policía están frente a los Pasillos Libertine, acordonando la zona y llevando al ciberpsicópata al furgón de MaxTac.

A la hora de todo el suceso finalizado, Bes Isis y su compañero aparecen en la zona para entrevistar al Teniente Morressey.

– Aquí Bes Isis desde el lugar del último ataque de ciberpsicosis.
– Señora Isis, no voy a contestar a nada. No podemos revelar ningún tipo de información. – Mira a la cámara. – Si algún televidente quiere saber sobre los ataques, que se espere a las declaraciones oficiales de la Policía. Muchas gracias y buenas tardes, he de trabajar, no como usted.

31 de julio de 2020

En El Cortocircuito, un bar frecuentado por netrunners, donde suelen ir a tomar una copa y conseguir el siguiente trabajo para pagar el alquiler y la comida del mes siguiente. El fixer Bobby Tiberio está sentado en la barra, tomándose un Silverhand, publicando un anuncio en la Red del Cortocircuito. A los 15 minutos de que Bobby Tiberio publicase el mensaje se le acerca una mujer vestida de camuflaje, de pelo largo y liso, con cicatrices rituales a lo largo de los brazos.

– ¿Señor Tiberio? – Pregunta con su voz de contralto. – Vengo por la oferta de trabajo.
– ¿Y usted es? – Bobby Tiberio da un trago a su bebida.
– Anne.
– ¿Y por qué cree usted que es la adecuada para el trabajo?

Anne hace un gesto para que le dé la misma bebida que está tomando Bobby. Este da otro trago a la bebida y deja la copa medio vacía.

– Porque los demás son unos incompetentes. – Dice Anne mientras se bebe su Silverhand de un trago, dejando sorprendidos tanto al camarero que le dio la bebida como a Bobby.
– Me gusta tu actitud, choomba.
 
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1 de agosto de 2020

Dentro del Centro Comercial Nichiban se puede ver a grupos de japoneses y de gaijins yendo de una tienda a otra, comprando artilugios y cachivaches. De entre la multitud, una mujer saca una navaja de su pantalón y comienza a acuchillar a los transeúntes que paseaban por allí. Entre gritos de dolor, sollozos y algunos japoneses pidiendo clemencia en su idioma natal, un escuadrón de MaxTac irrumpe en el Centro Comercial, reduciendo a la ciberpsicópata. Veinte minutos más tarde, dos AV-4 de Trauma Team, junto a un par de coches de la Policía, se establecen por el perímetro del Centro Comercial Nichiban. La gente que estaba fuera del Centro Comercial se agolpan junto a los policías, preguntando qué había ocurrido. En menos de lo que canta un gallo, y al haberse esparcido la noticia de una nueva oleada de ataques de ciberpsicosis, cámaras de televisión y reporteros se encontraban a lo largo y ancho de la calle que rodea el Centro Comercial. Entre esos reporteros se encuentran Bes Isis y su compañero.

– Aquí Bes Isis informando desde el Centro Comercial Nichiban, en el Barrio Japonés. Han informado de un ataque de ciberpsicosis. Junto a mí se encuentra el Teniente… – Bes deja de hablar al ver que no había nadie junto a ella. – ¿Adónde se ha ido el Teniente?
– Dijo que no iba a decir nada. – Contesta el compañero de Bes.
– ¡Me acaban de joder la exclusiva! – Bes tira el micrófono al suelo. – Vámonos, Kyle, estoy hasta las narices de estos follacromo.

Detrás de Bes se encontraban dos agentes de MaxTac que, al oír lo que había dicho ella, se acercaron con cara de pocos amigos.

– Disculpe señorita, ¿qué nos ha llamado? – Dice uno de los dos, el más musculado.
– Kyle, apaga la cámara. – Le ordena Bes a Kyle. – Te he llamado “follacromo”, ¿algún problema?

Kyle se aleja un poco para poder tener una panorámica de la escena. Nunca en sus años como operario de cámara había visto a un reportero ser tan grosero contra los agentes de la ley.

– Kyle, ¿qué coño estás haciendo? Te he dicho que dejes de grabar, joder.
– Señora. – Le dice a Bes el agente musculado de MaxTac. – Debe comprender que llamarnos lo que nos ha llamado es una falta de respeto, ya que estamos haciendo un bien para Night City.
– Piérdete, follacromo. – Le dice Bes, girándose sobre sus talones y yéndose con la cabeza bien alta.

El agente de MaxTac le propina un fuerte puñetazo en la nuca a Bes, quien cae inconsciente contra el suelo.

2 de agosto de 2020

En El Cortocircuito, Anne y Bobby Tiberio están sentados en la barra, ella con un Silverhand y él con un Asesino, hablando de negocios.

– Supongo que sabrás los lugares donde puedes ir, ¿no?
– La Universidad, el Megacentro Comercial y el Centro Comercial Nichiban, ¿correcto?
– Eso es. – Bobby Tiberio le da un sorbo a su bebida. – Elige el lugar donde quieras comenzar. Si puedes tirar de contactos, hazlo. Yo me quedaré en mi piso franco y buscaré ayuda entre mis conocidos. Cuando termines con la inspección de un lugar, contacta conmigo para informar y poner en común los datos obtenidos, ¿de acuerdo?
– Sí, Bobby. – Anne le da un trago a su bebida, dejando el vaso vació sobre la mesa. – Mi jornada laboral empieza ahora.

Anne sale de El Cortocircuito para ir a su apartamento y poder recoger un par de objetos necesarios, es decir, su ciberterminal y su pistola. Toma la línea 22 del bus de Night City, con parada en Marina Este. Al llegar a su pocilga de casa, recoge su ciberterminal Kirama LPD-12 y su Militech Avenger.

– Vale. – Dice en voz alta. – ¿Qué lugar debería visitar primero? – Se gira y mira al desteñido mapa de Night City que tiene colgado en la pared. – En la Universidad no habrá mucha seguridad, por lo que colarme en su sistema de cámaras será fácil, al igual que no habrá mucha policía. Por otro lado, en el Megacentro Comercial fue donde más gente murió, por lo que se puede obtener una mayor cantidad de datos, aunque, es cierto que la posibilidad de entrar al recinto de cámaras es complicado, y la seguridad allí es elevada. – Resopla y vuelve a mirar al mapa. – Y por último, el Centro Comercial Nichiban. Supongo que allí sería el peor lugar donde poder meter las narices, Arasaka y la yakuza estarán intentando averiguar quién fue el responsable, y tener a un gaijin molestando no les hará mucha gracia. – Se sienta en la silla que tiene a su diestra. – ¿Qué hago? ¿Cuál sería el mejor lugar para comenzar a investigar?

Aquí podéis votar.
 
Ir a la Universidad de Night City (NCU)

Tras estar media hora frente al mapa de Night City, su visor Times Square indica que Anne está recibiendo una llamada urgente. El inspector Brandt de la Policía de Night City.

– ¿Sí? – Dice ella.
– ¿Anne? Soy Brandt, necesito tu ayuda. – El inspector suena preocupado. – Y de manera urgente.
– ¿Dónde estás? – Anne, mientras tanto, está recogiendo su Kirama LPD-12 y su Militech Avenger.
– La Universidad. – De fondo se puede oír las voces de los demás agentes.
– ¿Has decidido terminar tu carrera de arquitectura?
– Eso jamás. – Deja escapar un suspiro. – ¿Puedes venir? Necesitaré tu ayuda en esto.
– Estaré allí lo antes posible.
– Perfecto, nos vemos ahora.
– Hasta ahora, cari… Inspector. – Se aclara la garganta y cuelga la llamada.

Con la Kirama a la espalda y la Militech Avenger guardada en la pernera de su pantalón, Anne ve su reflejo en el espejo roto que tiene junto a la puerta de salida. Sus ojos verdes, casi apagados por el cansancio, el labio inferior partido por la pelea en la que se había enfrascado hacía dos meses en un bar. Se queda frente al espejo, viéndose detenidamente, las facciones hispanas de su madre, las irlandesas de su padre. Una llamada del cartero saca a Anne de su trance. Abre la puerta, saluda al hombre vestido de azul con gorra verde, tira las cartas en el suelo de su pocilga y se va, cerrando la puerta con toda la seguridad que tiene.

– La manera más rápida de ir a la Universidad sería pedir un taxi. – Piensa para sus adentros. – Pero me va a salir muy caro el viaje, y aún no he recibido el anterior pago. – Anne da media vuelta y entra en su piso otra vez. – Me voy en moto, saldrá más barato.

De la mesilla de la entrada coge las llaves de su Kundalini Shiva, las cuales guarda en el bolsillo de su chaqueta. Cierra la puerta otra vez y se va a por su moto.

Anne aparca la moto a las afueras de la Universidad de Night City, junto a un par de coches. Se pueden ver las luces de las ambulancias y de los coches de policía. Anne llama al inspector Brandt para notificar que ya se encontraba en el punto de reunión. En el visor Times Square aparece la cara del inspector Brandt.

– Inspector Brandt. – Dice serio.
– Soy yo, ca… Inspector.
– Deja de evitar decir esa palabra, todo el mundo lo sabe.
– Sigo sin poder creerme que estemos casados. – Resopla al finalizar la frase.
– Si te pusieses el anillo, igual así te lo creerías. – Se ríe. – Por cierto, ¿dónde estás?
– Frente a la facultad de Física, tengo a dos MaxTac bloqueando la entrada.
– Quédate ahí hasta que aparezca.

Anne se queda frente a los agentes de MaxTac, quienes están con el arma en las manos, apuntando al suelo, dedo índice de la mano derecha sobre el cuerpo del arma. El inspector Brandt aparece por la esquina de la facultad de Física.

– Dejad pasar a la mujer. Está conmigo. – Dice en tono inquisitivo.
– Sí, señor. – Contesta uno de los agentes de MaxTac.

Ambos hombres se apartan para dejar pasar a Anne, quien, rápida como un rayo, pasa junto a los agentes de MaxTac. Brandt se le acerca y le ofrece un cigarrillo.

– ¿Quieres uno? – Dice Brandt, con una sonrisa bobalicona en la cara.
– ¿Cuándo le he dicho yo no a un cigarrillo gratis? – Anne coge el cigarrillo y se lo lleva a la boca.
– Ahí le has dado. – Acerca su dedo mechero y enciende el cigarrillo de Anne.

Anne da una calada y echa el humo en un fino hilo. El inspector Brandt, por el contrario, echa el humo como si de una chimenea se tratase. Ambos iban caminando hacia el lugar donde el ciberpsicópata había atacado, la facultad de Bellas Artes. Al llegar allí, se pueden ver aún bolsas con cadáveres dentro, las manchas de sangre y los carteles numerando las evidencias.

– No hemos tenido mucho tiempo para limpiar.
– Pues está más limpio que el cuchitril en el que vivo.

Ambos se ríen por el comentario de Anne mientras el resto de compañeros de Brandt están recogiendo pruebas. Se miran a los ojos y se sonríen, cuando el asistente de Brandt, un joven recluta de la policía de Night City, se acerca a ellos.

– Señor Bran… – Se calla al ver la escena. – ¿Interrumpo algo?
– No, no pasa nada, chaval. – Brandt mira a su asistente. – ¿Qué has encontrado?
– Unas marcas extrañas en el cuerpo del ciberpsicópata.
– ¿Dónde está el pirado?
– Hoy lo llevan a la morgue.
– Que no lo toquen hasta que yo no llegue allí, necesito ver a ese fiambre con marcas. – Brandt se gira y mira a Anne. – ¿Qué crees que puedes hacer?
– Necesitaré saber la información que conocéis vosotros.
– Mi asistente te dará los archivos e informes, ¿alguna otra cosa más?
– ¿Puedo meterme en el circuito de cámaras?

Brandt y su asistente se miran, extrañados. Nunca habían creído que el circuito de cámaras iba a ser útil. Es más, desconocían que en la facultad de Bellas Artes hubiese alguna cámara de seguridad.

– Las cámaras pueden dar alguna pista sobre el comportamiento previo del ciberpsicópata. – Anne pone los brazos en jarra y comienza a dar golpecitos en el suelo con la punta de su pie derecho. – ¿De verdad no os habíais dado cuenta de eso?
– Ahora entiendo porque están casados ustedes dos. – Dice el asistente de Brandt.
– Pírate por ahí, chaval.
– S..Sí, señor. – El asistente pone pies en polvorosa y vuelve al coche policial.
 
Brandt se gira para ver a Anne otra vez, quien está con los brazos cruzados, esperando una respuesta.

– ¿Y bien?
– Haz lo que sea, tenemos libertad para pedir cualquier tipo de información que precisemos. – Brandt levanta la mano. – Pero no te pases, no queremos que le frías la cabeza al primer gilipollas que te encuentres en la Red. ¿Has oído bien?
– Alto y claro, cariño. – Anne se tapa la boca al decir “cariño”.
– Veo que ya te vas acostumbrando. – Brandt se da media vuelta. – Te avisaré en cuanto sepa algo sobre el ciberpsicópata.

Brandt sube al coche policial donde estaba esperando su asistente, y, en menos de lo que canta un gallo, ya se habían ido. Anne estaba en medio del camino frente a la facultad de Bellas Artes, junto a los compañeros de trabajo de su marido.

– Vale. – Piensa para dentro. – Vamos a ponernos a buscar pistas que puedan ayudar a la investigación. – Mira a su alrededor y ve una zona cintada. – Es un buen lugar para empezar.

Anne se acerca a la zona cintada. En las cintas de color amarillo se puede leer “No pasar - Policía de Night City”. Dentro de aquella zona se hallaba un archivador con agujeros de bala y sangre, unos casquillos del arma usada y una cámara rota. Uno de los compañeros del inspector Brandt se acerca a Anne.

– Buen día, señora Brandt. – Dice el agente, con voz grave y ronca.
– Buen día, agente…
– Wojewódka. Marcin Wojewódka. Se dice “Voievudka”. – Dice de manera altiva. – ¿Necesita algo?
– ¿Alguien investigó esta cámara? – Dice señalando la cámara
– No, la hemos dejado ahí hasta que viniese el técnico.
– Pero ha pasado una semana.
– Pues, investíguela usted, si puede. – El agente Wojewódka se da media vuelta. – Cualquier cosa estaré con los de MaxTac.
– Gracias, agente Wojewódka.

El agente Wojewódka se aleja, dejando a Anne a solas, con la cámara en una mano y su terminal en la otra. Conecta la cámara a su terminal para poder reproducir el contenido.

– Hola, mamá. – Dice una chica asiática. – Estoy en la Universidad, dando un paseo. Solo quería decirte que estoy bien, os echo de menos y la vida en Hong Kong. Aquí todo es tan distinto.

En el fondo de la imagen, se puede ver al ciberpsicópata sacar el arma y comienza a pegar tiros a la gente a su alrededor.

– ¡Morid, malditos sacos de carne! – Grita el ciberpsicópata en dos tonos de voz distintos.

La chica que sujetaba la cámara en el vídeo se tira al suelo, soltando la cámara, la cual cae de lado, grabando los pies del ciberpsicópata, quien se acerca a la chica asiática.

– No, por favor, no. – Se escucha a la chica asiática gritar. – Bù, bàituō.

Gotas de sangre salpican el objetivo de la cámara, a la par que el sonido del disparo estalla en el micrófono integrado. Anne desconecta la cámara y se la guarda en el bolsillo interno de su chaqueta. Recoge su ciberterminal y sigue mirando a su alrededor, en búsqueda de nuevas pistas. El agente Wojewódka está junto a los agentes de MaxTac, fumando unos cigarrillos y hablando de algo. Anne, con paso firme, se acerca a ellos.

– Agente Wojewódka, ¿tiene alguna información de dónde está el inspector Brandt? – Se cruza de brazos.
– ¿Brandt? – Se gira. – Ni idea, lo único que sé es que se fue hace un rato. ¿Vosotros sabéis algo? – Pregunta dirigiéndose a los agentes de MaxTac.

Ambos mueven la cabeza de lado a lado, de manera horizontal. El agente Wojewódka, tras ver la respuesta de sus compañeros, vuelve a mirar a Anne y encoge los hombros.

– Lo siento, Anne, es todo lo que sabemos sobre él. Puedo decirle que le buscabas, si es que vuelve aquí, claro está.
– Estaría bien. Muchas gracias, agente Wojewódka.
– Puedes llamarme Marcin.


El Times Square de Anne comienza a sonar. El inspector Brandt es el interlocutor.

– ¿Sí?
– Soy yo. Te hemos enviado la información a tu ciberterminal. ¿Has encontrado algo nuevo?
– Puede que sí, tendría que verlo bien en mi piso. Te comento luego, ¿de acuerdo?
– Perfecto, yo sigo metido en la morgue, viendo al forense hacer la autopsia del ciberpsicópata. Hablamos luego.

El inspector Brandt cuelga la llamada. Anne comienza a deshacer el camino que había hecho horas antes para volver a su moto. En el camino, comienza a pensar en qué hacer al llegar a casa.

– Bueno, ahora sé que Brandt me ha enviado la información que tienen. Además, tengo la cámara de la chica asiática. Puedo buscar quién es y encontrar algún tipo de información extra. Ahora, la cosa es, ¿qué hago? – Piensa. – Debería hablar con Bobby Tiberio sobre la información que he obtenido, aunque, puedo buscar más información en la cámara y en lo que me ha dado Brandt.

Aquí puedes votar y discutir.
 
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Investigar datos y cámara


La noche se cernía sobre Night City cuando Anne llegaba a casa. Deja la moto en algo que se puede llamar garaje, aunque es más bien un saliente del edificio en el que vive.

– Joder, ¿a qué coño venía la cantidad de atascos de hoy?

Anne sube las escaleras para entrar en su piso, con el sonido de las sirenas y los cláxones de los coches de fondo. Al abrir la puerta, descubre que su piso estaba patas arriba. Los pocos muebles que tenía estaban tirados sobre el suelo, algunos de ellos estaban rotos. El espejo de la entrada estaba esparcido por la alfombra. Anne cierra rápidamente la puerta y comienza a observar todo con mayor detalle. La mesa donde se sentaba con el ciberterminal estaba partida a la mitad, la silla se encontraba en la otra punta del piso. Los mapas que tenía colgados en la pared estaban rotos y arrugados en el suelo.

– Menudo desastre. – Decía mientras se giraba. – ¿Puede pasar algo peo… r…?

Al terminar de darse la vuelta, Anne vio el enorme agujero en la pared que tenía, por donde podía ver las despensas del vecino.

– Vale, esto ya es el maldito colmo…
– A mí me lo vas a decir. – La voz ronca de un anciano suena al otro lado de la pared rota. – Ya no puedo ir al baño sin que me veas.

El señor coloca una tabla para cubrir el agujero. Mientras, Anne llama al inspector Brandt para comentarle lo sucedido.

– Inspector Brandt, ¿qué desea?
– Soy yo, Anne.
– Ah, cariño, ¿qué pasa?
– Me han destrozado el piso, ¿puedo ir a pasar la noche contigo? Tengo cosas que investigar sobre la Universidad y podrías ser de ayuda.
– ¿Cómo que te han destrozado el piso? Voy allí inmediatamente.
– No, llama a alguno de tus compañeros y que precinten todo. Ya vendremos mañana para ver esto. – Anne resopla. – Quiero investigar sobre lo ocurrido en la Universidad.
– ¿Estás segura?
– Completamente segura, cariño. – Anne sonríe un poco. – Nos vemos en un rato. ¿Sigues viviendo en el Hilton?
– Correcto.

Anne cuelga la llamada con Brandt, echa una última visual al destrozado apartamento y sale de allí, cerrando la puerta con llave y dejándola bajo el felpudo de “Bienvenido” que tiene frente a la puerta. Baja las escaleras para coger su moto e irse a la residencia del inspector Brandt. Del cielo comienzan a caer gotas de lluvia.

– Menuda manera de acabar la noche, fuera de mi propia casa y lloviendo. ¿Qué será lo siguiente? ¿Un grupo de mafiosos vienen a atacarme?

El inspector Brandt está sentado en su sofá, con una bebida en la mano, esperando a que su esposa llegase. Desperdigados por la mesa que había en el centro de la estancia, se encontraban los archivos que tenían sobre todos los ataques de ciberpsicosis de los últimos días.

– Esto nos va a matar a todos. – Brandt tira la cabeza para atrás, viendo el techo de color amarillo pálido.

La habitación en la que se encontraba el inspector Brandt era un salón-comedor. La cocina se encontraba a la derecha de la puerta de entrada. El salón estaba decorado con muebles de calidad media. Lo más destacable de la estancia era la pistola que estaba tirada en el suelo, que rompía la gama de colores entre los muebles y las paredes. El timbre suena dos veces seguidas.

– Voy, un momento. – Grita el inspector mientras se levanta del sofá.

Mientras se acerca a la puerta, recoge la pistola y la guarda en la pistolera que tiene en la chaqueta. Al abrir la puerta, ve que quien había llamado era Anne.

– Ah, hola cariño. – Dice Brandt con una sonrisa en la cara.
– Hola, Joshua. ¿Preparado para buscar información sobre esos pirados?
– Lamentablemente, sí. – Dice resoplando.
– Pues, al lío. Cuanto antes empecemos, antes podremos dormir.

Anne entra en la casa de Brandt y se queda frente a los archivos, cogiendo uno de las carpetas y ojeando su interior. Él, mientras tanto, entra en la cocina.

– ¿Quieres algo de beber, Anne?
– Dame un trago de whisky, si tienes.
– Qué fina se nos ha puesto la netrunner. – Dice en voz baja.
– Te he oído, Brandt.

Brandt sale de la cocina con un vaso de whisky en la diestra y un pequeño bol con patatas fritas en la zurda. Apoya ambos objetos en la mesa, un poco alejados de todos los archivos para no mancharlos.
 
– ¿Por dónde quieres empezar? – Pregunta él.
– Por el principio. El primer ataque de todos. ¿Dónde fue? ¿Quién fue el ciberpsicópata?
– Ese caso está cerrado, fue un ajuste de cuentas entre The Moh y Tango.
– ¿No te parece sospechoso que justo el primer ataque fuese ese? – Cruza los brazos por debajo de su pecho. – Si mal no recuerdo, ese ataque fue perpetrado por un ciberpsicópata. Casualmente coincidió que fue en una zona donde suele haber disputas entre bandas callejeras.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Que no fue un ajuste de cuentas, sino que fue alguien externo a las bandas que consiguió hacer que todo fuese una guerra entre The Moh y Tango. – Anne pone su mano derecha sobre la barbilla. – Ahora, lo que necesitamos es saber qué tienen en común ese primer ataque y los demás. ¿Qué encontraste en el cuerpo del ciberpsicópata de la Universidad?
– Lo más destacable es que no parecía tener suficientes aumentos como para que estuviese en ese estado, además, no se le había notificado para que fuese a un psiquiatra.
– ¿Algo más?
– Encontramos un chip de braindance, estaba completamente destrozado, no hemos podido averiguar nada.
– ¿Sabemos algo sobre las armas que llevaba? ¿Dónde están?
– En el depósito de la comisaría, no me han permitido traerlas, sólo los archivos. Tendremos que apañarnos con esto. – Coge una patata frita y se la come. – ¿Encontraste algo valioso en la Universidad?
– Una cámara. Perteneciente a una persona asiática, estaba grabando un vídeo para su madre cuando el ciberpsicópata apareció.
– ¿Has podido averiguar quién era la chica? – Brandt quita unas carpetas de la mesa y se sienta sobre ella.
– Iba a hacerlo en casa.
– Ya, y tuviste que venir aquí. Lo entiendo. – Mira hacia abajo, pensando. – ¿Tienes tu ciberterminal?
– Nunca me despego de él.
– Investiga todos los archivos de la cámara. Fotos y vídeos, después le pasaremos un programa de reconocimiento facial para saber la identidad de las personas de las fotos y vídeos.
– ¿Qué hay del chip? ¿Lo tienes aquí?


Brandt saca un trozo de plástico rosa de uno de los bolsillos de su chaqueta, el cual deja sobre la mesa.

– ¿Qué quieres hacer con él? Está completamente destrozado, no hemos podido averiguar nada.
– Eso es porque lo hacéis mal. Echáis una visual rápida y os echáis para atrás. Lo importante está en el interior, literalmente.
– Este es tu campo de conocimiento, haz lo que debas hacer, pero no incineres a nada ni a nadie.

Anne apoya su Kirama LPD-12 sobre la mesa, lo enciende, conecta la cámara y comienza a investigar los archivos que hay dentro.

– El escaneado tardará unos minutos, mientras, podemos seguir viendo el resto de los casos. Algo debe haber en común, ¿no crees?
– Pero, ¿el qué?
– Eso, mi querido. – Anne sonríe de medio lado. – Es lo que nos toca investigar.

Anne y el inspector comienzan a leer los informes, apuntando lo importante y dejando de lado lo trivial. El ciberterminal pita cuando termina de encontrar los archivos en la cámara. Anne se acerca para ver qué había allí dentro.

– Joshua, tienes que ver esto.
– ¿Qué pasa? – Dice con un puñado de patatas fritas en la boca.
– Nuestra chica estaba metida con la mafia china.
– Para ser sincero, la chica es china.
– ¿Y qué? Lo importante aquí es saber qué hacía con la mafia china y si eso la convirtió en un objetivo del ciberpsicópata.
– Investiga el chip, puede que nos dé una pista.

Anne desconecta la cámara, dejándola en un lado de la mesa, junto a los informes. Coge el chip de braindance rosa y lo conecta al ciberterminal. Lo único que ve son rayas horizontales de colores verdes y blancas.

– Esto no tiene ningún sentido. – Dice Brandt. – ¿Qué coño es eso?
– El chip está completamente jodido. Ni siquiera lo del interior vale. – Anne se reclina en la silla y suspira. – No podemos averiguar qué chip es.


Del ciberterminal de Anne comienzan a salir chispas y estalla por la estática. Brandt y Anne se caen al suelo del susto y el ciberterminal acaba en el suelo también, partido a la mitad y completamente inservible.

– Me cago en… ¿En serio? ¿Puede el día ir a peor? – Dice Anne, completamente enfadada.
– Tranquilízate, mañana te busco uno. – Brandt coge uno de los informes. – Deberíamos terminar esto de una vez, a decir verdad.
– Joshua, sabes que sin un terminal no puedo hacer mi trabajo bien. ¿Cómo quieres que investigue cosas sin mis herramientas?
– Usando los cinco sentidos que te brinda la madre naturaleza, por ejemplo.
– Los que nunca habéis visitado la Red os movéis muy lento.
– Eso no viene a cuento. – Brandt abre los ojos y mira a su mujer. – Tienes dos misiones nuevas, Anne. Tú eliges cuál hacer primero.
– Sorpréndeme. – Se cruza de brazos.
– Puedes ir a investigar el Megacentro Comercial, una de las plantas sigue clausurada, y la seguridad de allí está trabajando con la policía para poder esclarecer todo lo antes posible. O, si te apetece, puedes ir al barrio japonés, al centro comercial Nichiban.
– Allí hubo un ataque, pero, ¿no hubo uno a la par en los Pasillos Libertine?
– Negativo. El ataque de los Pasillos fue causado por un endorfinado.
– Vale, entonces, Megacentro o el barrio japonés, ¿no?
– Eso es.

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Megacentro Comercial de Night City

– ¡Buenos días, Night City! – Suena por la radio la voz grave y fuerte de Konstantin Romero, locutor de la emisora de Rock Duro. – Son las ocho de la mañana y el cielo está completamente despejado, algo muy raro en esta época del año. Aunque, he de decir, que durante mi vida he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión.

Anne y Joshua están tumbados en la cama, durmiendo, mientras que la radio sigue sonando en el salón. Unos rayos de sol entran por las rendijas de la persiana, iluminando de forma tenue la desordenada habitación. Anne se acurruca un poco sobre Joshua, a lo que este responde acariciando su cabeza de manera lenta y suave.

– ¿Podemos quedarnos así todo el día? – Pregunta Anne.
– Por mucho que quiera, no podemos. – Joshua la besa en la cabeza. – Hay vidas que salvar y un pirado al que encerrar.
– Ay, qué poético te nos has puesto. Una noche en compañía te trastoca la cabeza, por lo que se ve.
– Ve a vestirte, anda, que tenemos trabajo por delante. Antes tenemos que pasar por una tienda para comprarte un ciberterminal.
– A sus órdenes, mi capitán. – Anne guiña un ojo y sale de la cama.

La luz del baño se ilumina a medida que se cierra la puerta, y el ruido del agua al caer sobre el plato de ducha llena la habitación. Joshua se levanta de la cama, coge el pantalón que está en el suelo, la camisa que está en la mesilla junto a la puerta para ir al salón, se viste y se dirige a la cocina a preparar un desayuno. Allí, el locutor Konstantin Romero sigue hablando. – Y ahora, antes del nuevo hit de Johnny Silverhand, un anuncio de nuestros patrocinadores, colchones LaCondamine.

Por la radio suena la melodía de Colchones LaCondamine dando paso a la última canción de Johnny Silverhand. Mientras, Joshua está preparando el café para Anne y él. Ella sale de la habitación con la misma ropa que llevaba ayer.

– ¿Qué gran aventura nos depara el día? – Pregunta Anne.
– ¿Mi día? Ni idea. ¿Tu día? Tienes que ir al Megacentro Comercial.
– ¿Y mi ciberterminal?
– Te doy un chip con unos 4500 eurodólares, búscate algo que te sirva para que investigues mejor. – Saca el chip con el dinero.
– Me vale. – Coge el dinero y se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta. Acto seguido, se bebe el café. – ¿Nos vemos luego?
– Eeeh… – Brandt se queda patidifuso al ver lo rápido que Anne se tomó el café. – ¿Vale?
– Perfecto, cariño, hasta luego. – Anne le da un beso en los labios a Joshua. – Nos vemos.


Anne se va de la residencia de Brandt, dejándolo sólo en la cocina tomándose el café.

– Pues fue una buena noche, al final. – Sonríe.


Anne llega al Megacentro Comercial. Al entrar, puede ver como el nivel 3 está clausurado, y hay guardias apostillados en las escaleras para evitar que alguien entre de manera furtiva. Al ver la tienda de Mike Jackson, donde puede ir a comprar su nuevo ciberterminal. Entra allí, tras pasar los tumultos de gente, intentando vender baratijas y drogas a los transeúntes. Uno de ellos, de aspecto pálido, ojeras negras, vestido con una chaqueta larga de color negro.

– Eh, tú, rubia. – Dice el hombre de la chaqueta, con voz ronca y aguda. – ¡Rubia!
– ¿Me dices a mí? – Anne pregunta.
– Sí, rubia. ¿Quieres unas galletas? – Abre la chaqueta, donde puede verse unas bolsas con sustancias sospechosas.
– Mmm… No, gracias, creo que paso. – Anne se va y entra en la tienda de Mike Jackson.


Anne comienza a ojear los ciberterminales. Está buscando uno que sea adecuado al trabajo que tiene actualmente y a los que vendrán luego. Entre los miles de modelos distintos, encuentra uno que le llama la atención. Un SGI Technologies Elysia, su valor está en 4100 eurodólares, un poco más barato que en otras tiendas. Como si de un acto reflejo se tratase, Anne coge el ciberterminal y se dirige a la caja para pagar por su nuevo ciberterminal.

– Anne, ¿qué tal todo? – Dice el hombre de la caja.
– Aquí andamos, me toca mejorar el armamento.
– ¿Rompió el anterior?
– Eso es. – Anne asiente.
– Mucho te duró el Kirama, netrunner. – El hombre extiende la mano. – Son 3900.
– Pero en la etiqueta pone 4100. – Señala con el pulgar al pasillo donde estaba el ciberterminal.
– Considéralo un descuento de amigo. – Sonríe el cajero, desvelando los tres dientes de oro.


Anne saca de su abrigo el chip con el dinero que le había dado antes su marido y se lo entrega al cajero. Este descuenta la cantidad para pagar por el ciberterminal y se lo devuelve a Anne.

– Yo que tú me guardaría ese dinero en una cuenta de banco, netrunner.
– Lo tendré en cuenta. – Anne enciende el ciberterminal, lista para ponerse a trabajar. – Nos vemos.


Al salir de la tienda, dirige su mirada a los guardias que están en las escaleras para subir al tercer piso. Hacer que suene una falsa alarma en las radios de los guardias serviría para que Anne entrase en la zona restringida, pero allí tendría que ser extremadamente cuidadosa.

– Provocaré una falsa alarma, ganaré algo de tiempo. Antes debo subir al segundo piso y esconderme en algún lado. ¿Dónde estará esa tal Melinda Upton cuando se la necesita?

Una mano da unos toques en el hombro derecho de Anne, provocando que esta se gira y quede frente a una adolescente con aumentos en los brazos.

– ¿Me buscabas? – Dice Melinda Upton, con una sonrisa esbozada en su cara.
– ¿Me estabas espiando?
– Sé cuando alguien me busca. – Se toca la oreja derecha.
– Como sea, necesito que me digas dónde puedo esconderme durante un momento para hacer algo.
– Mis servicios no son gratuitos, ¿sabes?
– Aquí tengo un chip con 600 eurodólares, ¿te sirve? – Saca el chip del bolsillo de la chaqueta.
– En los lavabos del segundo piso, los que están junto a Microcoox, allí puedes esconderte durante unos 10 minutos, como máximo.
– Buena chica. – Anne le da el chip. – Y ahora, lárgate antes de que me arrepienta.


Melinda Upton desaparece entre el tumulto de gente. Anne sube por las escaleras hasta llegar a los lavabos, donde se mete en el de señoras y entra en uno de los cubículos, cerrando la puerta. Conecta su ciberterminal con el circuito cerrado de radiotransmisión de los guardias de seguridad del Megacentro, además de entrar en el circuito de cámaras para asegurarse de que se van los guardias necesarios. Al ver que una de las entradas al tercer piso se queda libre, Anne guarda su ciberterminal, sale del baño y corre hasta las escaleras. Los guardias siguen lidiando con uno de las alarmas falsas que Anne había activado. El tercer piso está completamente vacío, las tiendas sin gente. Todo un piso para ella, para campar a sus anchas sin tener que lidiar con guardias de seguridad.

– Venga, a trabajar. Tengo que buscar pistas. –Susurra Anne.


Caminando en cuclillas para evitar ser vista por la gente que está en los pisos inferiores, Anne entra en Ayudantes Caseros, una especie de inmobiliaria, por lo que se puede ver en el escaparate. Allí, Anne busca por las mesas con sangre cualquier tipo de documento o aumento que pueda servir para la investigación. En una de las mesas, con la etiqueta de “J. Marston”, encuentra un Dedo Bolígrafo con trazas de sangre reseca. Anne lo recoge con cara de asco y lo guarda en el bolsillo interno de la chaqueta, donde estará medianamente protegido. Al salir de allí, gira su cabeza a ambos lados y entra en la tienda que estaba a su zurda, Skinlight, una tienda de tatuajes luminosos.
 
– Podría tatuarme “Lerdo” en la palma de la mano, si fuese de carne y hueso, claro está. – Piensa Anne al entrar en la tienda.

Con dar un par de pasos, Anne encuentra un cuerpo completamente despedazado y desnudo. El estómago se le revuelve y le empiezan a dar arcadas. Pasado un rato, consigue calmarse e investigar el cadáver.

– Dios, se han ensañado con esta persona.

Escanea el cadáver descuartizado, encontrando un “Amante Máximo” cerca de la planta del pie. Anne lo coge con la manga del abrigo y lo guarda en el bolsillo interno, junto al dedo bolígrafo.

– Si esto no fuese de un muerto, se lo regalaría a Joshua. Qué hombre más soso, por favor. – Piensa otra vez.

Repite el proceso de observar si no hay nadie en el piso antes de cambiar a la tienda contigua. Se acerca un poco al borde y ve que los guardias están de vuelta en su sitio, armas en mano y con ojo avizor a cualquier imprudencia.

– No van a caer en la misma otra vez, tendré que pensar en otra ruta de escape. – Dice en tono bajo.

Entra en Información Mundial Gelberts, donde puede ver pósteres sobre la búsqueda de información de personas, las mesas completamente desordenadas y algún que otro aumento desperdigado por el suelo.

– Poco atractivo que un sitio que debería ser ordenado esté tan destruido. Supongo que es un daño colateral de haber sido atacado por un ciberpsicópata.

Los ojos de Anne escanean el lugar mientras habla consigo misma, quedándose quietos en una de las mesas, donde ve un pequeño ojo. Al acercarse, se da cuenta de que es un Ojo Remoto, muy usado entre los mercenarios para investigar lugares.

– Me pregunto si esto habrá captado el momento del ataque. – Dice mientras lo coge y se lo guarda en el bolsillo interno.


Al dar media vuelta para salir de la tienda, ve como algo brilla enfrente, en Morgan’s, la tienda de armas donde se puede encontrar de todo. Sale de Información Mundial Gelberts y entra corriendo a la tienda de armas, la cual, al pasar Anne por la puerta, comienza a pitar de manera estridente. Los guardias, alertados por el ruido, corren hacia la tienda donde está Anne. Esta, al oír la alarma, coge rápidamente la pistola, la empuña y comienza a correr en la dirección opuesta de los guardias.

– ¡Eh, tú! – Grita uno de ellos.

Anne, sigue corriendo y salta por encima de la pasarela, cayendo en la de abajo. Las personas que estaban junto a ella se apartan y alguna que otra blasfema.

– ¡Apártense! ¡Tengo prisa! – Dice Anne dando codazos a la gente.


Los guardias intentan perseguirla, pero al haber tanta gente, la pierden de vista con mucha facilidad. Anne consigue escapar del Megacentro Comercial con todo lo que encontró junto a ella y algún que otro insulto por parte de los compradores. Al subir a la moto, llama a Brandt.

– Inspector Brandt, ¿qué desea?
– ¿No me tienes en tu lista de contactos? Te parecerá bonito.
– ¿Qué has encontrado?
– Lo vemos en tu piso, ¿te parece bien?
– Nos vemos allí, en unas horas llegaré, la llave está bajo el felpudo.
– Entendido, hasta ahora, cariño.

Anne cuelga la llamada y se dirige al Hilton para comenzar a investigar lo que había encontrado en el Megacentro Comercial.


Al llegar al Hilton y entrar en la residencia de Joshua Brandt, deja las nuevas pistas sobre la mesa donde están los archivos que extrajeron de la cámara de la chica asiática y los informes de la policía. Además, saca la pistola y la investiga como es debido, revelando que es una Federated Arms 454 ‘Super Jefe’.

– Una buena pistola, por lo que se ve. ¿Quién la habrá usado? – Piensa en voz alta.

Con todos las pistas sobre la mesa, Anne se dispone a investigar más sobre lo ocurrido en el Megacentro Comercial.

– Comenzaré con el Ojo, puedo sacar información clara.

Conecta el Ojo Remoto a su nuevo ciberterminal y comienza a ver si puede encontrar algún tipo de vídeo, aunque lo único que pudo encontrar era que el ojo se encontraba desconectado de su dueño.

– Maldita sea. – Golpea la mesa. – Me va a costar la vida encontrar de quién coño es este ojo.

Las horas pasan en Night City y Anne sigue investigando el dueño de aquel Ojo Remoto. Joshua entra en el piso y deja el abrigo en el perchero junto a la puerta.

– Cariño, estoy en casa.
– ¿Tenías que decirlo? – Anne se gira.
– Disculpa, me hacía ilusión. ¿Qué has encontrado?
– Acércate. – Le hace un gesto con la mano para que se dé prisa.

Joshua se acerca a Anne y se queda mirando a la mesa, a lo que estaba conectado al ciberterminal y a lo que aparecía en la pantalla del mismo.

– ¿Qué es esto?
– Un Ojo Remoto. Podemos descubrir algo que nos acerque al culpable de todo esto.

De repente, en la pantalla comienza a brillar un recuadro en rojo con el texto “Datos coincidentes”. Ambos miran fijamente a la pantalla, esperando a que se carguen los datos.

– No puede ser. – Dice Joshua. – ¿Cómo es posible?
– ¿Es Nunzio Scallioné?
– Sí, es él, la policía está a un paso para encerrarlo en chirona de por vida, pero no encontramos suficientes pruebas. – Señala al Ojo Remoto. – Esto nos puede salvar el culo, Anne.
– Quieto parado, sheriff. Scallioné puede tener información importante sobre los ataques de ciberpsicosis. Antes de que vayáis un grupo de SWATs a por él, me gustaría intercambiar opiniones.
– Anne, te lo pido. – Le coge las manos a Anne y se las acerca al pecho. – Nunca he estado tan cerca de poder cerrar un caso tan grande, y llevo en la policía más de la mitad de mi vida.
– Mi respuesta sigue siendo no, Joshua. ¿Qué prefieres? ¿Encerrar a un capo de la mafia italiana o poder resolver la oleada de crímenes más extraña de Night City hasta la fecha? ¿Qué es lo que te dará más fama? ¿La mafia o los locos?
– Aún así, necesitamos esas pruebas. ¿Hay algo que te pueda dar?
– Puede que haya una cosa. – Se muerde el labio inferior.

Brandt sonríe lascivamente y se lleva a Anne a la habitación. Horas más tarde, ambos salen de la habitación, sonriendo y despeinados.

– Ahora, ¿me dejarás esas pruebas?
– Quiero ir a hablar con Scallioné igualmente. No es necesario que vengas.
– ¿No deberías ir a investigar el centro comercial del Barrio Japonés?
– ¿No habéis recogido todas las pruebas?
– Por lo que se puede ver, siempre se encuentra algo más. – Joshua pone los brazos en jarra. – Tú decides, Barrio Japonés o hablar con Scallioné.


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Hablar con Nunzio Scallioné

– Lo siento, pero voy a ir a hablar con Scallioné. – Dice Anne. – Piensa que, si lo llegamos a resolver, te conseguirás un ascenso.
– Al igual que con Scallioné.
– Pero la mafia te estaría persiguiendo de por vida.
– Ve a hablar con el italiano antes de que me arrepiente. – Cruza sus brazos sobre su pecho.
– Gracias, cariño. – Anne le da un beso en la mejilla y sale por la puerta.


Las calles del barrio de la Pequeña Italia son pintorescos, ya que mantienen la suciedad de Night City pero el aire que emana la gente, su aura, es completamente distinta. Anne está caminando por la Tercera con Zelazny, frente a Producciones Stafford Metro. Un tumulto de personas está bloqueando la calle, mientras que se escucha una voz gritar de entre el gentío.

– Tomad, disfrutad del Smash. Poned este elixir en vuestro torrente sanguíneo y sed felices. – Gritaba una persona mientras lanzaba jeringuillas de Smash. – Recordad que Happy Hooly os regala la felicidad en forma de indoloras jeringuillas.

Anne, extrañada por la cantidad de gente que rodeaba a Happy Hooly, se acerca. Happy Hooly, al ver a Anne, comienza a correr, soltando todas las jeringuillas en el suelo.

– No corras, necesito información. – Dice Anne, mientras persigue a Happy Hooly.

Happy Hooly, perseguido por Anne, comienza a correr calle abajo, por la Tercera, empujando a los transeúntes que están yendo a su trabajo. Entre gritos de “Hijos de puta” y “Me cago en vosotros”, Anne consigue driblar a todas las personas que estaban en el suelo por culpa de Happy Hooly. Al llegar al final de la calle, Happy Hooly tuerce a la derecha, cruzando la calle y frenando todo el tráfico. Anne, un poco por la adrenalina del momento, y porque necesitaba la información que Happy Hooly podría darle, cruza la calle, con todos los coches parados. Algunos de ellos se chocan entre sí, provocando un embotellamiento en el cruce entre Farren y la Segunda. Mientras corren por la calle, Happy Hooly sigue tirando jeringuillas que tiene guardadas en los bolsillos del abrigo.

– ¡Drogas gratis! – Grita Happy Hooly.

Anne sigue corriendo, ya jadeando por el cansancio, persiguiendo a Happy Hooly, quien gira a la izquierda para meterse en la Calle Zelzany. Happy Hooly mete un sprint para ver si consigue eludir a Anne, pero lo único que obtiene es chocarse contra Bruce Skiv, el capo de la mafia italiana, cuando este salía de comer en Beppo’s. Bruce, al caer al suelo y ver a Happy Hooly, manda a sus guardias perseguirlo y matarlo. Happy Hooly huye, perseguido por tres fornidos hombres vestidos de traje. Anne, por el contrario, deja de perseguir a Happy Hooly y ayuda a Bruce Skiv a levantarse del suelo.

– Tienes que tener agallas para hacer esto, ragazza. – Dice Bruce, aceptando la ayuda.
– Necesitaba buscar a una persona, e igual él me podía ayudar.
– ¿A quién buscas, ragazza? Supongo que sabrás quien soy.
– El capo mafia de la mafia italiana, Bruce Skiv.
– Dime, ragazza, ¿a quién estás buscando?
– A Nunzio Scallioné.
– ¿A Nunzio? ¿Qué quieres de Nunzio?
– Necesito a alguien que odie a las Corporaciones tanto como lo hago yo, y me han dicho que Nunzio es el adecuado.


Los guardias de Skiv habían vuelto con Happy Hooly inconsciente y completamente ensangrentado.

– Hemos vuelto, mio signore. – Uno de ellos dice.
– Buon lavoro, Guido. – Skiv mira al chico que habló. Acto seguido, mira de vuelta a Anne. – Ven conmigo…
– Anne.
– ¡Ah! Anna, precioso nombre. Sube al coche, así podremos hablar con calma.

Uno de los guardias abre la puerta trasera del coche de Bruce. Bruce, con un ademán, invita a Anne a entrar antes en el coche. Anne entra, luego Bruce y uno de sus guardias. Meten a Happy Hooly en el maletero y los otros dos guardias se sientan adelante, uno en el asiento del conductor y el otro en el del copiloto.

– Arranca, Guido. – Dice Bruce. – Haz el camino largo.

El coche ronronea y comienza a avanzar lentamente. Mientras, Bruce y Anne comienzan a dialogar.

– ¿Quieres algo de beber, Anna? ¿Una copa de vino?
– Estoy bien, señor Skiv. – Declina con la mano.
– No hace falta que me llame “Señor Skiv”, llámame Bruce. – Bruce se sirve una copa de vino. – ¿Tú quieres algo, Fabrizio?
– No, señor Skiv.

Bruce le da un sorbo a su copa de vino.

– Delicioso, como si lo hubiese hecho yo mismo. – Sonríe a la copa. – Bueno, Anna. Dices que tienes un trabajo para mi querido Nunzio, ¿verdad?
– Así es.
– ¿De qué se trata?
– Quiero destapar una trama que involucra a agentes de la policía y a ciertas Corporaciones. Si estoy yo sola no se me tomaría en serio, pero con el apoyo necesario, puedo hacer que comience una reyerta entre la policía y las Corporaciones.
– ¿Y quieres que la mafia, que mi familia, te ayude?
– Si no es molestia, sí, me gustaría.

Bruce se bebe el vino que le quedaba en la copa y la deja en el minibar.

– ¿Por qué no viniste antes, Anna? Nunzio estará encantado de trabajar contigo.


El coche se para y el guardia que estaba junto a Anne y Bruce abre la puerta. El olor y el frío de la calle se mezcla con la calidez del interior del vehículo.

– Hemos llegado. – Dice Fabrizio.
– Usted primero, Anna.

Fabrizio sale del coche, seguido de Anne y de Bruce. Al girarse, Anne ve el Edificio Falcone en todo su esplendor. Bruce se queda junto a ella y la mira.

– Impresionante, ¿verdad?
– Nunca lo había visto tan de cerca.
– Por dentro es más bonito, pero los pisos aptos para los civiles.


Bruce hace un ademán para que Anne entre con él al Edificio Falcone. La entrada está decorada con una alfombra roja, lámparas de araña colgadas del techo y unos ficus de plástico a cada lado de la alfombra.

– Anna, sobre este personaje que me tiró al suelo. – Dice Bruce con voz grave. – Nadie se escapa de mí, y menos una sabandija como esa. Sé que estabas persiguiéndolo, por lo que te dejo el primer golpe, ¿qué te parece?
– Es todo un honor, Bruce.

Bruce abre una puerta, la cual conduce a unas escaleras de piedra hacia un piso inferior al que se encontraban en aquel momento. Anne y Bruce, seguidos por los tres guardias de Bruce y Happy Hooly. Al bajar las escaleras, entran en una sala donde el único mueble que hay es un taburete medio roto. Fabrizio sienta a Happy Hooly y se aleja. Bruce mira a Anne.

– Recuerda, no te pases, mis chicos se encargarán de esta sabandija. Avísanos cuando hayas terminado.


Bruce y sus guardias suben por las escaleras que acababan de bajar, cerrando la puerta y hablando en italiano. Anne estaba frente a un inconsciente Happy Hooly, pensando en todo lo que acababa de ocurrir.

– ¿Cómo es posible que esté haciendo trapicheos con el jefe de la mafia? – Piensa Anne. – Si se entera de esto Joshua, me mata. O peor, me encierra en la cárcel por tener vínculos con la mafia.

Happy Hooly comienza a moverse un poco y a levantar la cabeza. Anne se acerca y le agarra de la cabeza.


– ¿Dónde estoy? – Pregunta Happy Hooly.
– Eso no es lo importante. ¿Por qué comenzaste a correr cuando me viste?
– P… Pensé que eras uno de ellos.
– ¿De ellos? ¿Quiénes son ellos?
– La mafia italiana. – Happy Hooly susurra su nombre.
– ¿Tienes miedo de la mafia pero aún así regalas drogas en su territorio? No eres muy listo.
– ¿Qué quieres de mí?
– Yo nada, pero creo que ellos sí que quieren algo. Y antes de que me olvide. – Anne le da un puñetazo en la cara, provocando que Happy Hooly se caiga de la silla.
 
Anne se va de la habitación con Happy Hooly en el suelo, en un pequeño charco de sangre por el golpe que le acababan de propinar. Al abrir la puerta, Anne ve a los tres guardias de Bruce, pero no lo ve a él.

– Bruce está en su oficina, piso 14. – Dice Fabrizio. – ¿Cómo se encuentra nuestro drogata?
– En el suelo, quizás le he golpeado muy fuerte.
– Nada que nosotros no podamos arreglar. – Guiña un ojo y se va junto a sus compañeros.

Anne sube hasta la oficina de Bruce Skiv, la cual está con la puerta abierta y Bruce sentado en su sillón.


– ¡Anna! ¿Qué tal todo con nuestro malentendido?
– Sus chicos se están encargando de eso en estos momentos.
– Bene. – Se acerca al minibar. – ¿Una copa?
– La verdad es que una copa de vino me vendría bien ahora mismo.
– Sabía que no te ibas a poder resistir al vino de mi nonna. – Dice entre risas mientras sirve dos copas de vino tinto. – Supongo que ahora querrás que llame a Nunzio, ¿no?
– Sí, es lo que acordamos. – Le da un sorbo al vino.
– Lamento decirte que no me he creído nunca la historia. – Bruce bebe de su copa. – Sé quien eres. He visto cómo trabajas, buscando información, moviéndote en la Red.
– Entonces debes saber por qué estoy aquí. El motivo real, quiero decir.
– Sé que no trabajas para los maderos y que estás investigando las oleadas de ciberpsicosis.
– Veo que has hecho los deberes. – Anne se cruza de brazos.
– ¿Para qué quieres a Nunzio?
– Su nombre apareció cuando me puse a investigar los lugares de los ataques. Quiero saber cómo puede estar relacionado.
– ¿Qué harás con él? – De uno de los cajones saca una pistola.
– Sólo quiero saber porque había un Ojo Remoto suyo en el Megacentro Comercial. Nada más.


Bruce deja la pistola sobre la mesa y suspira. Coge la copa de vino y se la bebe entera.


– Espero que sea cierto lo que dices. Porque si no lo es. – Pasa el pulgar por su cuello. – ¿Capische?
– Sí, Bruce.


Bruce llama a Nunzio por su Times Square, el cual viene unos minutos más tarde. Al entrar en el despacho, Anne ve a un hombre alto, bronceado y vestido de traje, quien asume que es Nunzio Scallioné, su objetivo.

– Nunzio, esta mujer quiere hablar contigo.
– ¿Sí? ¿Qué quieres? – Dice Nunzio, con su voz aguda, mientras se sienta junto a Anne.
– He encontrado tu nombre entre mis archivos sobre los ataques de ciberpsicosis. Quería saber cómo estabas relacionado con todo lo ocurrido.
– ¿Crees te lo voy a decir así? ¿Por tu cara bonita?
– Había que probar suerte.

Nunzio suspira y se rasca la nuca.


– Mira, si quieres que te diga cosas, antes tienes que hacer una cosa por mí.
– ¿Qué es?
– Tengo la impresión de que hay un topo en la mafia.
– ¿Quién?
– Vinni Ciccioné. Apesta a japoneses. Encárgate de él y ya hablaremos tú y yo.
– ¿Dónde lo puedo encontrar?
– Suele estar en Beppo’s. – Dice Bruce. – Ese cabeza de chorlito sólo zampa bocadillos.
– Cuando te encargues de él, hablaremos todo lo que quieras.

Anne se levanta y se va de la habitación. Al bajar a la entrada, Fabrizio sale de la sala donde estaban con Happy Hooly.


– Ya se ha terminado el problema.

Anne sonríe y sale del edificio. Durante el camino desde el Edifico Falcone hasta Beppo’s, Anne piensa en cómo hablar con Vinni. Al llegar a Beppo’s, Anne ve que Vinni está sentado, comiendo un bocadillo. Mientras espera a que se termine el bocadillo, Anne se enciende un cigarrillo. Vinni se termina el bocadillo, lo paga y sale de Beppo’s. Busca un taxi y ve una fila de ellos, unos cuatro o cinco, esperando a que alguien suba y vaya a algún lado de la ciudad. Vinni se sube al taxi que está en medio de la fila. Anne, que le seguía a una distancia prudencial, entra en el que está al final del todo. El taxi de Vinni sale, y Anne le dice a su conductor que siga al taxi que acababa de salir. Al acercarse a las Producciones Stafford Metro, cuatro coches pasan por el cruce, derrapando e impactando contra otros vehículos, entre ellos, el taxi donde estaba Vinni. Este se baja del taxi y comienza a andar hacia su destino. Anne, aprovechando el tumulto de ruido, claxones e insultos, sale del taxi sin pagar, persiguiendo a Vinni. Cuando están relativamente cerca, Anne saca su pistola y grita el nombre de Vinni.

– Vinni Ciccioné. – Anne levanta la pistola, apuntando a Vinni. – No te muevas. Gírate.


Vinni se gira con las manos en alto.

– ¿Quién es usted?
– Las preguntas las hago yo, Ciccioné. – Anne se acerca a Vinni. – ¿A dónde vas con tanta prisa?
– Tengo a mi madre enferma, iba a cuidarla hasta que llegue mi hermana.
– ¿Y ese pañuelito con el logo de Arasaka?
– No sé de qué me habla. Se debe estar confundiendo con otro,
– Escúchame, Ciccioné. Sé que estás metido en mierdas con Arasaka. – De su abrigo saca un grabador de sonido. – Pero eso no es suficiente, porque los demás no lo saben. – Anne comienza a grabar. – Admítelo, admite que eres un cerdo de las corporaciones.
– Eso no es verdad. Se lo está inventando.
– No mientas, Ciccióné. – Anne le mete un tiro en la pierna a Vinni, el cual se cae al suelo. – ¡Admite que eres de Arasaka!
– Es mentira, todo eso es mentira. Soy tan de la mafia como lo es usted.


Annea acerca el arma a la cabeza de Vinni.


– Lo vas a decir ahora, ¿no? Admite que eres de Arasaka.
– Sí, lo soy. Trabajo para Arasaka, me encomendaron entrar en la zona de la mafia para ver si es un peligro para Arasaka.

Anne retira la pistola de la cabeza de Vinni y se aleja un poco.

– Sayonara, traidor. – Anne dispara a la cabeza de Vinni.


Algunos transeúntes gritan y comienzan a correr, otros se quedan patidifusos en el lugar, mirando la escena. De un coche negro salen dos japoneses con armas en las manos. Rápidos como un rayo, apuntan a Anne.

– ¡No se mueva! Un paso y le meto un tiro entre ceja y ceja. – Grita uno de los japoneses. – Entre al vehículo. Ahora.

Anne sigue con la pistola en la mano, mirando a sus atacantes.

– Deje el arma en el suelo y entre en el coche. Último aviso


Anne baja el arma, encarando a los japoneses.


– ¿Qué hago? – Piensa Anne.


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Usar ciberterminal


Mientras los dos hombres seguían apuntando a Anne, en parte atentos a que ningún peatón intentase ayudarla, ésta aprovecha la situación para usar su ciberterminal. Uno de los guardias se percata de lo que está haciendo y se acerca, aún apuntando a Anne.

– ¡Eh! ¿Qué estás haciendo? – El hombre tiene un fuerte acento japonés. – Deja eso y entra en el coche de una maldita vez antes de que te meta un tiro en la frente, maldita gaijin.

Anne, ignorando la amenaza del asiático, termina de hacer lo que estaba haciendo en el ciberterminal y lo guarda. El japonés que está más cerca de ella se enfada y se prepara para disparar a Anne. Al apretar el gatillo, ve que no salen las balas de su arma.

– ¿Cómo? – Dice sorprendido.

Aprovechando ese momento, Anne saca su pistola del abrigo y dispara al agente. El hombre cae al suelo como si fuese un peso muerto y deja un charco de sangre en el suelo, proveniente del agujero de bala que tiene en la cabeza. El otro, al oír el arma de Anne disparar, presiona el gatillo, sin apuntar, e impacta en el brazo derecho. Anne se agarra el brazo, dejando escapar un gruñido de dolor. El agente restante la coge por el brazo herido y la arrastra hasta el coche.Antes de que la metan por la fuerza al coche, Anne le da un cabezazo al agente, rompiéndole las gafas al agente y separándose. Un grupo de gente se amotina alrededor de Anne y del agente, algunos diciendo “Pelea, pelea” en alto, otros, simplemente se limitan a observar. Anne ataca primero, propinándole un gancho con el brazo herido al agente, algo que a ambos le duele. Anne se retuerce un poco por el dolor en el brazo, mientras que el agente se intenta limpiar la sangre que le acababa de salir por la nariz debido al golpe. Él intenta darle una patada a Anne, pero ella, rápida como una gacela, consigue evitar el ataque. Aprovechando que puede golpear al agente, intenta dar una patada a la altura de la cara, golpe que el agente bloquea con su puño, enlazando con un puñetazo en la boca del estómago, debilitando a Anne, la cual cae al suelo, escupiendo y con la respiración entrecortada. El agente, en su posición ventajosa, le propina un golpe en la nuca, haciendo que todo se oscurezca en la visión de Anne. Con su atacante inconsciente, el agente coge a Anne y la mete en el coche. El tumulto de gente se comienza a disolver, con una única persona viendo cómo el coche del agente se va.


Anne está sentada y maniatada a una silla de metal, en medio de una habitación del color del hormigón, con una mísera lámpara colgando del techo, iluminando la zona donde estaba Anne. Los charcos en el suelo y el golpeteo de las gotas de agua indican que aquel lugar carece de un sellado contra las goteras. Anne comienza a despertarse, moviéndose un poco en la silla.

– ¿Dónde estoy? – Dice en voz baja.

En aquella especie de sala entra una figura enorme. A medida que se acercaba al foco de luz se podían ver más matices sobre aquella persona. Es un hombre muy fornido, sus músculos estaban muy desarrollados, y, en comparación, su cabeza era ridículamente pequeña. Cuanto más cerca de la luz estaba, aquellos músculos desvelan unas marcadas venas, tatuajes de dragones y escritura japonesa. Cuando estaba frente a Anne, bajo la lámpara, puede ver que el hombre tiene la cara tapada con una kitsune. Anne lo mira, medio entumecida por la pelea que había tenido con el agente de Arasaka.

– ¿Quién eres? – Pregunta.
– Lo siento. – Dice con voz grave.


El hombre golpea a Anne en el estómago. Ella escupe sangre, la cual cae al suelo. Vuelve a golpear a Anne, quien vuelve a escupir y a retorcerse de dolor. El hombre coge una pistola y le dispara al hombro. Anne grita de dolor mientras el pulgar del enmascarado aprieta en el agujero de la bala. El enmascarado le propina un fuerte puñetazo a Anne, haciendo que esta se caiga de la silla. El hombre coge la silla y se la rompe en la espalda a Anne, quien no opone resistencia alguna. Otra figura entra en la sala, espetando una orden que el enmascarado cumple al instante. Se aparta para revelar quién había entrado en la sala, revelando que era Yoru Tomobiki.


– Señorita Bird, espero que sepa quien soy. – El acento japonés se mimetiza con la dulzura de su voz.
– Tomo… biki… – Anne habla de manera entrecortada, producto de los golpes que había recibido.
– Deberías considerarte alguien afortunada. No suelo visitar a alimañas como tú. – Tomobiki mira al grandullón. – Y tampoco interrumpo el trabajo de mis empleados.
– Me siento halagada. – Dice de manera irónica.
– Señorita Bird. – Dice Tomobiki mientras gira en torno a Anne. – ¿Usted comprende el motivo de que se encuentre en este lugar? ¿Entiende que está jugando en una liga a la que no pertenece? – Su voz comienza a agitarse y, por consecuencia, a sonar más fuerte. – ¿Comprende que está metiendo sus narices en problemas que no le incunben? O cree que al estar casada con un inspector de la Policía todo le irá de rositas.

Anne se retuerce en el suelo al escuchar lo que acaba de decir Yoru. Este, en respuesta, ríe de manera maliciosa.

– Sí, señorita Bird, lo sé todo sobre usted. Sus fallidos estudios en Europa, las acusaciones a las que se enfrenta por alteración del orden público y homicidio. Su relación con el Inspector Brandt de la Policía de Night City. – Tomobiki se agacha, quedando junto a Anne. – Y ahora, si me hace el favor, ¿podría contestar a mis preguntas?

Anne se queda en silencio, mirando a la nada, intentando parecer que lo que le acababa de decir aquella persona no le afectaba en absoluto. Tomobiki, al ver que no recibía una respuesta, se levanta y pisa la herida de la bala que le había hecho el enmascarado hacía unos minutos. Anne grita e intenta escabullirse, cosa que no consigue hacer.

– ¿Va a contestarme? – Tomobiki grita. – ¿O piensa gritar hasta que su amado venga a rescatarla?


Tomobiki patea a Anne y se aleja de ella, quedándose en el borde del halo de luz que desprende la lámpara que colgaba del techo.

– Esta organización no está para juegos de niños, señorita Bird. Una mera investigadora como usted no debería meterse en estos casos. – Saca una pistola y comienza a verla. – Arasaka está entre las bambalinas, señorita Bird. Su investigación sobre la ciberpsicosis inducida es obra nuestra. Aquel chip de braindance de Delores Ralton es el que lo está provocando. Nosotros nos encargamos de usar la puerta trasera para hacer que la gente entre en ese estado. Lo usamos para demostrar la inutilidad de las fuerzas de la ley, y que el alcalde termine dándonos el control del orden a nosotros.

– Usted está chalado.
– Es posible. – Le dice. – Pero usted haría lo mismo, señorita Bird. Al fin y al cabo, todos somos humanos, y necesitamos más poder. ¿Por qué si no estamos exponiéndonos a aumentos cibernéticos? Es esa pugna por el poder, la necesidad de ser mejores que los demás las que nos mueve, señorita Bird. – Tomobiki mira a Anne. – Si no estuviese casada y en un aspecto tan lamentable la invitaría a cenar.

Anne mira el lugar, descubriendo la posición del hombre que la había atacado. Las paredes tenían grandes extensiones de humedades. El suelo estaba lleno de charcos, y, esporádicamente, correteaba una rata. El hombre, que estaba un poco alejado, se estaba estirando.

– En esta vida, señorita Bird, es matar o morir, y todo ello por intereses propios, algo que sabe usted muy bien, ¿o me equivoco? – Tomobiki espera una respuesta, a sabiendas de que Anne no le va a responder. – Pues bien, hoy verá otro lado de esa pugna por la supervivencia. – Tomobiki levanta el arma y apunta al hombre. – Señorita Bird, de usted depende que este hombre siga vivo al acabar el día. Sólo debe responder a una simple pregunta. – Tomobiki toma aire. – ¿A qué juego de niños cree estar jugando para entrometerse con la mafia italiana y Arasaka?

Anne con lágrimas en los ojos, provocados por el dolor de los golpes, no contesta. Tomobiki espera a que Anne diga algo, pero, al ver que sus labios están sellados y sus ojos están humedecidos, presiona el gatillo, disparando al hombre enmascarado, el cual cae al suelo, dejando un enorme charco de sangre mezclada con agua sucia. Tomobiki guarda el arma en su chaqueta y se acerca a Anne, quien sigue llorando.

– Esto lo hago extraoficialmente, Arasaka no sabrá que usted está trabajando para nosotros, solo verá que hay un gasto para “mejoras de armamento”.
– ¿Me está… ofreciendo un trabajo? – Pregunta con un hilo de voz
– Lamentablemente, el ataque de ciberpsicópatas se nos ha ido de las manos, y los chicos que se encargaron de ello ya tienen sus objetivos nuevos, un total de 12. Esa es la última remesa de ciberpsicópatas, luego, dejará de haber ataques de ciberpsicópatas. Al menos los que provoquemos nosotros.
– ¿Por qué. – Se sorbe los mocos. – debería aceptar?
– Arasaka le ofrecerá un buen ingreso por cada objetivo abatido, además, los gastos que deba hacer, bien sea saiber-armamento, quiero decir, ciber-armamento, o un nuevo ciberterminal, los cubre la empresa. He de recalcar que necesitará sangre fría, ya que habrá mucha sangre. – Tomobiki se acerca a Anne, poniéndose en cuclillas frente a ella. – ¿Qué me dice? ¿Acepta el trabajo? – Le sonríe de manera perversa.

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Intentar llegar a un acuerdo con Yoru



Yoru se aleja un poco, quedándose en el borde del halo de luz. Se cruza de brazo, esperando a que Anne diese algún tipo de respuesta.

– ¿Sabe que voy a hacer, Anne? – Da una palmada. – Le doy una oportunidad para que me haga una oferta que nos pueda beneficiar a ambos. ¿Qué le parece?

Anne, entre jadeos provocados por el dolor, levanta la cabeza para mirar a su interlocutor, quien le dedica una amplia sonrisa.

– Necesito una lista de todos los que van a ser infectados por el virus del chip de danza cerebral. Lista completa, nombre, apellidos y dirección, adjuntando una imagen actual de la persona. Los mataré a todos, sea como sea, pero la policía nunca sabrá que fui yo. Arasaka pagará la adquisición de ciertas mejoras de mi ciberterminal, además de comprarme un arma para las misiones, y pagar las facturas del hospital. Esta es la parte que me beneficia a mí, ahora viene la del beneficio para Arasaka. – Anne toma aire para poder continuar con su locución. – No diré que fuisteis vosotros quienes infectásteis los chips de braindance. Supongo que sabrás que trabajo con la policía en encontrar al culpable. Para que Arasaka no caiga, dígame el nombre de una víctima para que se le acuse, y consiga pruebas que puedan parecer que la víctima fue quien infectó los chips. Mi silencio lo compráis con todo lo que dije antes, y, una vez acabado este trabajo, pensión vitalicia de unos… – Anne se queda pensando. – Cuatro mil eurodólares, ¿qué le parece?


Yoru se acerca a Anne, quien estaba sentada en aquella silla destartalada, se coloca detrás de ella. Anne siente el frío del metal del arma en la parte trasera de su cabeza.

– Espero, señorita Bird, que tenga razón y no fracase en el intento. – Aprieta el cañón del arma contra la cabeza con un poco más de fuerza. – Usted sabrá muy bien cuáles son las consecuencias de engañar a Arasaka.


Anne traga saliva, esperando que Yoru no decida apretar el gatillo. Yoru quita la pistola de la cabeza de Anne. Un “clack” metálico suena en la estancia y las esposas que retenían a Anne se liberan, dejándola libre. Se da media vuelta y ve como Yoru está asintiendo.

– Trato hecho, señorita Bird. Ahora. – Hace un gesto con la mano. – Si me acompaña a enfermería para que le cosan las heridas y se las desinfecten. Cuando termine allí, pase por mi oficina. Piso 128, tendrá que decirle a mi secretaria que la envío yo. Allí le daré armas, ciberterminales y toda la información necesaria. ¿De acuerdo?
– Un placer hacer negocios con usted, Señor Tomobiki. – Anne, mezclando una mueca de intenso dolor y una gran dosis de sarcasmo, extiende la mano para estrecharla con Yoru, quien se la estrecha, dando a entender que ambas partes del contrato se comprometen a cumplir con lo debido.


Anne, después de su necesaria visita a la enfermería del edificio de Arasaka, sube en ascensor hasta el piso 128, donde se encuentra la oficina de Yoru Tomobiki. Al entrar allí, lo primero que ve es la enorme cristalera que está a las espaldas del escritorio de Yoru. Este está sentado encima del escritorio de madera de caoba.

– ¿Está preparada?
– Deja de tratarme de “usted”, Yoru. – Anne se cruza de brazos. – Y sí, estoy preparada.
– Bien, pues acércate que voy a darte los datos del primer objetivo.

Anne se acerca al escritorio de Yoru, donde ve un fichero con datos sobre la persona en cuestión, fotos de cómo es, y sus rutinas.

– El primer objetivo es Julia Jones, líder del Terror Rápido de la Zona de la Bahía. – Yoru le entrega a Anne una fotografía de Julia. – El activador de ciberpsicosis está programado para que salte hoy a las tres de la tarde. Desde ese momento, hasta que muera, estará en ciberpsicosis.
– ¿Alguna idea del lugar al que atacará?
– Eso, señorita Bird, tendrá que averiguarlo por su cuenta. – Yoru abre un cajón y pulsa un botón que hay dentro de él. Una de las paredes se mueve y desvela un enorme arsenal de armas. – Escoge lo que más te guste.


Anne, entre todas aquellas maravillosas armas, escoge una Arasaka Minami 10. Yoru, sentado frente a su escritorio, asiente, feliz.

– Veo que sabes de armas, Bird.
– Es parte de mi trabajo, al fin y al cabo. – Anne se coloca el arma a la espalda. – Ya estoy lista.
– Excelente. – Cruza los dedos. – Tu moto te está esperando en el garaje. Ya sabes donde vive Julia Jones. Espero que la misión sea un éxito.
– Lo será.
– Ah, Bird. Esto es para ti. – Yoru le lanza una placa policial falsa. – Úsela con moderación, a poder ser.

Anne coge la placa en el aire y asiente. Sale de la oficina y entra en el inmaculado ascensor para ir al garaje del edificio de Arasaka. Al llegar allí, entre todos los coches, perfectamente aparcados, se deja ver la figura de la moto roja de Anne. Una preciosa Kundalini Shiva. Se sube a la moto, viendo que están las llaves en el contacto, por lo que Anne gira las llaves hacia la derecha, el motor comienza a ronronear.

– Vamos, pequeña, tenemos trabajo que hacer.


De un instante al otro, Anne había acelerado y estaba en las calles de Night City, alejándose de la Torre Arasaka para adentrarse en las calles de la Pequeña Italia, una vez más. Al llegar allí, deja la moto en un callejón, sacando las llaves y camina hacia Residencial Arbathy. Al llegar a la puerta del edificio, saca su placa de policía y entra en el lugar. El casero, un hombre mayor, saluda a Anne.
 
– Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?
– Inspectora Brandt, Policía de Night City, debo entrar en el apartamento 404.
– ¿A qué se debe eso, inspectora?
– Tenemos pruebas de que la inquilina puede estar metida en la actual trama de ataques de ciberpsicosis.
– ¿La señorita Jones? – Pregunta extrañado el anciano. – Pero si es un amor de persona, viene a ayudarme a limpiar mi casa, y le lleva flores a mi difunta mujer.
– Lo siento, señor, pero es necesario que investigue su apartamento.
– Y lo respeto, inspectora. Tome. – El anciano le da la llave del apartamento de Julia Jones. – No querría entorpecer una investigación policial, ya he sufrido demasiado los últimos años como para tener problemas con la ley. Cuando acabe, deje la llave en el mostrador.
– Muchas gracias, señor. No tardaré.

Anne se aleja, llave en mano, y comienza a subir las escaleras para ir al apartamento de Julia Jones. Al subir por las escaleras, encuentra que el pasillo se extiende hasta el fondo, repleto de puertas. Comienza a caminar y de una de las puertas, sale una anciana.

– Mike,¿eres tú? – Dice la anciana con voz apacible. Al ver a Anne, se adentra en su piso. – Oh, dios mío, apiádate de mí.


Anne se acerca a la anciana.

– Disculpe señora, estoy buscando el apartamento 404, ¿me podría indicar dónde está?
– Al fondo del pasillo, a mano derecha. – En el tono de voz se nota el miedo que corre por las venas de la anciana.
– Gracias.


Anne deja a la anciana y camina hacia el fondo del pasillo, donde encuentra la puerta al apartamento. Mete la llave en la cerradura y el cerrojo se abre. La puerta se mueve de manera horizontal hacia uno de los lados de la pared, revelando el caótico interior.

– Menudo desastre. – Dice Anne en voz alta.


El interior estaba repleto de estanterías, las cuales estaban a rebosar de hojas de papel. Por el suelo, entre los restos de comida y las camisetas de grupos, se podía ver alguna prenda íntima de Julia Jones. Lo único que estaba en perfectas condiciones en aquel lugar era el escritorio que había frente a la puerta. Anne entra allí, procurando no pisar la comida o la ropa, y, al acercarse al escritorio, ve que hay una caja sobre la superficie. Al inspeccionarlo bien, descubre que se trata del chip de braindance que Arasaka usa para infectar a la gente con la ciberpsicosis. Dentro de la caja solo está el hueco donde iría el chip.

– ¡Joder! He llegado tarde. ¿Dónde habrá ido? Piensa Anne, piensa. – DIce mientras da vueltas sobre el piso.

La radio de la cocina estaba sonando cuando la música se interrumpe con las noticias.

– Noticias de última hora, las entradas para el concierto de Johnny Silverhand de esta noche están agotadas. No nos han confirmado que vaya a haber otro concierto mañana.


Anne, al oír la noticia, mira a la ropa que hay en el suelo, viendo que, entre los fideos chinos, Julia tiene una camiseta de la banda de Johnny Silverhand.

– Va a atacar durante el concierto de Silverhand. Debo advertirle. – Anne mira la hora en su ciberterminal. Las 4 de la tarde. – Y rápido.


Sale corriendo del apartamento, cerrando la puerta con llave, para no levantar sospechas, y baja las escaleras de dos en dos, hasta llegar a la entrada.

– ¿Encontró lo que necesitaba, inspectora?
– Sí, muchas gracias por su cooperación. – Dice Anne, agitada. – Debo irme, el deber me llama.


Anne deja las llaves sobre el mostrador de entrada y corre hasta donde había aparcado su moto. Al entrar al callejón, unos dorfinómanos empiezan a pelearse.

– Oye, tú, chulito, ven aquí que te voy a meter una hostia. – Le dice uno al otro.
– Alejaos los dos antes de que os vuele los sesos, drogatas. – Anne desenfunda su arma.
– Hostia, colega, que tiene un arma.
– Pírate, tío, que nos cose a balazos la loca esta.


Los dos dorfinómanos corren, dando trompicones y chocándose contra la gente. Anne guarda el arma y se monta en su moto.


– Siguiente parada: El estadio de Night City.

Sale del callejón a gran velocidad y comienza a circular por la calle ignorando las leyes de tráfico. Más de un coche toca el claxon, algún que otro aguerrido conductor le hace el corte de manga o le dedica un insulto a la madre de Anne. Al salir del distrito de Pequeña Italia, Joshua la llama al Times Square.

– Aquí Anne, ¿qué necesita?
– ¿Cuándo te has vuelto tan formal?
– Desde que nos casamos. – Rie Anne. – ¿Qué pasa?
– ¿Cómo vas con la investigación? ¿Tienes algo nuevo?
– Estoy siguiendo una pista.
– ¿Necesitas ayuda?
– Aún no, no parece que sea algo importante para necesitar ayuda. Cualquier cosa te aviso. ¿Tú qué tal? ¿Algo nuevo?
– Nada, los chips de los ciberpsicópatas están completamente fritos, y ni siquiera Inteligencia puede descifrar qué chips son. Estamos atascados con esto.


Anne comienza a ver las largas filas para entrar al concierto de Silverhand, y el estadio a lo lejos.


– Tengo que irme, luego te llamo, ¿vale?
– Perfecto, avisa cualquier cosa.


Anne cuelga la llamada y aparca la moto cerca de una de las entradas del estadio. Comienza a caminar por la acera, buscando alguna manera de entrar para hablar con Silverhand.

– No me puedo creer que tenga que hablar con Silverhand. – Murmura. – Esto es de locos.

Entre la muchedumbre, encuentra la figura de Julia Jones, y, un poco más lejos, a unos guardias de seguridad custodiando una de las entradas.

– Vale, Jones está aquí, y puedo entrar por allí. Pero… ¿Qué sería mejor?


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Usar la placa



Anne, contra todo pronóstico, se encara a donde están los guardas de seguridad. El gentío que está esperando a que le sellen la entrada para poder ver a Johnny Silverhand mira como Anne pasa a su lado. A medida que se acerca, las dos moles enfundadas en trajes negros se acercan entre ellos para bloquear el paso de la puerta.

– Identificación. – Brama uno de los dos.


Anne saca de uno de los bolsillos de la chaqueta la placa de policía con su nombre. El guarda coge la placa, la inspecciona y se la devuelve.

– Ya era hora que llegasen los maderos, Silverhand está que trina por culpa de los otros de seguridad.
– ¿Qué pasó con ellos? – Pregunta Anne.
– ¿No te lo dijeron en el curro? Supongo que dijeron de ir de seguridad de Silverhand y tú viniste. – El guarda resopla. – Bueno, lo que ocurrió fue que los gilipollas de nuestros compañeros acaban de llegar de estar todo el día de fiesta, con una resaca monumental y no se mantienen de pie.
– Poca profesionalidad, por lo que se ve.
– A nosotros nos vas a decir. – Comenta el otro guarda, moviendo las manos. – Nos va a caer la del pulpo por culpa del “pijus magnificus” y sus amigotes. – Resopla. – Menuda panda de imbéciles.
– Pase, inspectora Brandt.


Los guardas se separan para dejar pasar a Anne. De fondo, se puede escuchar algún que otro insulto dedicado a Anne y a los guardas. Al entrar, Anne puede ver el enorme hall de entrada, con los posters de los equipos de la ciudad. Los Rangers, el equipo de fútbol americano, con imágenes del quarterback del equipo, Joe Montenegro. A lo lejos, se escuchan las voces de Silverhand y una mujer, discutiendo sobre algo. Un guarda de seguridad del estadio para a Anne en seco.

– Por favor, señorita, identificación y pase por aquí. - Señala el detector de metales.


Anne le enseña la placa al guarda, quien la mira y se la devuelve a Anne.

– Pase por aquí, inspectora Bird-Brandt. – El guarda señala el detector de metales con un ademán.


Anne pasa por el detector de metales, el cual pita al reconocer las armas que tiene Anne. El guarda la mira con el semblante serio.

– Deje todas las armas en esta caja, las recogerá al salir. – El guarda saca una caja de la mesa. – Excepto las pistolas, esa puede dejarla con usted.


Anne saca el fusil de la chaqueta y lo guarda en la caja. El guarda la mira y deja la caja sobre la mesa. Con un ademán, la invita a que pase y vaya a su destino. Ella lo saluda y se marcha en dirección al camerino de Johnny Silverhand. A medida que se acerca, la conversación entre Silverhand y su interlocutora se hace más reconocible. Hablan sobre “vengar a Alt” y “el concierto es una tapadera”. Anne golpea la puerta y entra al camerino. Puede ver a Silverhand hablando con una mujer de pelo largo, vestida con una chaqueta de cuero de color rojo y pantalones largos y apretados. En una butaca, en el fondo del camerino, se ve la figura de un hombre barbudo enfundado en ropa de cuero, tanto la chaqueta como los pantalones. SIlverhand, al ver a Anne entrar, deja la conversación.


– ¿Quién es usted y cómo ha entrado aquí? – Le pregunta a Anne.


Anne, estupefacta por estar junto a Silverhand, intenta hablar y contestar, aunque lo único que consigue es tartamudear y quedar como una fan nerviosa. La chica con la que Silverhand estaba hablando hacía unos instantes se gira y saca una pistola, apuntando a Anne a la cabeza.

– O nos dices quién eres y cómo has entrado aquí o te abro un agujero entre ojo y ojo.


El hombre barbudo se levanta de la butaca en la que estaba sentado y se acerca a la mujer, tocándole el brazo para que baje el arma.

– No hace falta que nos pongamos tan agresivos. – Dice. – Dejemos que se tranquilice y nos diga qué hace aquí.

La mujer deja de apuntar a Anne a la cara.


– Soy la inspectora Brandt. He venido para avisar de la presencia de una persona que será la perpetradora de un ataque de ciberpsicosis.


Los tres se quedan estupefactos. Silverhand se acerca un poco a Anne.

– ¿Qué nos quiere decir?
– La persona en cuestión es Julia Jones, esta es una foto de ella. – Anne saca el ciberterminal y les enseña la imagen de Julia. – Quiero que los de seguridad la quiten de la fila y la lleven a algún lugar, debo hablar con ella.


La mujer de la chaqueta de cuero sale del camerino y, tras gritar “Seguridad”, aparece un hombre trajeado esperando a saber qué necesita la mujer. Mientras tanto, Silverhand, el hombre barbudo y Anne siguen hablando.


– ¿Cómo obtuviste la información? – Pregunta Silverhand.
– Tengo mis métodos.
– Por favor, inspectora, se nota que usted no trabaja para la policía. – Dice el hombre barbudo
– ¿Cómo lo sabe?
– Nadie soltaría esa información a un rockero y a sus amigos, ¿no cree? – El barbudo se encoge de hombros. – ¿Quién es usted en realidad y cómo ha conseguido esa información?
– Está bien. – Anne resopla. – Mi nombre es Anne. Tengo un contrato con Arasaka.


Silverhand aprieta el puño cromado al oír el nombre de aquella corporación, mientras que los otros dos miran a Anne.

– ¿Has dicho Arasaka? – Pregunta la mujer de la chaqueta.
– Sí, Arasaka. Me encargaron matar a todas las personas que van a ser infectadas por el chip de danza cerebral de Delores Ralton. Mi investigación me llevó hasta aquí, a vuestro concierto. La víctima será Julia Jones.
– ¿Por eso nos dijiste de sacarla de la fila? – Pregunta el barbudo.
– Sí, Arasaka quiere que acabe con ella. No iba a montar un escándalo entre la gente.
– Queremos que trabajes con nosotros para atacar a Arasaka. – La mujer de la chaqueta se acerca a Silverhand y se cruza de brazos.
– ¿Cómo? – Pregunta Anne, estupefacta.
– Queremos vengarnos por algo que hizo Arasaka en el pasado. – DIce SIlverhand.
– Matar a su novia. – Comenta la mujer de la chaqueta.
– No hables así de Alt, Rogue. – Silverhand se enfada.
– Un momento, ¿os referís a Alt Cunningham? – Anne corta el enfado del rockero.
– ¿La conoces? – Silverhand mira a Anne
– Sé quien és. Es por el incidente con Arasaka, ¿no?
– Entonces sabes lo que pasó aquella noche. – El barbudo se acerca al grupo.
– Lo único que sé es que el fantasma de Alt sigue en la Red.


Silverhand, al oír aquello, aprieta su puño cromado, chasqueando los servos.Alguien golpea la puerta. Silverhand la abre y ve a uno de los guardas de seguridad.


– Señor Silverhand, el concierto va a comenzar pronto. La chica que nos mandó buscar está en el sótano, ustedes sabrán qué hacer. – Comenta el guarda con su voz extremadamente grave.
– Muchas gracias, ahora vamos. – Silverhand cierra la puerta.


Rogue mira a Anne, esperando que esta le diga qué hacer con la chica. Al ver que no se da cuenta, le habla.


– Entonces, Anne, ¿qué hay que hacer con esta chica?
– Matarla.
– Esa es mi especialidad. – Dice Rogue entre risas. – Santiago y yo nos encargaremos de ella.
– Volviendo al tema que nos compete a los cuatro. – Silverhand se aclara la garganta. – Ahora sabes cual es nuestro motivo para vengarnos de Arasaka. – Dice Silverhand. – Y necesitamos tu ayuda, Anne.
– No me metáis en vuestros líos. Yo solo vine a avisaros del ataque.
– Demasiado tarde para eso, encanto. – Comenta el barbudo. – Ya estás metida en nuestros líos. Desde el momento en el que abriste tu boca.
– No. Yo me voy de aquí y me dejáis hacer mi trabajo.
– Imposible, sabes demasiado sobre nosotros. – Rogue dice de manera inquisitiva.
– Dejadla en paz. Todos cometemos errores. – Silverhand mira a Anne. – Si no quieres trabajar con nosotros, eres libre de hacerlo. Pero, te pido que pienses sobre ello. Quédate en el camerino, tómate algo y piensa detenidamente. Al acabar el concierto, venimos los tres aquí y nos dices. – Señala a Rogue y al hombre barbudo.


Silverhand, Santiago y Rogue salen del camerino, dejando a Anne sola, pensando qué hacer.


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Trabajar para Arasaka y Silverhand a la vez


Anne estaba dando vueltas en el camerino, rascándose la cabeza, pensando qué hacer. El rockero más famoso de toda Night City le acababa de ofrecer un trabajo para vengarse de Arasaka, empresa con la que tenía un contrato. Aquella dicotomía le producía dolores de cabeza. Toda aquella estancia era como una cárcel, le recordaba a una celda. De fondo, los gritos de las fans de Johnny Silverhand hacían los coros de las canciones de este. Anne podía reconocer los acordes y la letra de Chippin’ In. Aquellos sonidos hacían que no se pudiese concentrar en sus pensamientos. ¿Cómo iba a hacer para trabajar a dos bandas? Se acababa de meter en un problema enorme. Su Times Square comenzó a sonar, sacando a Anne de sus pensamientos.


– ¿Sí?
– Señorita Bird. – La voz de Yoru sonaba por el otro lado de la línea. – Buen trabajo con Julia Jones. Le enviaré los datos de la siguiente víctima y la compensación monetaria por encargarse de la señorita Jones. – Yoru calla un instante. – ¿Por qué escucho música de fondo?
– Jones iba a ir al concierto de Johnny Silverhand, la intercepté a dos manzanas del lugar.
– Comprendo. – Toma aire. – Espero que no tarde mucho con el siguiente. Puede ser un poco, ¿cómo decirlo?, complicado de más. – Se ríe al final de la frase y cuelga la llamada.
– Imbécil.

Le llegan a su ciberterminal los archivos de la siguiente víctima. Al abrirlos, Anne se lleva una sorpresa desagradable. Se trata de Mahan Jones, el líder de la Policía Portuaria de Marina Superior. A Anne se le acababa de poner la piel de gallina al pensar lo complicada que iba a ser acabar con esa persona. En el interín, Rogue entraba en el camerino, viendo como Anne se sujetaba la cabeza.


– ¿Estás bien? – Pregunta Rogue, mientras se sirve una copa en el minibar del camerino.
– Sí. Solo que esto es más difícil de lo que parece.
– Normal. – Da un trago. – De trabajar para Arasaka a tener que estar en dos bandas completamente distintas. Pero tú no te preocupes, todo saldrá bien.
– ¿Cómo puedes estar segura de eso?
– Todo sale bien con Johnny.
– No todo, Rogue. – Dice Santiago a medida que entraba en el camerino.
– Veo que nunca dejarás de recordarme eso, ¿no?
– Sólo hasta que te acuestes conmigo. – Dice con una sonrisa bobalicona.
– Preferiría hacerlo con Anne antes que contigo, Santiago. – Rogue se gira para mirar a Anne. – Sin ofender.
– Yo no sé de qué estáis hablando, y me he perdido hace un rato largo. – Anne se rasca la cabeza.


Rogue se termina la bebida y deja el vaso sobre el minibar. Santiago se apoya en la pared, junto a la puerta. Ambos miran a Anne.

– ¿Qué vas a hacer? – Pregunta Santiago. – ¿Te unes a nosotros?
– Preferiría decirlo cuando esté Johnny Silverhand.
– Llámalo Johnny. – Comenta Rogue. – Así ya te vas acostumbrando.
– Además. – Recalca Santiago. – ¿No escuchas los gritos de las fans? El concierto ya terminó, y Johnny va a llegar en cualquier momento.

La puerta del camerino se abre, revelando la figura de Silverhand, completamente cansado después de estar cantando sin parar durante horas.


– Bueno… Anne… – Dice con la respiración agitada. – ¿Qué vas… a hacer?
– Johnny, colega, siéntate y tómate algo, estás hecho polvo. – Dice Santiago.
– Creo que fue una mala idea ponerme a dar saltos mientras canto. – Johnny se sienta en el sofá, junto a Anne.

Rogue le da un vaso de agua a Johnny, quien se lo bebe de un trago.


– Vale, ya estoy bien. – Johnny se levanta del sofá de un brinco. – Entonces, Anne, ¿qué es lo que vas a hacer?
– Me uno a vosotros. Trabajo con Arasaka por dinero, no por gusto.
– Así se habla, Anne. – Santiago se abalanza sobre ella para darle un abrazo.
– Tranquilízate, Santiago. – Roge le da una palmada en la espalda a este. – No muestres tanto afecto que la vas a espantar a la chavala.
– Vale, todo el mundo quieto. – Dice Johnny. – Anne, vuelve a casa, mañana te llamaremos para hablar sobre cómo hacer todo, ¿te parece bien?
– Me parece bien. – Contesta ella.
– Vete a dormir, mañana será un nuevo día en esta cruzada contra Arasaka.


Anne sale del camerino, despidiéndose de los tres compañeros de misión. Al pasar por el arco de seguridad, el guarda saca la caja donde Anne tuvo que guardar el fusil.

– Señorita, su arma. Pase una buena noche, y tenga cuidado.

Anne coge el fusil y se va, viendo como una masa enorme de gente sale de las puertas del colosal estadio. Para ellos, aquella visita fue para ir a un concierto. Para Anne, un nuevo contrato de trabajo. El Times Square de Anne suena otra vez.

– ¿Qué pasa?
– Cuánta hostilidad en su voz, señorita Bird. ¿A qué se debe?
– ¿Cómo quieres que me encargue de Mahan?
– Eso, Bird, es su parte del contrato. El dinero por la señorita Jones ya está en su cuenta de banco. No se lo gaste todo en alcohol, por favor.


Yoru cuelga la llamada y Anne se va hasta el lugar donde había guardado la moto. Mientras se aleja del estadio, puede ver cómo se dirigen coches de la policía hacia allí. Anne se va hasta la casa de Brandt, que ya es como su lugar de residencia también.
 
Al llegar al piso, ve que la puerta está cerrada con llave. Anne levanta el felpudo para usar la llave de emergencia.

– Creo que me la voy a quedar.


Al entrar al piso, todo estaba a oscuras, exceptuando la cocina. Anne se acerca allí y ve una nota sobre la mesa. "Han encontrado un cadáver en el Estadio. Si está relacionado con los ataques de ciberpsicosis, te aviso. Hay unos trozos de pizza en la nevera."

– Perfecto, me toca cenar sola. – Dice mientras tira la nota sobre la mesa.


Anne abre la nevera y ve el plato con dos trozos de pizza hawaiana. Como si de un acto reflejo se tratase, cierra la puerta y se va al salón. Saca su ciberterminal y lo deja sobre la mesa.

– Vale, mi marido quiere que me muera de inanición. Al menos me han dado más trabajo.


Anne abre los ficheros que le había envíado Yoru. Su siguiente objetivo era Mahan Jones, jefe de la Policía Portuaria del distrito de Marina Superior. Tiene un séquito de 4 personas que lo acompañan siempre. Una molestia para el trabajo, pero siempre se puede buscar alguna distracción. El Times Square de Anne comienza a sonar. Era Rogue.

– ¿Sí?
– Anne, soy Rogue. ¿Te pillo ocupada?
– No, ¿qué pasa?
– Me olvidé de darte el chip de braindance que encontramos en la chica.
– Te mando mi dirección.
– ¿Llevo unas pizzas?
– Pensé que ibas a venir y darme el chip, no que me ibas a invitar a cenar.
– ¿Tú has visto la hora que es, Anne? – Pregunta Rogue. – ¿Qué pizza quieres?
– Mientras no tenga piña, la que quieras.
– En un rato me paso por allí.


Rogue cuelga la llamada y Anne sigue leyendo los archivos sobre Mahan y su séquito. El séquito suele estar en el Bar Americano, pero solo cuando Mahan no está patrullando el distrito. La puerta de entrada suena por el golpe recibido de unos nudillos. Anne deja el ciberterminal y abre la puerta, viendo a Rogue con dos cajas de pizza en la mano derecha.

– ¡Hora de la pizza!
– Por fin, me estaba muriendo de hambre.

Rogue entra al apartamento y deja las pizzas sobre la mesa del comedor. Anne va a la cocina y saca unas cervezas de la nevera.

– ¿Cuál quieres primero?
– ¿Qué has traído?
– Fui a una pizzería de dos chicos de Argentina, Manuel y Benjamín. Me dijeron que las mejores pizzas que hacían eran una llamada fugazzeta o algo por el estilo. Y una mozzarella.
– ¿Y qué tienen de especial? – Pregunta Anne.
– Según lo que me dijo Benjamín, tiene un montón de cebolla, pero es dulce.
– Me has convencido, vamos a comer de una vez.


Rogue abre la caja de pizza, que tenía el dibujo de un carlino comiendo pizza, para desvelar aquella masa redonda a rebosar de cebolla, queso y tomate. El olor de la pizza recién horneada entraba por las narices de las dos chicas, provocando que la boca se les hiciese agua y el estómago comenzase a rugir como si fuese un león.


– Madre mía, qué bien huele. – Dice Anne, cogiendo un trozo de pizza.
– Después nos pasamos y nos compramos otra.
– Antes tenemos que ver cómo estamos después de comer estas dos pizzas nosotras solas.

Rogue y Anne comen las pizzas y beben las cervezas sin hablar entre ellas. Una vez terminan las dos pizzas y se terminan el paquete de 12 cervezas, tiran las cajas y Rogue le entrega el chip de braindance.


– No sé si te sirve para algo, pero la tía tenía esto.
– ¿Es un chip de braindance?
– Parece ser que sí. No sabemos nada sobre qué contiene. Pero de eso te encargarás tú, por lo que veo. – Rogue señala el ciberterminal. – Bueno. Yo me marcho a casa, que es tarde y tengo sueño.
– ¿No quieres quedarte a dormir aquí? Estás medio borracha.
– ¿No te molesta?
– Hay una habitación al fondo, a la izquierda, duerme ahí.
– Gracias, Anne. – Saca otro chip más. – Antes de que se me olvide, toma esto, mañana te explico de qué va todo.

Rogue, medio dormida y dando tumbos, se va hasta la habitación que había dicho Anne. Esta, recoge las cajas y las latas, las tira a la basura y pasa una escoba para quitar las migas.

– No vaya a ser que vengan hormigas. – Anne deja la escoba en el armario de la cocina y se va a dormir a su habitación.


A la mañana siguiente, Anne se despierta con el ruido de la radio de la cocina. Aún medio dormida, sale de la cama en ropa interior y con su pistola en la mano. A medida que se acerca a la cocina, el aroma del café penetra en las fosas nasales de Anne. Al llegar allí, ve a Rogue haciéndose el desayuno.

– Buenos días, Anne. ¿Quieres un poco de bacon?
– Estoy bien.
– Yo que tú me ponía ropa, Santiago y Johnny vienen aquí.
– ¿Lo has invitado?
– Claro, el chip que te di ayer, el segundo, tiene datos importantes para nuestra misión.

Anne corre hacia la habitación para vestirse con la ropa que llevaba el día anterior. Rogue, desde la cocina, se ríe a carcajadas. Anne vuelve a la cocina, completamente vestida.


– ¿De qué te ríes?
– De que te lo hayas creído. – Rogue deja la taza en la mesa para seguir riéndose.
– ¿Qué hay en el chip?
– Información sobre gente que nos podría venir bien para este trabajo. – Dice entre risas un tanto apagadas. – No sabemos si conoces a alguna de esas personas, y, si conoces a alguno, nos ahorraríamos un montón de esfuerzo.
– Le echo un vistazo y os aviso.
– Perfecto, puedes llamarme y nos encontramos los cuatro en algún lado de esta ciudad, ¿te parece bien?
– Me parece bien.


Rogue deja la taza vacía en la mesa y se marcha, saludando a Anne y dándole las gracias por dejarla dormir en su apartamento. Una vez cierra la puerta, ella se pone a lavar la taza que Rogue había dejado, cuando la llaman por el Times Square.

– ¿Quién es?
– ¿No lee quien la llama, señorita Bird?
– Si lo hiciese, no preguntaría quién es quien me llama, ¿no cree?
– Muy astuta, Bird. Espero que sea igual de astuta para poder cumplir un trabajillo extra.
– ¿De qué se trata?
– Por aquí no, Bird. Venga a mi oficina, le daré toda la información que necesita.


Yoru cuelga la llamada. Anne se queda en la cocina, pensando sobre qué hacer, cuando recibe otra llamada.

– ¿Sí?
– Cariño, soy yo. Hemos encontrado que la víctima está conectada con los ataques de ciberpsicosis.
– ¿A qué te refieres?
– Los de inteligencia nos han dicho que tenía conectado un chip de braindance. No lo hemos encontrado, y ellos no consiguen descifrar de qué chip se trata.
– Veré qué puedo hacer, en la Red habrán comentado algo, probablemente.


Anne cuelga la llamada y resopla. En menos de un cuarto de hora ya tenía cosas que hacer. El chip que le había dado Rogue con los datos de personas que podrían ayudar en la misión para vengarse de Arasaka. Coge el chip, lo mete en el ciberterminal y aparecen las imágenes de dos personas, con sus nombres y a qué se dedican. El primero era un reportero que vive en Pacifica. La segunda era una Técnico, vive en la zona de Pequeña Italia.


– Vale, ¿qué hago? ¿A dónde voy?


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Acudir junto a Yoru




Anne se acerca a la cafetera, viendo que aún quedaba café suficiente para otra taza más. Coge una de la alacena y la llena con el líquido marrón que quedaba. Saca un brick de leche y le echa un chorro al café. Inspira el olor del café y le da un trago largo. Deja la taza en el fregadero.

– Toca trabajar.


Coge su pistola, su abrigo y su ciberterminal y sale a la calle para coger su fiel motocicleta e ir al despacho de Yoru. En el trayecto, puede ver a bandas de música tocando en la calle, algún que otro endorfinado vomitando y agentes de policía haciendo redadas. El pan de cada día en Night City. A medida que Anne se acercaba a la Torre Arasaka, el panorama cambiaba paulatinamente, los trabajadores de las corporaciones, con sus trajes negros, pasean por las calles de la zona Corporativa. Y, allí, en el horizonte que se dibujaba frente a la visión de Anne, la Torre Arasaka, aquel mastodonte de la arquitectura de 120 pisos de altura. Anne aparca la moto en el garaje y llega hasta la recepción, donde la recepcionista de turno le avisa que tiene que subir al despacho de Yoru. Una vez allí, ve al hombre mirando por el enorme ventanal que tiene a las espaldas de su escritorio.


– Esta ciudad solía ser un lugar maravilloso, todo estaba controlado. Ahora. – Suspira, con tono melancólico en la voz. – Cualquier don nadie se cree el rey de la ciudad. ¿Qué te ha pasado, Night City?


Anne entra en el despacho lentamente, para poder oír el monólogo de Yoru.


– Recuerdo que antes no podías creerte el mejor. Nacías en la calle, morías allí. Nacías en las altas esferas, allí te quedabas hasta que te metían un tiro en la cabeza. Ahora no, ahora cualquier endorfinado puede ser un alto directivo. Esta sociedad está corrupta desde la base.

– Señor Tomobiki, ¿qué necesita de mí? – Interrumpe Anne.

Yoru se da la vuelta y sonríe a Anne.


– Mi hija Yukari se va a casar.
– Enhorabuena.
– Gracias, pero puede dárselas usted personalmente.
– ¿Cómo dice?
– Necesito que vayas a Pacifica y te encargues de la seguridad del lugar. – Yoru se sienta sobre su escritorio. – No es que no me fíe de mis hombres, pero nunca viene mal un extra de seguridad. Y usted querrá un extra de dinero, ¿no?
– Deme la dirección, me encargaré de que todo salga bien, señor Tomobiki.
– Excelente, señorita Bird. Y dígale a mi hija que lamento no poder ir a su boda. Me han surgido… Asuntos urgentes que requieren de mi atención.
– Usted manda aquí, señor.


Anne se da media vuelta al recibir la localización de la boda de la hija de Yoru. Tras bajar por el ascensor y saludar a la recepcionista, Anne vuelve a subir a su moto para dirigirse a la zona de Pacifica, un lugar vacacional en la costa de Night City. Tras pasar por todas las calles de Night City y llegar a la salida de la autopista, dirección Pacifica, Anne acelera la moto hasta sobrepasar el límite de velocidad permitido. Las olas del Pacífico chocan contra la costa mientras Anne adelanta coches y camiones para poder acabar lo antes posible el trabajo de Yoru.


Anne llega a las enormes casas de la zona de Pacifica, donde puede ver que una de ellas tenía puestos carteles y globos.


– Supongo que esa es la casa.


Anne se acerca a la casa y deja la moto aparcada fuera. Dos guardias de Arasaka salen de la casa y se quedan mirando a Anne.


– ¿Quién eres? – Dice uno de los dos.
– Me envía vuestro jefe.
– ¿Cómo? ¿El jefe nos envía a una gaijin?
– Yo no hago las reglas, solo las cumplo. Me ha dicho que os tengo que ayudar con la seguridad.
– Está bien, ve a ver las habitaciones de los invitados, no vaya a ser que alguien haya puesto una bomba o algo por el estilo.


Los dos hombres se apartan y dejan pasar a Anne, quien entra con paso inquisitivo a la finca. Al pasar por el soportal, ve una fuente de mármol a su diestra, rodeada de rosas rojas. A su izquierda, el arco nupcial, con las sillas para que se sienten los invitados. Anne puede ver que ya hay invitados hablando entre ellos sobre la boda. Entre ellos se encuentra Delores Ralton. Anne entra en la moderna casa de concepto abierto, donde otro guardia la mira.


– ¿Invitación?
– Me manda Yoru.
– Ah, tú debes de ser esa tal Bird.
– Parece que se lo dijo a alguien, los de la entrada casi me matan.
– Deja a esos dos, son unos bobos. – Dice moviendo la mano. – La habitación de la señorita Tomobiki se encuentra en el piso superior. Al fondo, puerta de la izquierda.
– Gracias.

Anne se despide del hombre y sube los oscuros peldaños al piso superior, donde la decoración sobria y de color negro contrastaba con el blanco de las paredes. Al fondo del pasillo, se podían escuchar dos voces femeninas hablar. Una de ellas sonaba preocupada, quien Anne asume que era la voz de Yukari Tomobiki. Llama a la puerta, esperando a que alguien la abra. Tras abrirse, la esbelta figura de la ayudante de Yukari es lo primero que ve Anne.

– ¿Qué quieres? – Dice la ayudante.
– Me envía el padre de la novia.
– Déjala que pase. – La voz de Yukari suena entrecortada.

Anne entra en la habitación, que está hecha un desastre, con ropa tirada por la cama y el suelo, y una mesa atiborrada de maquillaje.

– ¿Qué ocurre, señorita Tomobiki?
– Es mi novio. Me dijeron que iba a empezar la boda hace dos horas y no sabemos dónde está.
– ¿Qué quiere decir con que no sabéis dónde está?
– Pues eso, que no sabemos dónde está.
– Déjame que eche un vistazo por la zona. Avisaré cuando sepa algo.

Anne sale de la habitación y mira por el pasillo, viendo que solo hay otra puerta. Camina hacia ella, escuchando atentamente a los sollozos de Yukari y al parloteo de los molestos invitados. Al abrir la puerta, la vista de Anne se llena con un impoluto baño, con su ducha, su lavabo y su váter de diseño.

– Madre mía, quién pudiera vivir aquí.

Anne cierra la puerta del baño y baja las escaleras a la planta baja. El guardia que había hablado con ella antes no estaba allí, por lo que podía explorar todo el piso sin complicaciones. Detrás de las escaleras había un pasillo que conducía a unas cuantas habitaciones. De una de las puertas del fondo se escucha un golpe constante. Anne saca la pistola y apunta hacia allí, mientras camina. Abre la puerta y ve toda una habitación completamente destrozada, con cristales rotos, la cama medio rota, papeles tirados por el suelo, un televisor completamente roto y un río de sangre que llega hasta la ventana que se encuentra frente a la puerta. Anne entra en la habitación y cierra la puerta detrás de ella. Sigue oyendo el leve golpe a su derecha. Al girarse hacia el foco de sonido, puede ver un pequeño muñeco dando golpecitos a la pared.

– Vale, eso era el sonido. – Baja el arma. – Pero, ¿de dónde viene esta sangre?

Una voz en sus últimos alientos pide auxilio. El sonido salía por la ventana, coincidiendo con el rastro de sangre. Anne levanta el arma otra vez y se acerca a la ventana, sacando la cabeza y mirando a ambos lados. Al girar a su diestra, puede ver el cuerpo agonizante de un hombre joven, con un enorme tajo en el pecho y en el abdomen.

– Por… favor… ayú… deme… – La voz del hombre sonaba cada vez peor.

Anne salta por la ventana y se arrodilla junto al hombre.

– ¿Qué ha pasado?¿Quién eres?
– Soy… el novio… de Yukari…
– ¿Qué te ha pasado?
– No quiero… casarme… – El hombre tose sangre. – Me obligaron…
– ¿Quién te obligó?
– Ellos… dijeron que… matarían a mis padres…
– Joder, joder, aguanta un poco más, chaval.
– No… mátame… acaba con… este dolor…


Una tarjeta de Trauma Team se le cae del bolsillo al chico



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Usar la tarjeta Trauma Team





Los ojos medio llorosos del chico se comenzaban a cerrar. Anne, en contra de lo que le había dicho el agonizante muchacho, coge la tarjeta de Trauma Team y la rompe. En poco tiempo, un AV-4 de Trauma Team llegaría al lugar y se llevarían al chico.


– No te preocupes, chaval, todo saldrá bien.
– No lo… entiendes… Mis padres… están en… peligro…
– ¿Qué quieres decir?
– Si me casaba… con ella… mis padres… vivirían…
– No hables, no hables. Guarda el aliento hasta que vengan los de Trauma Team.


Anne estaba tapando la hemorragia del abdomen del chico cuando el bramar de los motores del AV-4 sonaba en la lejanía. Un pequeño punto, cada vez más grande, se acercaba a la localización de Anne. El AV-4 de TT se posa junto a Anne y al agonizante chico, y del vehículo salen dos médicos, uno de ellos armado. El médico que no lleva armas deja una camilla en el suelo y mira a Anne.

– Deje al paciente en la camilla. – Dice su voz un poco distorsionada.

Anne hace lo que le ordenan, dejando al chaval sobre aquella camilla.

– Y ahora apártese cinco pasos.

Anne se queda en el sitio, mirando a los ojos del chico.

– He dicho ahora. – El hombre empuja a Anne.


El médico desarmado se encarga de ver las heridas del muchacho. Acto seguido, mira a su compañero para que le ayude a llevar al chico hasta el AV-4. Una vez los de Trauma Team se meten en el AV-4, el vehículo comienza a despegar.

– ¿No me lleváis a la ciudad? – Dice Anne mientras el AV-4 se marcha. – Cabrones.


En el tumulto del AV-4 despegando, Yukari Tomobiki, escoltada por su amiga y un par de guardias de seguridad de Arasaka, salen de la casa hasta el patio trasero, donde estaba Anne.


– ¿Qué ha pasado? ¿A quién se ha llevado? – Pregunta Yukari.
– A tu novio. Me lo encontré con cortes en el abdomen y en el pecho.
– ¿Sabes quién fue?

Anne mueve la cabeza de lado a lado.


– Bueno, al menos lo has encontrado y has hecho lo correcto. – Dice uno de los guardias. – Notificaremos a los invitados y al señor Tomobiki.
– Yo he de irme a ocuparme de otros asuntos, incluyendo quitarme la sangre del pobre chico. – Mira su ropa, que está manchada.
– Puede irse, nosotros nos ocupamos. – Dice el otro guardia.
– Cualquier cosa que necesitéis, llamad a Yoru y decidle que me necesitáis.


Anne sale de la parcela y se sube a su moto. Llama a Johnny Silverhand por el Times Square.


– Aquí Johnny.
– Johnny, soy Anne. Nos vemos en dos horas en Beppo’s.
– ¿Dónde?
– Beppo’s, en el distrito italiano. Rogue sabrá donde está, seguramente.
– Vale, nos vemos allí. – Johnny cuelga la llamada.


Anne enciende la moto y se va de Pacifica, volviendo por el camino que había hecho hacía unas horas. Por la radio de la moto sonaban canciones de Johnny Silverhand. El Times Square de Anne vuelve a sonar.


– ¿Sí?
– Señorita Bird, me han comentado lo que ha acontecido en la boda de mi hija.
– Sí, iba a llamarte ahora.
– Solo quería darle las gracias por encontrarle. Arasaka se encargará de los gastos del muchacho. Y, además, ya le he ingresado el dinero de este trabajo. Pero no se olvide de Mahan, señorita Bird. Esta ciudad está en peligro.


Yoru cuelga la llamada y Anne entra en Night City para ir a su apartamento y cambiarse de ropa. En las calles, iluminadas por las farolas, se pueden ver a personas paseando, algún que otro agente de policía patrullando las calles y trabajadores de las corporaciones saliendo de su trabajo. El Hilton de Night City está a rebosar, por suerte, Anne consigue zafarse de los visitantes y turistas para entrar en el ascensor e ir a su piso para cambiarse de ropa. Al entrar al apartamento, Joshua está en la mesa del salón, leyendo unos ficheros.


– Anne, ¿qué te ha pasado? – Pregunta Joshua. – Estás manchada de sangre.
– Lo sé, por eso he venido. Me cambio de ropa y tengo que ir a un lugar.
– Te acompaño, estoy harto de los ficheros estos.
– Ehm… Vale.


Anne entra en la habitación para buscar una camiseta nueva y una chaqueta de cuero. Antes de salir de la habitación, coge de la chaqueta el grabador que había usado para grabar a Vinni Ciccioné. Joshua está esperando a Anne en la entrada. Esta sale de la habitación y lo mira.


– Veo que ya estás preparado.
– ¿Nos vamos ya?


Anne asiente y Joshua abre la puerta. Ambos bajan hasta el garaje y suben al coche de Joshua.


– ¿Dónde vamos?
– ¿Sabes dónde está Beppo’s?
– Sí, ¿por?
– Pues allí vamos.


Joshua arranca el coche y salen a la calle. Las parejas y las familias inundaban las calles, se notaba que eran principios de mes y se iban a cenar a un restaurante.


– ¿Nunca has pensado que igual estaría bien que tuviésemos un hijo? – Joshua rompe el silencio.
– Dudo que sea buena idea.
– ¿Por qué?
– ¿Quién lo cuidaría? Tú estarías todo el día fuera, yo me paso días sin pisar el apartamento. Y no me fío de nadie aquí.
– Puedo pedirle a alguien del trabajo que lo haga. Sé de unos cuantos que tienen hijos.
– Aún así, ellos serían las figuras paternas. Me gustaría que fuésemos nosotros los que lo criamos, no otras personas.
– Y lo entiendo, pero siento que se nos está pasando el arroz. – Joshua frena al ver que hay un semáforo en rojo.
– Joshua, no tenemos ni 30 años, ¿qué arroz se nos está pasando?
– Pero… – Joshua acelera y se calla. – Ya hemos llegado.


Joshua aparca el coche y ambos salen del coche. Anne entra primero en Beppo’s y ve a Johnny y a Rogue sentados junto a una ventana. Johnny saluda con la mano y les invita a sentarse.


– Johnny, Rogue, este es mi marido, Joshua. – Dice Anne.
– Un placer conocerte. – Dicen Rogue y Johnny.
– ¿Por qué no me dijiste que íbamos a conocer a Johnny Silverhand? – Susurra Joshua a Anne.
– Era una sorpresa.
– Sentaos, sentaos. – Dice Rogue. – Vamos a pedir la cena, ¿os parece bien?
– Otro día tendríamos que ir a esa pizzería, ¿no crees? – Anne mira a Rogue.


El camarero se acerca a los cuatro y saca una libreta.

– ¿Qué van a comer?
– Cuatro bocadillos de carne. – Dice Anne.
– Excelente decisión, estarán listos en un momento.

El hombre se va y los cuatro comienzan a hablar.


– Oye, Anne, ¿has ido a hablar con la Techie? – Pregunta Rogue.
– No, me surgió un contratiempo. – Anne se rasca la nuca. – Pensaba ir mañana.

En aquel momento, Anne y Joshua ven como Nunzio Scallioné entra en el restaurante. Ambos se miran.


– No vayas, Joshua. No montes un escándalo.
– Pero, Anne, está tan cerca.
– Y tú estás con Johnny Silverhand, ¿quieres que la prensa hable mal de él?
– No. – Joshua se acurruca en el asiento.


Anne se levanta y se acerca a Nunzio. Este, al verla, sonríe y abre los brazos.


– ¡Anna! – Nunzio abraza a Anne. – Pensé que habías muerto. Me habías preocupado.
– No caerá esa breva, Nunzio. – Anne rie. – Pude encargarme de Ciccioné.
– ¿En serio? Dime que tienes pruebas.
– Tengo todo lo que necesitas aquí. – Anne saca el grabador del bolsillo de la chaqueta. – Espero que podamos hablar sobre lo del Ojo.
– Pásate por la torre Falcone cuando quieras, mi puerta estará abierta para ti.
– Perfecto, que aproveche la cena, Nunzio. Nos vemos.
– Hasta luego, Anna.


Anne vuelve junto a Johnny, Rogue y Joshua, quienes estaban esperando a Anne para poder comer.


– ¿Cuándo llegó la comida?
– Hace nada, la verdad. – Dice Johnny. – Antes dijiste que no habías ido junto a la Techie. ¿Necesitarás algún refuerzo? Porque estoy dispuesto a ir.
– Cuenta conmigo si necesitas a alguien. – Dice Rogue.
– No sé de qué va todo esto, pero yo también me apunto.




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